Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Andalucía en la Historia. Iberos. 600 años de Historia de Andalucía (nº 32, abril-junio 2011). Judios. Siglos de encuentros y desencuentros (nº 33, julio-septiembre 2011). 3,50 euros.
El verano es tiempo para recrearse sin prisas en la historia más universal a partir de los testimonios que tenemos más cerca. Esta es la propuesta que persigue la revista Andalucía en su Historia desde su nacimiento y los dos últimos monográficos, dedicados a la cultura ibera y a los judíos andaluces, dan buena muestra de ello.
El guerrero de doble armadura encontrado en Cerrillo Blanco (Porcuna) defiende la portada del número de la pasada primavera. La mirada concentrada. El casco que insinúa una gran cimera para intimidar al enemigo. El brazo derecho, mutilado, en ademán de blandir una falcata (la espada de hoja curva y pomo rematado en cabeza de rapaz). Un gran disco-coraza, sujeto con correas y tachones circulares para proteger el pecho. Una imagen que condensa el pasado más remoto de los andaluces, el de las primeras culturas urbanas, militares y jerarquizadas: los principados iberos de los siglos VI al I a.C. Guerreros y héroes que conocíamos sesgadamente por las noticias de Plinio, Ptolomeo o Estrabón, pero que la renovación arqueológica de los últimos 30 años ha revelado en toda su complejidad y variedad regional. El cuaderno coordinado por José Luis Chicharro hace homenaje a esta laboriosa y silente actividad de las dos últimas generaciones de arqueólogos informando al lector de los tres recorridos por los que la investigación sobre el mundo ibero ha progresado más: las formas de hábitat, organizadas en torno al oppidum o ciudad fortificada, el estudio de la panoplia o equipamiento del guerrero y la investigación sobre los ritos funerarios. De la confluencia de estas tres líneas maestras de investigación resulta un nuevo paisaje de los poblados y necrópolis situados entre el Júcar y el Guadalquivir, y una primera periodización cronológica del mundo ibérico en la que destaca un período clásico o heroico de pequeñas jefaturas nucleadas alrededor de los recintos fortificados, al que sucede a partir del siglo IV a.C. la expansión territorial de los linajes más poderosos y la democratización del uso de las armas. Las impresionantes escenas de lucha, las esculturas zoomorfas y otras piezas del citado yacimiento de Porcuna adquieren nuevas posibilidades de interpretación a la luz de estos hallazgos y encontrarán en el futuro Museo de Arte Ibero de Jaén el espacio expositivo que merece la mejor colección de escultura ibera que se conoce en el mundo.
El Sefarad de Occidente
La tradición urbana de los iberos, transformada y enriquecida por la civilización romana, no se interrumpió en Andalucía. La más antigua evidencia arqueológica de la presencia de judíos en el sur de España es la lápida de la niña Salomónula, encontrada en la colonia fenicia de Adra en el siglo III de la era cristiana. Y cuando los descendientes de los judíos del Sefarad de Occidente regresaron a España, después de la campaña de Tetuán de 1859, tomaron asiento de nuevo en una ciudad como Sevilla de la que habían sido expulsados el 1 de enero de 1483. De esta continuidad de cultura ciudadana, pero también de las discontinuidades y deportaciones impuestas por las ortodoxias integristas, primero almohade y luego católica, da cuenta el completo dosier que el equipo de AH ha preparado para este verano. Isabel Montes destaca el papel intermediador de los hebreos andaluces que sirvieron con lealtad a los califas y después a los reyes cristianos. La ciudades españolas fueron un foco de atracción de judíos de toda Europa antes de que anidase también entre nosotros la ideología antisemita que ya campeaba en los países del norte. La historia personal del judío andaluz más universal, Maimónides, exiliado a El Cairo, es un símbolo de la propia deriva de la cultura sefardita que tuvo que reimplantarse lejos de su paisaje original y de la comunidad de creyentes agrupados en la aljama. Aunque también hubo regresos como sucedió con los conversos portugueses que siguieron practicando su ley en secreto, en la España de los siglos XVII y XVIII, un episodio poco conocido que nos desvela Ignacio Pulido. Y esto sin olvidarnos de las adaptaciones de aquellos criptojudíos que permanecieron en un contexto hostil como fue la España de Inquisición y de la limpieza de sangre (Kevin Ingram).
Cuando en 1935 las autoridades republicanas celebraron el octavo centenario del nacimiento del gran filósofo cordobés, se reconocía por primera vez, después de ocho siglos de sospechas e incomprensiones, la gran aportación de la cultura hebraica al mundo occidental. El simbólico acto, rememorado en la revista por Isidro González, concitó grandes esperanzas, no exentas de nostalgia, de reintegración y hermanamiento con estos españoles sin patria. Sin embargo, los acontecimientos políticos internacionales pronto impusieron otra prioridad: la repatriación de los judíos que huían de la persecución nazi.
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