Dentro de la red oscura

Salir al cine

Llega a Movistar+ 'Las habitaciones rojas', un perturbador thriller que se adentra en las simas de la Dark Web para reflexionar sobre la fascinación por el crimen como espectáculo contemporáneo. En Canal Arte, un ciclo para descubrir a Claude Miller.

Juliette Gariépy en una imagen de 'Las habitaciones rojas'.
Juliette Gariépy en una imagen de 'Las habitaciones rojas'.

Mientras el algoritmo lleva dos semanas haciendo de las suyas promocionando la serie de Netflix Adolescencia y alentando el no-debate en torno al libro no-nato de Luisgé Martín, ha llegado de tapadillo a Movistar+ la película que tal vez mejor defina estos tiempos del capitalismo hiperconectado y la que de forma más inquietante navega por los meandros de la psicología colectiva y su relación morbosa con el mal o describe las patologías derivadas de la vida contemporánea mediada por la tecnología y el aislamiento social.

Se trata de la cinta canadiense Las habitaciones rojas, del hasta ahora desconocido Pascal Plante, una película mutante, hasta cierto punto heredera del universo y las texturas cronenberguianas, impresionantemente bien rodada y con un extraordinario tratamiento sonoro y musical, que hace de su dispositivo y de su zigzagueo narrativo un auténtico viaje a las simas del horror y sus consecuencias mirando de frente al espectador de la misma forma que su protagonista lo hace, y con los ojos bien abiertos, a las pantallas desde las que aspira a controlar el mundo y hacer justicia por su cuenta.

En su arranque, la película nos introduce de su mano en el juicio a un presunto asesino múltiple acusado de secuestrar, torturar y matar a tres adolescentes de Montreal con el fin de retransmitirlo en vivo en una habitación roja ubicada en la Dark Web. La cámara flotante de Plante recorre la sala de manera sigilosa para abrazar a todos los actantes en el proceso: el juez, la fiscal, el abogado de la defensa, el propio acusado en actitud indolente y, finalmente, a nuestra protagonista (Juliette Gariépy), una misteriosa joven que ha madrugado e incluso dormido en la calle para poder asistir al juicio como visitante.

Ya el propio dispositivo visual y el relato oral del caso en boca de la fiscal y el abogado va sumergiéndonos en el horror del crimen en un poderoso ejercicio sin imágenes. Pero la película no ha hecho más que empezar. Lo que sigue, el encuentro y la relación con otra joven (Laurie Babin) también fascinada por y convencida de la inocencia del asesino, los episodios solitarios y rutinas de nuestra protagonista en un apartamento de grandes ventanales situado en un rascacielos, las nuevas e intensas jornadas del juicio, una sesión fotográfica de modelaje, otra de squash o la visita furtiva a la casa de los padres de una de las niñas aún desaparecida, va tejiendo poco a poco una siniestra red de pesquisas, revelaciones y ecos por los que también se cuelan la crítica al sensacionalismo de los medios de comunicación, la relación entre las criptomonedas, el juego y el acceso a los rincones más siniestros de la red y, sobre todo, el retrato de unas patologías obsesivas, mórbidas y solipsistas que se materializan en ese espacio ya indefinido entre lo real, lo virtual y lo soñado que esta película traza siempre desde el extrañamiento y la inquietud.

Siempre un paso por delante del espectador, el guion de Las habitaciones rojas cobra forma en una portentosa puesta en escena que sitúa la cámara como espejo de identificaciones y dispositivo de proyección, contaminando el relato judicial o la incursión en los peligros de la noche de un aire constante de sospecha, vigilancia y amenaza que trasciende y tuerce las reglas y expectativas tradicionales del género en una nueva superficie, plenamente contemporánea, que nos descoloca tanto como nos alerta e reconoce como nuevos sujetos observantes del espectáculo de la barbarie.

Un aperitivo para descubrir a Claude Miller

Teníamos bastante olvidado y poco visto a Claude Miller hasta que este nuevo ciclo en Canal Arte nos lo ha recordado no sólo como relevo de la nouvelle vague después de colaborar como ayudante de Bresson, Godard y, sobre todo, de Truffaut, sino también como cineasta de carrera regular y reconocida en la industria francesa hasta su muerte temprana en 2012 a los 70 años.

Ante la ausencia de sus mejores filmes de los ochenta (Arresto preventivo, Anuncio de muerte, L’efrontée, La pequeña ladrona), lo más interesante de este pequeño ciclo con copias restauradas es descubrir su primer largo, La mejor manera de andar (1976), un pionero acercamiento a la homosexualidad ambientado en un campamento de verano donde Patrick Dewaere y Patrick Bouchitey dirimen su masculinidad en crisis. También ver su filme premiado en Cannes La clase de nieve (1998), una interesante incursión en los traumas y pesadillas infantiles de la mano de un relato de Emmanuel Carrère.

'La mejor manera de andar' (1976, Claude Miller).
'La mejor manera de andar' (1976, Claude Miller).

La chambre des magiciens y Betty Fisher y otras historias, ambas de 2001, la primera sobre una novela de Siri Hustvedt y la segunda a partir de otra de Ruth Rendell, confirman ya el pulso de madurez de un cineasta siempre interesado por el molde de género para indagar en la psique de sus protagonistas.

Terciopelo azul en el bazar de las sorpresas

Cualquier pretexto es bueno para volver a Terciopelo azul (1986), aunque este sea la muerte reciente de David Lynch. Allí se concentraban ya las esencias de un universo donde bajo la apariencia de normalidad se escondía siempre la amenaza y el flujo de lo siniestro. Kyle MacLachlan y Laura Dern buscan consumar su amor postadolescente y suburbial mientras las fuerzas del mal se interponen en su camino como una pesadilla diurna. Pueden verla hoy mismo a las 20h dentro del cine de cine de culto en MK2 Cinesur Nervión.

'Terciopelo azul' (1986, David Lynch).
'Terciopelo azul' (1986, David Lynch).

Mucho más atrás en el tiempo, El Bazar de las sorpresas (1940) confirmaba el talento elíptico y preciso de un Ernst Lubitsch en plenitud de facultades como maestro de la comedia en el Hollywood clásico con su bagaje centroeuropeo a cuestas. Una Budapest reconstruida en estudio será testigo de un enredo romántico donde James Stewart y Margaret Sullavan juegan al escondite entre cartas de ida y vuelta. El martes 8 a las 20h.

Cine y Literatura en Tres Culturas

En colaboración con el Instituto Francés, los martes de cine de abril de la Fundación Tres Culturas están dedicados a las relaciones entre literatura y cine en conmemoración del Día del Libro. El próximo día 8, a las 19:30h., se proyecta la cinta francesa Azuro (2021, Matthieu Rozé), adaptación de la novela de Marguerite Duras que nos lleva a un tranquilo pueblecito aislado entre el mar y la montaña sacudido por la llegada de un barco y un hombre misterioso.

'Azuro' (2021, Mathieu Rozé).
'Azuro' (2021, Mathieu Rozé).
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