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El santo del sable

Samurái, maestro de esgrima, artista calígrafo y pintor, y por todo ello héroe legendario, Miyamoto Musashi compendió en este libro su peculiar filosofía.

M. Ángeles Robles

07 de febrero 2016 - 05:00

EL LIBRO DE LOS CINCO ANILLOS. Miyamoto Musashi. Trad. Makiko Sese y Carlos Rubio. Satori Ediciones. Gijón, 2015. 176 páginas. 19 euros.

Miyamoto Musashi (1582-1645) es uno de esos héroes legendarios de Japón que perviven en el imaginario cultural de ese país, aún hoy en día, reconvertido en personaje manga o en protagonista de películas. Sobre su vida jalonada de combates a muerte se ha escrito mucho, aunque muy poco probado. Como en tantas ocasiones, el mito ha trascendido y superado al personaje histórico, su huella sobre la arena fría del tiempo ha recobrado calidez gracias a mil y una peripecias inventadas que abundan en el carácter casi mágico de las hazañas de este peculiar samurái, maestro de esgrima, artista calígrafo y pintor.

Y no es para menos. Entre sus proezas, según confesión propia, se cuenta el haberse jugado la vida en 60 combates a espada de los que no perdió ninguno. El primero de ellos lo sostuvo con tan sólo 13 años, el último al filo de los 30. Luego le dio por reflexionar sobre el arte y la técnica que lo habían llevado a conseguir el éxito en tan magna empresa. Creó una escuela que todavía perdura: Hyoho Niten Ichi Ryu (La escuela de los dos cielos). Y escribió un libro que se convirtió en su legado sobre la Vía del Código Marcial: El libro de los cinco anillos, que Satori acaba de publicar en una cuidada edición y en traducción directa por primera vez al español, a cargo de Makiko Sese y Carlos Rubio. Este último se encarga también del acertado epílogo. A modo de prólogo, se incluyen además unas breves pero emotivas palabras de Kajiya Takanori Takaharu, decimosegundo soke o heredero de la escuela que inauguró Musashi. Se completa la edición con la brevísima obra Dokkodo, La vía de la soledad.

A Miyamoto Musashi, conocido como Kensei ("El santo del sable"), le tocó vivir una época fronteriza en la que, en palabras de Rubio, "se pasa de un largo siglo de desintegración política y de conflictos entre señores de la guerra a la nueva era de paz a la sombra de los sables". En esta época de conflictos, a nuestro autor le tocó pelear en el bando de los perdedores. Por eso, cuando se consiguió la paz bajo el gobierno férreo del clan Tokugawa, pasó a engrosar el nutrido grupo de samuráis sin dueño que recorrían los caminos del viejo Japón como adalides de la justicia, por más que algunos la entendieran a su peculiar modo. De esta clase de guerreros peregrinos, perros vagabundos (expresión a la que alude el término ronin con el que se les denominaba), ha dado buena cuenta la literatura de la época, pero también los libros actuales y el cine.

El libro de los cinco anillos está pensado por su autor como una obra eminentemente práctica estructurada en cinco partes (La tierra, El agua, El fuego, El viento y El vacío) en las que Musashi da muestra de sus conocimientos con un lenguaje sencillo, ilustrado con comparaciones que inciden en su carácter eminentemente didáctico. Musashi escribe para ser entendido y ofrecer con generosidad sus enseñanzas. Al contrario de lo que hacían otras escuelas, renuncia al hermetismo. Para él los secretos para conseguir el éxito en la vía del sable eran la práctica incesante, el no apartarse nunca, ni en cuerpo ni en mente, de la observancia del código marcial y la capacidad de adaptarse ante las exigencias de cada lucha.

En este último aspecto era un verdadero genio: dicen que ganó más de un combate sin tocar al adversario, tan sólo con su increíble destreza para hacerle perder la calma y aprovecharse de la ocasión para desarmarlo. Contra los pendencieros, los bravucones y los temerarios, imponía el sosiego, la destreza, la inteligencia y, por qué no, una pizca de insolencia: alguna vez llegó tarde a un duelo, y medio dormido.

Pese a estar dotada de los valores éticos confucianos imperantes en su época, que tenían la piedad filial y la lealtad sin fisuras al señor como bases inamovibles, Musashi elude dar a su obra un carácter ideológico o espiritual. Sus enseñanzas se basan en la sencillez y son aplicables y comparables al cultivo de otras artes. Incluso en el último y breve capítulo del libro, El vacío, que escribió ya al borde de la muerte, el autor elude el tono trascendente. Es por eso por lo que Rubio asegura que El libro de los cinco anillos es "el libro de la no-filosofía, como es el del no-sable, o del sable sin sable o de la postura sin postura: es el libro del no y del sin, un libro rebosante de indicaciones prácticas armonizadas sabiamente por el vacío, por la no-existencia, por la nada".

Desde la gruta Reigando, cerca de la ciudad de Kumamoto, donde el autor se retiró dos años antes de su muerte a escribir El libro de los cinco anillos, Musashi aún le habla al lector actual, le aconseja desde la humildad sobre cómo enfrentarse a las grandes y pequeñas batallas que le asaltan en el camino de la vida y le invita "a percibir lo que no se ve" y a no hacer "lo que no sirve para nada".

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