Un valor seguro de la novela negra estadounidense
Michael Connelly publica La espera, una obra que rescata el caso de la Dalia negra y en la que el mítico detective Harry Bosch aporta veteranía desde un papel secundario
La ficha
La espera. Michael Connelly. Traducción de Javier Guerrero Gimeno. Alianza de Novelas. Barcelona, 2024. 448 páginas. 21,90 euros.
Todo periodista de sucesos quiere ser un poco como Michael Connelly, un tipo que trabajó durante años en la sección de crímenes del Los Angeles Times y decidió dejar la profesión después de obtener un gran éxito como novelista. Creó a un personaje ya mítico, el detective Harry Bosch, al que además le inventó una historia legendaria. Era hijo de una prostituta asesinada, un caso que decidió investigar mientras estaba suspendido de empleo y sueldo en una de las primeras entregas de la serie. Bosch, ya jubilado y enfermo, sigue presente en las novelas de Connelly, aunque ya convertido en un secundario de lujo. Aún así, la obra de este escritor nacido en Filadelfia puede leerse como un auténtico tratado de los bajos fondos de Los Angeles.
El último episodio de esta serie de novelas (no sabría bien decir qué número es, porque ya he perdido la cuenta y porque además el autor va tirando de su personaje icónico a su antojo y lo mezcla en otras novelas con las que aparentemente no debería tener conexión) se titula La espera, y ha llegado a las librerías españolas de la mano de Alianza, el sello con el que se han publicado las obras más recientes de Connelly y que también ha recuperado las primeras. En esta ocasión, el lector vuelve a encontrarse con la detective Renée Ballard, digna sucesora de Harry Bosch, que dirige la unidad de casos abiertos, un equipo dependiente del Departamento de la Policía de Los Angeles pero formado por voluntarios.
Este grupo se dedica principalmente a rescatar casos antiguos, crímenes cometidos cuando aún no se utilizaba el ADN como prueba, para tratar de atrapar ahora a los culpables utilizando los nuevos métodos de investigación. Lo bueno de las novelas de Connelly es que en ellas pasan muchas cosas, y en La espera no asistimos a una única investigación criminal, sino a varias, para estrés de sus protagonistas. El libro se abre con un robo a la detective protagonista, que tratando de encontrar a los autores por su cuenta da con una historia mucho más gorda, al tiempo que se busca a un violador en serie que actuó dos décadas atrás y dejó de hacerlo tras matar a una de sus víctimas.
Y aparte, aparece una conocida de los lectores que seguro que dará que hablar en las próximas entregas. La hija de Bosch, Maddie, a quien la vimos secuestrada por la mafia china en Nueve dragones, y que ha estado entrando y saliendo siempre de las novelas de su padre, es ahora una policía que patrulla las calles de Los Angeles y aspira a seguir los pasos de Harry y convertirse en detective de homicidios. Y no va de farol, porque resulta que la chica tiene información sensible sobre el caso de la Dalia Negra, la espina clavada en el corazón de la Policía de Los Angeles, un crimen sin resolver de una actriz cuyo cadáver apareció cortado por la mitad, un asunto de finales de los años cuarenta que ha inspirado películas y libros. No puedo dejar de aprovechar esta ocasión para recomendar el libro de James Ellroy, con el que se inicia el llamado cuarteto de Los Angeles, titulado precisamente así, La dalia negra.
Lejos de ser un lío, todo este batiburrillo funciona y convierte la novela en una diversión absoluta para cualquier lector. Dice Juan Carlos Galindo, el especialista en novela negra de El País, que La espera es una de las mejores novelas de la serie de Harry Bosch. Y si lo dice un tipo que lleva leídos cientos, si no miles, de libros sobre crímenes, será por algo. Lo cierto es que Connelly es un valor seguro en el infame panorama actual de la novela negra, un género que parece morir de éxito año tras año y en el que el futuro no parece demasiado alentador. Más si se premian obras rematadamente malas, como algunas de autores patrios que mejor no citar.
Connelly suele estar siempre a la altura, por mucho que sea difícil brillar a lo largo de una obra tan extensa. El autor no se ha quedado en la misma novela repetida hasta la saciedad, sino que ha hecho evolucionar sus personajes y sus tramas, adaptándolas a la propia evolución de la sociedad, como una especie de Galdós moderno y californiano. Hemos asistido a tramas relacionadas con el racismo, con los disturbios angelinos de 1992, con la mafia china, con lo más corrupto del mundo del cine, con la violencia sexual y el me too... En sus obras, además, hay mucho conocimiento técnico sobre los mecanismos policiales, fruto de su trabajo como periodista de sucesos durante años. Algunas de sus mejores crónicas también fueron editadas hace unos años en un volumen independiente, al que también es recomendable acercarse para saber de dónde le viene la inspiración al novelista.
Conocida es la pasión del autor por Raymond Chandler, uno de los más grandes escritores de novela negra estadounidense. Dicen que quedó obsesionado con él tras leer El largo adiós. Hay guiños a Chandler a lo largo de toda la obra de Connelly (ojo, no confundir con Connolly, aunque éste también es más que recomendable). Por ejemplo, Bosch vive en la casa que se utilizó en la película que adaptó su obra favorita, que compró después de que se adaptara al cine uno de sus primeros casos. Y qué decir de Bosch. Veterano del Vietnam, miembro de una familia desestructurada, hombre hecho a sí mismo y policía siempre crítico con sus jefes y el politiqueo. Tiene hasta una serie de televisión con varias temporadas, que puede verse en Prime Video, con el actor Titus Welliver como protagonista. Está ya viejo, pero seguro que morirá con las botas puestas.
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