Una liviana matinal de cuerdas

Solistas ROSS | Crítica

Dinca, Sisel, Ireland, Kwong, Talbot, Huang y Ciorata en el espacio Turina.
Dinca, Sisel, Ireland, Kwong, Talbot, Huang y Ciorata en el espacio Turina. / Marina Casanova

La ficha

SOLISTAS DE LA ROSS

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Ciclo de Música de Cámara de la ROSS. Solistas ROSS: Branislav Sisel y Gabriel Dinca, violines; York Yu Kwong y Jerome Ireland, violas; Gretchen Talbot y Alice Yun Hsin Huang, violonchelos; Lucian Ciorata, contrabajo.

Programa:

Antonín Dvořák (1841-1904): Sexteto de cuerda en la mayor Op.48 (B.80) [1879]

Richard Strauss (1864-1949): Metamorfosis, en la versión de Rudolf Leopold para septeto de cuerda [1946]

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Domingo 27 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada. 

La primera matinal de cámara de la ROSS en este curso proponía dos obras bien contrastadas: un sexteto de Dvořák de perfiles ligeros junto a la honda reflexión contrapuntística de Strauss en torno a la muerte que significa Metamorfosis, auténtico réquiem sin palabras concebido para 23 partes independientes de cuerda, que se escuchó en la versión para septeto de Rudolf Leopold

En la intepretación de este conjunto de solistas de la ROSS (Gabriel Dinca, recién jubilado, se despedía) mandó la ligereza. El Sexteto de Dvořák brilló por su frescura y encanto melódico. Las líneas temáticas de la obra fluyeron con naturalidad, y los músicos supieron captar la vivacidad rítmica y los contrastes dinámicos propios del lenguaje del compositor checo, con los dos números más cercanos al folclor especialmente destacados: si en la Dumka dominó un sentido más meditativo, el Furiant resultó explosivo, espontáneo, frívolo incluso. 

Pero la obra de Dvořák pareció contaminar a Strauss, de manera que una partitura tan profundamente introspectiva y trágica como Metamorfosis sonó leve e insustancial. La falta de hondura se hizo particularmente evidente en los momentos más oscuros y tensos de la partitura, que sonaron más contenidos que desgarradores. El septeto demostró rigor técnico y un control admirable del equilibrio entre las voces, pero los intrincados y audaces contrapuntos straussianos no están solo para ser resueltos con precisión, sino para crear una atmósfera emocional muy concreta (la del dolor y la desolación) que estuvo por completo ausente.

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