La búsqueda del espacio

Cadenas y pirámides | Crítica

Simón Arrebola presenta en la sevillana galería Birimbao una fecunda serie que surgió de su fascinación por el jesuita del XVII Athanasius Kircher, una suerte de Leonardo da Vinci barroco

'Diorama escalonado', una de las obras de Simón Arrebola.
Reproducción parcial de 'Diorama escalonado', una de las obras de Simón Arrebola. / D. S.
Juan Bosco Díaz-Urmeneta

07 de octubre 2019 - 20:00

La ficha

'Cadenas y pirámides'. Simón Arrebola. Galería Birimbao (Alcázares, 5), Sevilla. Hasta el 31 de octubre

Cómo relacionar el Arca de Noé con la evolución de las especies puede verse en los textos de Athanasius Kircher, un jesuita del siglo XVII cuyo enorme afán de saber lo llevó a descender por el cráter del Vesubio, estudiar los fósiles y preguntarse por qué había restos de animales marinos en las cimas de los montes. Halló la explicación en el Diluvio Universal que llevó las aguas hasta semejantes alturas. Por otra parte, dado que pocas especies cabrían en un Arca tan pequeña como la que apunta la Biblia, tras el Diluvio debieron surgir otros animales, no por creación sino por mestizaje: así, camello y leopardo generarían la jirafa.

Kircher no era un soñador y menos un ignorante atrevido. Fue un incansable observador que no contó con el método científico para ordenar sus hallazgos. Siguiendo textos gnósticos, llamados herméticos (por su inspirador, Hermes Trismegistos), Kircher procedía mediante semejanzas y diferencias, afinidades y contrariedades, como Giordano Bruno, Cornelio Agripa y otros magos del Renacimiento. De esta cultura toma también su interés por la perspectiva y la difusión de la luz. Las pinturas de Simón Arrebola (Torre del Campo, Jaén, 1979), entusiastas del Arca de Noé de Kircher, hacen también justicia a aquel extraño erudito con una idea o mejor, con un afán que cruza todos sus cuadros, la búsqueda de espacio.

La obra más trabajada de la muestra es sin duda El diluvio, una metamorfosis (no exenta de humor) del Arca de Noé en un gran navío donde las especies acuáticas gozan de estanques y las herbívoras de praderas. Todo ocurre cuando algunos animales ya se han aventurado fuera del recinto porque el arco iris ya luce. El cuadro se construye con una elaborada perspectiva caballera complicada, primero, por el propio trazado de la extensa cubierta del arca y además, porque la nave no se sitúa en un tranquilizador cielo azul, signo del orden del universo y de la perspectiva correcta, sino en un manglar cercano al caos porque sus plantas se han invertido y en sus raíces elevadas pervive la amenaza del Diluvio.

'El diluvio', una de las obras claves dentro de esta exposición.
'El diluvio', una de las obras claves dentro de esta exposición. / D. S.

Arrebola se atiene a la construcción geométrica pero unida a (y dificultada por) la que llamaríamos orgánica, esto es, la que producen las formas naturales. Así ocurre al evocar a Orfeo (Diorama lírico) y Francisco de Asís (Diorama místico): Arrebola invierte los árboles (como en el manglar de El diluvio) colocando las copas abajo y elevando los troncos, con lo que renuncia al trazado geométrico que promueven éstos últimos. El autor se obliga así a construir, primero con el dibujo y después con maquetas para distribuir los planos, aunque el resultado final, el cuadro, crece y subsiste gracias a una pintura que logra construir con el color y la textura, plano a plano, la densidad del paisaje.

El color se trabaja teniendo más en cuenta la luminosidad de cada tinta que los recursos tonales. Estas mismas catacterísticas aparecen en dos cuadros de análoga construcción, Locus Amoenus y Locus Horribilis. Recogen dos mitos naturales: la edad de oro en la que el león se hermana con el cordero y aquella otra en la que sólo reina la ciega necesidad. Los dos cuadros tienen idéntica construcción: desde un tronco a la izquierda y un tocón en el centro, como repoussoirs, la mirada se desliza a bosques con la misma textura y gama de color. Sólo cambia la relación entre los animales.

'Diorama nocturno'.
'Diorama nocturno'. / D. S.

Si en estos últimos cuadros el espacio lo conforma la pintura, construyendo formas naturales y trazando relaciones entre ellas de modo que los planos avancen poco a poco en profundidad, en otras obras el espacio se define mediante un gran plano, paralelo al del propio lienzo, que interrumpe la profundidad. Así, por ejemplo, en Diorama escalonado. Aquí también hay un repoussoir, abajo a la derecha, que se corresponde en diagonal a estilizadas formas arbóreas invertidas del fondo, arriba a la izquierda. En la diagonal que opone ambas formas, el escorzo de un figura humana sobre los tres caballos recortados sobre el potente plano rojo del fondo.

Todavía cabe rastrear otras tres estrategias espaciales. Una de ellas, ya entrevista en El diluvio, se trabaja en detalle en Diorama del manglar. Es un espacio, que en oposición al clásico, parece apoderarse de las figuras (animales y humanas) en vez de otorgarles un lugar. Imágenes del caos, aventuran la condición humana en una naturaleza primordial. Otra propuesta espacial es, sencillamente, la escenográfica. Creo que se cumple en Tala y construcción. Por último, destaca y de modo singular, Diorama nocturno: los tres apretados arbustos y la breve franja de tierra permite soñar al espectador con un espacio sugerido por el trabajado color del fondo: aquí el espacio es sobre todo imaginado.

Hay en la muestra un acusado potencial de búsqueda y ensayo. Quizá culmine unas veces más que otras pero explorar posibilidades es arriesgado pero fértil.

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