Marina Heredia en concierto | Crítica
Una cantaora brillante
El mundo hasta ayer. Jared Diamond. Trad. Efrén del Valle. Debate. Barcelona, 2013. 592 páginas. 25 euros.
No fue Charles Darwin, sino el darwinismo social, quien popularizó el tropo de la civilización como una lucha de razas y la ciudad como una jungla impía. Conan Doyle, al comienzo de su Estudio en escarlata, habla de la "inmensa y extraña multitud de Londres", señalando así dos de las cualidades que distinguirán a la sociedad moderna respecto de las sociedades tradicionales: la vertiginosa aglomeracion humana de las ciudades y la obligada coexistencia con extraños, en la que Jaspers basó su explicación tanto de la soledad romántica como de su concepto de esquizofrenia. Si a esto le añadimos la conquista de la noche, vale decir, la iluminación nocturna de la urbe, nos hallaremos ante buena parte de las anomalías (la otra es la invención del Estado) en que se fundamenta la normalidad de las sociedades industriales, y en consecuencia, ante los fenómenos que nos separan drásticamente del modo en que el hombre articuló su convivencia durante milenios.
No sabemos si el profesor Jared Diamond ha escogido el título de la presente obra pensando en El mundo de ayer de Stefan Zweig o sólo es consecuencia natural del tema tratado; en cualquier caso, existe cierta afinidad de fondo que no querríamos obviar, puesto que en Zweig, junto al Imperio austro-húngaro y el delicado equilibrio político que lo sostuvo, es toda una concepción del mundo, de sus ceremonias y costumbres, lo que se arruina y precipita en el abismo mecanizado de la Grand Guerre. Hobsbawm, en La barbarie: guía del usuario, analiza con algún pormenor el auge de la violencia que devoró en unas décadas la vieja sociedad liberal que alentó a Freud, a Thomas Mann, a Ortega y Gasset, a Marcel Proust y que dio paso, de inmediato, a las dictaduras de masas. En cierto modo, pero sin la densa melancolía de Zweig, ésa parece ser la intención que ha movido a Diamond al redactar esta obra: no la de lamentar la desaparición de una arcadia neolítica, por otro lado inexistente, sino la de manifestar, apoyado en su experiencia con las tribus de Nueva Guinea, no sólo los profundos cambios que se operaron en las relaciones humanas y las diferencias sociales, culturales, etcétera, derivadas de ellos; también cuanto de valioso y perdurable existe en dichas sociedades (de ahí el subtítulo, ¿Que podemos aprender de las sociedades tradicionales?), y cuya comparación con el mundo actual no deja de causar cierto sentimiento de estupor, que varía entre la incomodidad y el asombro.
Quiere decirse que en esta voluminosa obra, inteligente y ponderada, no se pretende menospreciar las sociedades modernas, haciendo un elogio desmesurado y acrítico de las relaciones arcaicas; a la inversa, tampoco es intención del profesor Diamond menoscabar la tradición en beneficio de una modernidad más compleja y eficiente. Sí se ofrece, no obstante, una ordenada secuencia de lo que pudo haber sido la evolución de las sociedades humanas, desde el alba paleolítica y el nomadismo de los primeros hombres, a la comunicación digital y los vuelos intercontinentales. Quizá el hecho más sorprendente recogido en El mundo hasta ayer sea también el más obvio. El encuentro entre dos extraños ha suscitado siempre inquietud y una fundada sospecha de amenaza. Sólo muy modernamente el hombre se ha acostumbrado a la presencia del desconocido (recordemos los lances nocturnos a espada del XVI italiano y el XVII español), lo cual implica la acotación territorial entre grupos enemigos y una grave dificultad para el viaje. Esto explicaría, no sólo el asombroso desconocimiento del mundo circundante que padecen o padecieron las tribus glosadas por Diamond, y que se reduce a unos pocos kilómetros a la redonda, sino que arroja una poderosa luz sobre el mundo antiguo, resumido en la portentosa hazaña de Ulises. De este modo, entendiendo el significado radical del viaje y del peligro cierto que supone atravesar lugares desconocidos y pueblos hostiles, uno alcanza a vislumbrar el milenario influjo de los versos homéricos, cuando en la noche de la Hélade se cantaban las aventuras y peligros, los países lejanos por los que anduvo, azotado por el capricho de los dioses, el astuto griego. De igual modo, esta misma amenaza es la que explica, probablemente, el magnetismo de la figura del extranjero, del extraño, y la frecuencia con la que los mitos recogen, por ejemplo, la visita del dios disfrazado de mendigo.
En todo caso, no es éste el único tema tratado en la obra (obra de acreditada y solvente divulgación), y sí el primero de unos aspectos entre los que se incluye la guerra, la infancia, la vejez, las enfermedades, las amenazas, la religión y el diferente modo en que el hombre moderno y el tradicional afrontan y leen el mundo. Ese "mundo hasta ayer" es el que, mediado el XX, se precipitó a las ciudades de modo tan irreversible como agitado. Esta obra es una buena y documentada muestra de todo lo que, en ese trayecto, perdimos y ganamos inadvertidamente.
También te puede interesar
Marina Heredia en concierto | Crítica
Una cantaora brillante
Borgo | Crítica
Una mujer en Córcega
Raqa | Crítica
Herrero contra el ISIS (y contra el cine)
Lo último