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Teatro
El dramaturgo y director Antonio Álamo (Córdoba, 1964) pensaba contar con el actor Abel Mora (Cádiz, 1978) para un rodaje, pero un día antes de empezar la filmación el intérprete se apartó del proyecto con cierta reserva y sin dar muchas explicaciones. Tiempo después, Álamo se encontró a Mora, y conoció los motivos (de peso) que habían empujado a aquel hombre a la deserción: le había sido diagnosticado un cáncer, por el que llegó a estar ingresado en el hospital durante año y medio y sufrido nada menos que quince operaciones. Al autor le impresionó no sólo el relato de aquella vivencia tan dura, también la resignación con que aquel tipo iba asumiendo su destino, poniéndose en las manos de los especialistas, "esa sabiduría de quien acepta lo que le viene". Así surgió Sí, a todo, una obra escrita y dirigida por Antonio Álamo y protagonizada por Abel Mora (y Maka Rey) que se representa desde este jueves hasta este domingo (a las 20:00 todos los días) en Sevilla, en La Fundición.
Una obra que pese a la dureza del punto de partida no olvida los orígenes de su protagonista y opta por ese humor lúcido con que encaran la vida desde el Carnaval de Cádiz, por "ese surrealismo que maneja esta gente", dice Álamo sobre este "thriller médico" que, aclara, "no es condescendiente" pero provoca la risa y la "emoción" en el público. "No me gusta llamarla autoficción, porque aquí el escritor, que soy yo, es distinto al personaje, al protagonista, que es el actor, y porque si consideramos autoficción esto entonces también lo serían los Evangelios [ríe], y porque a veces algunas obras de este género son demasiado autocomplacientes, y el lector o espectador dice: Perdona, pero tu ombligo no me interesa tanto. Aquí no hay una estrategia literaria, y lo bonito es que alguna gente se pregunta si lo que contamos no es ficción", dice Álamo, que asegura haber tenido como modelo para su dramaturgia La muerte de Iván Ilich de Tolstói y que tras sus colaboraciones con Las Niñas de Cádiz y tras rodar allí su película Mi gran despedida continúa muy vinculado a la capital gaditana.
Mora, que ha trabajado en películas como Miel de naranjas, El niño u Ocho apellidos vascos y en compañías como Teatro del Velador, asegura que cuando pasó la odisea de la enfermedad "seguía siendo gaditano, me seguía gustando el Carnaval, seguía siendo actor", e incluso en los peores momentos "tenía una canción en la cabeza". Era inevitable que si trasladaba aquellas vivencias a un espectáculo fuera un musical no exento de humor... y una historia sobre la aceptación. "Uno no está preparado para el anuncio de la enfermedad", explica el intérprete, "y cuando te dicen una cosa tan gorda no tienes más remedio que encajarlo. A ver, yo soy un pobre actor, si me indican que tienen que sacarme sangre, que ponerme una inyección, que operarme, si te adelantan que algo te va a doler pero es necesario... yo sólo podía asentir".
Para Mora, Sí, a todo es un "drama cantado ligero" -con música de Maka Rey y letras de Álamo, Mora, Juan Manuel Braza y Juan Carlos Aragón- que reivindica la importancia de apoyarse en los demás. "Y no sólo los médicos y enfermeros, que fueron fundamentales, claro, es increíble cómo un médico te abre y te cierra como si fueras Frankenstein; también la limpiadora, la mujer que te trae la comida, que te dan ánimos. Ocurre una cosa: cuando te llevas siete meses encerrado en un hospital te quieres morir, y es gracias a esta gente, o a tu madre que está a tu lado, o a la palabra de un amigo que te acabas salvando", comenta.
A los ensayos, "en los que vivimos un proceso importante, nos removió mucho, ha sido una obra que nos ha cambiado la vida, aunque eso suene pretencioso", recuerda Álamo, se sumó la actriz, cantante y compositora Maka Rey, en un principio para encargarse de la música y el "ambiente sonoro" de la pieza. "Tuvimos mucha suerte de encontrarla. En un principio no sabíamos dónde iba a estar, pero se fue colocando. Un día vino a un ensayo y descubrimos que era la muerte, la parca, y que dialogaría conmigo en escena". Una muerte que se asoma a la obra, precisamente, para entonar un canto a la vida y decir, pese al dolor y los obstáculos, que sí a todo.
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