La exposición 'Secadero', de Beatriz Zamora, amplía su estancia en Sevilla
Comisariada por Jesús Barrera, la muestra se reabrirá el 10 de enero hasta el 24 del mismo mes en un espacio tan llamativo como un secadero de jamones abandonado en el corazón de la ciudad
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La belleza puede ocultarse en cualquier rincón y en cualquier motivo. De ello da fe la artista Beatriz Zamora en su maravillosa exposición Secadero. Comisariada por Jesús Barrera, la muestra abrió sus puertas a principios de este mes y, debido a la enorme afluencia de público, ha ampliado su estancia en Sevilla. De este modo, volverá a abrir su puertas el 10 de enero y se podrá visitar hasta el 24 del mismo mes. La colección se sirve del cardo y de las ramas secas como elementos principales como una metáfora del eje transformador que vehicula la carrera de la artista. El lugar elegido para mostrar su arte rezuma peculiaridad. Un secadero de jamones en desuso enclavado en el corazón de la ciudad. Las vivencias de su infancia toman forma en este espacio convirtiéndose en una perfomance sin igual en el número 16 de la calle San Roque.
"He pasado mi infancia en el campo y en él hubo muchos años de sequía", recuerda Zamora al ser cuestionada sobre el cardo como motivo principal de la muestra. Una planta que no se caracteriza por su belleza. No forma parte de los ramos de novias ni decora los centros de mesa en las comidas familiares. "Me atraen una barbaridad, siempre me han producido mucha curiosidad y, con el paso de los años, me llaman más la atención", indica la artista.
De hecho, argumenta que "las flores son bellas de manera preestablecida y, de repente, te das cuenta de que la hermosura también la puedes encontrar en otras plantas". Algo así sucede, a su juicio, con la propia vida, "porque todos tenemos que convivir con momentos que no son bonitos".
El visitante podrá observar en Secadero que la planta que Zamora plasma en sus dibujos se desmiembra en distintas hojas. "Es una manera de desnudarme, de quitar todas las capas y llegar a lo más profundo", explica Zamora y hace hincapié en que esta manera de enfrentarse al papel funciona como una cura y como "una confesión" ante el que ve la obra. Sin embargo, matiza que "deja una libre lectura al espectador" para que pueda sacar sus propias conclusiones. Sin corsés ni ataduras.
Además de los elementos instalativos de cardos colgados cuál secadero medicinal, la artista ha intervenido una de las paredes con esgrafiado, creando capas de la misma pared para realzar las sombras del elemento común expositivo. Además, corta y deshace las composiciones de algunas de las piezas, volviendo a desestructurar la esencia de la planta interpretada.
Esta intervención sobre el espacio no es baladí. El propio secadero interpreta un rol crucial para entender la exposición. Para vivirla de forma completa. "Llevaba muchísimo tiempo buscando un sitio abandonado como una nave industrial, pero este tipo de lugares no tiene luz ni seguridad”, señala Zamora. Se le ocurrió consultar a un amigo que, casualidades de la vida, "me comentó que acababa de comprar una casa y que la primera planta era un secadero de jamones".
Adaptándose al espacio, la artista ha adoptado sus propios roles estilísticos, aduciendo a una pérdida del color por la sobriedad aparente del secadero y performatizándolo con los motivos de la misma obra presentada. No se queda aquí, la artista ha colocado piezas de cerámicas en las paredes "como si fuera una casa antigua". Concretamente, platos convertidos en piezas afiladas usando púas cortantes que hacen referencia a la dureza misma de la instalación. "El contenido necesita al continente", reflexiona Zamora, quien sugiere que su obra ha puesto en valor "un sitio maravilloso".
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