Amores tóxicos y problemas con mamá

El ambiente de los locales de cabaret de Montreal pone el marco y la paleta de color a esta historia de relaciones tóxicas y mommy issues protagonizada por un joven gay (Théodore Pellerin) que busca en su faceta de drag queen su realización personal y artística. El guion le pone las cosas relativamente fáciles, a saber, no hay aquí hostilidad ni rechazo sino más bien comprensión familiar, aceptación plena y celebración de un ambiente de camaradería apenas salpicados por los roces del ego y la competencia escénica.

La cosa cambia cuando al local llega un joven francés (Felix Maritaud) dispuesto a usurpar el protagonismo al tiempo en que se convierte en objeto de deseo y pareja sentimental. Solo se asienta entonces entre número y número en las idas, vueltas y roces de una relación desigual que tiene más de lucha de poder, manipulación y control que de verdadero afecto recíproco y equilibrado. La reaparición de una madre-diva reaviva también los complejos y dudas y la película completa así sus temas en busca de una emancipación doble para nuestro protagonista.

Sophie Dupuis se deja llevar por el flujo de la noche y el ritmo de la música, se permite algunos juegos de contrapunto a lo Dolan y mantiene el foco en su protagonista sin caer demasiado en lo melodramático a pesar del trasfondo y los ecos operísticos del relato. A la postre, su película aspira a ser un retrato fiel de un mundo de identidades confusas o inseguras bajo el disfraz y la performance, una llamada de atención sobre la toxicidad de toda relación sentimental descompensada y un canto a una salida personal que va más allá del viejo armario.