Borgo | Crítica
Una mujer en Córcega
Dresen, realizador veleta, cambia el espectro de edad de sus protagonistas (recuerden aquella Verano en Berlín y sus chicas con altibajos sentimentales) y en el proceso se reinventa como cineasta del cuerpo y el plano cerrado.
Se trata en En el séptimo cielo de ilustrar melodramáticamente un caso digno de una noche temática o de una sesión de cinefórum de las de antes: el sexo en la tercera edad. Con un ojo puesto en el Patrice Chéreau de Intimidad -aquí como allí entramos in medias res en el temblor de la carne-, Dresen cuenta la historia de una mujer que, rondando los 70, abandona con trágicas consecuencias a su pareja de siempre como colofón del paulatino enamoramiento que la ha ido llevando a los brazos de otro señor de edad venerable (y de físico más apto para seguir manteniendo la llama de la pasión). En el encadenamiento de encuentros físicos, el realizador nos advierte de su disposición a transgredir ciertos tabúes de representación, aunque finalmente la apuesta sea más convencional de lo esperado (más orgásmica que genital) y, tras el caliente arranque, el filme pase a explorar con timidez la dramaturgia de la separación y sus excesos corporales y verbales. La sensación es que Dresen, como en su día Winterbottom o Mitchell (éste con la pareja The mother), ha visto el hueco y se ha colado: riesgo aparente y actores encantados con la oferta.
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