Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Salvador Navarro. Escritor
Tras títulos como No te supe perder o El hombre que ya no soy, el escritor Salvador Navarro ofrece en Nunca sabrás quién fui, su nueva novela publicada por Algaida, una historia de falsas identidades y conflictos anclados en el pasado, que tienden a situar en el mismo plano a la ficción y la realidad. Una obra, marcada por el gran protagonismo de los diálogos, en la que el autor sevillano muestra al lector las entrañas del proceso narrativo, a través de su protagonista, Álex Panelas, un escritor que se deja arrastrar por su propia ambición.
–Lo que más llama la atención de Nunca sabrás quién fui es su estructura. ¿La tuvo clara desde el primer momento o la fue acomodando a la historia?
–Tuve clara las líneas maestras. Sabía que el protagonista iba a ser un escritor que se iba a dejar someter a un chantaje y que durante el transcurso de mi novela él iba a escribir la suya, por lo que eran necesarios dos hilos narrativos. El primero, en el presente y en primera persona, de este chaval al contarnos la aventura en la que está inmerso. La segunda línea argumental, en pasado y con un narrador omnisciente, es la novela que él decide escribir y explica el origen de sus andanzas actuales. La dificultad era unir esos dos hilos, que era la clave de la estructura y del éxito o fracaso de la historia, cuando se funden la realidad y la ficción y él se vuelve protagonista de su propia novela.
–El pasado tiene un peso muy importante en la vida de los personajes de su novela. ¿Reinventarse forma parte de la utopía?
–Nuestros recuerdos son siempre ficción. Los vamos aderezando en nuestra cabeza, conforme los soñamos o los contamos. Nunca nada ocurrió como lo narramos, sino que es una mezcla más o menos salpimentada de los hechos ocurridos y nuestra interpretación de ese pasado. Sí, definitivamente reinventarse forma parte de la utopía. En los recuerdos casi siempre acabamos perdonándonos.
–En su novela reflexiona sobre la ambición, sobre las oportunidades que se nos presentan y de lo que somos capaces de hacer por alcanzarlas. ¿Una vez más, la realidad supera a la ficción?
–El mundo es del que arriesga, del que propone, del que se lanza. Es difícil encontrar alguien célebre, en cualquier campo, que no haya sido ambicioso. Nadie viene a tu puerta para saber con qué cualidades has venido al mundo, sino que está en cada uno conocerlas y hacerse un sitio a partir de ellas. Al protagonista de mi novela le surge esa oportunidad, en forma de desafío, y no la desaprovecha. Si hubiera dicho que no, no hubiera habido historia que contar.
–Su novela, en cierto modo, tiene un componente "taller de escritura". ¿Homenaje al oficio de escritor o pedagogía para no iniciados?
–Sería presuntuoso por mi parte hacer de pedagogo literario, cuando no soy sino un eterno aprendiz. Lo que sí me apetecía era narrar todo el proceso, desde el germen de la trama hasta la promoción en los medios, de la creación de una novela. Para ello le di al personaje principal mis herramientas de escritura, mis trucos, incluso algún que otro escritor de referencia, para que se pusiera a ello. Leo mucho sobre creación literaria, soy un apasionado del mundo de la ficción. De ahí que sea uno de los temas centrales de esta novela.
–Los diálogos son parte esencial de su escritura, no sólo en esta novela. ¿Es un rasgo o un elemento narrativo?
–Mis novelas, como las de todos aquellos que no son genios, tienen sus puntos débiles y sus puntos fuertes. Uno de los fuertes es la creación de los personajes a partir de los diálogos. Soy poco barroco y muy directo al escribir, y prefiero que sean los propios protagonistas quienes se definan a partir de cómo actúan, de cómo se expresan. Les doy cancha. Quizás por eso se definen mis novelas como cinematográficas. Me curro mucho los personajes antes de soltarlos al ruedo. Pero una vez que los lanzo, les dejo vía libre para que se hagan ver, me mimetizo con ellos y me olvido de quién soy.
–Algunos de los personajes de su Nunca sabrás quién fui construyen su propia identidad. ¿Hacemos algo parecido en las redes sociales?
–Las redes sociales son un fenómeno que me llama mucho la atención. No las puedo criticar porque gran parte de mis lectores provienen de ahí. Llevo años currando a diario mis textos, mis fotos, mis entradas en ellas para hacerme visible como escritor y estoy feliz con el retorno que me ofrecen esas redes sociales que tantas veces maldecimos. Todo depende del uso que quieras hacer de ellas. Hay mucho desgraciado que se construye vidas maravillosas al otro lado de la pantalla, seguro que sí. Pero siempre les llega el día en que esa burbuja les explota en la cara.
–¿Qué le diría a quienes piensan que no se puede combinar entretenimiento y literatura en una misma obra?
–Que no entienden lo que es la literatura. La literatura no es nada si no entretiene. Tiene que divertir, formar, informar, proporcionarte un mundo paralelo en el que te apetezca estar. Entretener no es un verbo moña, entretener es un verbo complicadísimo de conjugar. Conseguir que un lector se fije en ti, se gaste un dinero en tu novela, que la lea, se lo pase en grande y la valore. Que la meta en el baúl de sus vivencias. Ésa es la tarea de un escritor. Entretener en el más distinguido sentido de la palabra.
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