Wicked | Crítica
Antes de que Dorothy llegara a Oz: la historia de Bruja Mala
José Mercé. Cantaor
Le gusta el tú a tú, sin nuevas tecnologías de por medio, sin botones. Una charla en persona, mejor que por teléfono. La cita, en un hueco de su apretada agenda de entrevistas y presentaciones de su último disco, Mi única llave (EMI). Con la voz siempre templada, José Mercé (Jerez, 1955) ya canta en un taxi camino del hotel y habla de lo que siente sin reparos, pero con cautela. Le tira la emoción, sorprender, y por eso su reciente trabajo no deja indiferente. De Jerez a Nueva York, de Madrid a Boston ha recorrido miles de kilómetros para que, sin buscarlo, salga un trabajo "mágico", iluminado por Moraíto, con la firma de aquel niño de la escolanía de la Merced, que rompió un día en "el milagro de lo jondo".
-Usted califica este nuevo disco de "flamenquísimo" y "asentado con solera".
-Porque las cosas surgen y no teníamos ni idea de qué iba a salir este disco tan flamenco. Es un trabajo que se ha hecho en estudio, pero muy en directo a la vez. Lo grabamos en Boston, en Berklee, en un espacio que había elegido el productor Javier Limón, en una iglesia masónica que sonaba a Gloria Bendita. Cuando llegue allí, e hice así con la voz me pregunté: ¿esto qué es, Dios mío? Fue entonces cuando escuché aquellas voces búlgaras, blancas. Pensaba que era un disco y Javier me llevó hasta donde estaban cantando y me dijo: ponte ahí en medio a ver qué se te ocurre. Y esas voces me llegaron al alma, empecé a templarme ¿y qué me sale?, pues me sale el Martinete Balcánico (que abre el disco) con la toná grande, que es el cante más primitivo del flamenco, así que imagínate si es flamenco ya el disco... Y esa Salvaora por Manolo Caracol con el piano de jazz de Alain Mallet, porque el jazz y el flamenco van de la mano. También se grabó allí la soleá... Es un disco que tiene algo mágico. Es otra historia. Suena flamenquísimo, fresco y vivo en el siglo XXI. Estoy muy contento.
-Y emocionan también las letras para el maestro Moraíto.
-Sí, con esto de las nuevas tecnologías nos llegó la letra desde Miami de Alejandro Sanz (Bulería del Morao). Salimos llorando del estudio cuando leímos aquello. Fíjate la pedazo de bulería que ha salido y con la guitarra de su hijo Diego del Morao, de Pepe Habichuela, Tomatito, Manuel Parrilla... ¿Qué más puedo pedir? Este disco es una joya musical importante, que va a perdurar. Y para los tiempos tan malos que estamos viviendo, con esos 12 temas hay para un par de horas de, por lo menos, pasarlo bien y olvidarnos de esa prima de riesgo a la que yo no he conocido en mi vida.
-Este disco hace el número 18 de su carrera. Mayoría de edad, como quien dice...
-Casualmente el 18 es mi número favorito y coincide con este trabajo.
-¿Cuál es su única llave?
-Aunque habrá gente que le buscará todo tipo de significados al título, hay un fandango de Huelva en el disco que dice lo que es Mi única llave. Es mi garganta. Mi única llave es mi cante, ni siquiera la llave de mi casa (ríe). No hay otra llave.
-Usted dice que uno de sus objetivos es no defraudar a la gente joven, acercarles el flamenco.
-Sí, claro. Llevo 15 años de mi vida haciendo flamenco para que la gente joven acuda sin ningún tipo de complejo y me siento muy feliz de que, además de grandes aficionados, a mis conciertos vayan jóvenes que canten conmigo y se pasen por el camerino a decirme: "maestro, esta soleá, esta seguiriya...". Este disco tiene la base y la raíz del flamenco pero además es fresco y de ahora. Para la gente joven hay tangos y bulerías que yo sé que les van a encantar. Luego tiene la taranta de la Elegía a Ramón Sijé de mi poeta favorito que es Miguel Hernández, tiene la soleá, ese martinete... El disco está muy bien hecho, sin quererlo. Porque las cosas tienen que surgir. Y cómo será el disco que me gusta hasta a mí (ríe).
-Además, se ha rodeado de lo mejor. ¿Será capaz de superarlo?
-Quiero agradecer la labor de estos grandes guitarristas que están en el disco, que para mí son los mejores para acompañar, de los grandes músicos del mundo como Eric Truffaz a la trompeta, Alain Mallet al piano, Layth al-Rubaye al violín, que es un tipo con 19 años, con el pelo pelirrojo, que me dejó pasmado. Esas niñas y niños haciendo las voces búlgaras. Sobre todo, he disfrutado mucho haciendo este nuevo trabajo entre Boston, Nueva York, Jerez, Madrid... Y como soy un gran luchador, pues seguiré intentando que el próximo disco sea mejor. Pero de momento me quedo con éste (risas).
-Con mucho sentimiento de por medio, por no tener a su guitarra y amigo Moraíto a su lado.
-Sin lugar a dudas. Lo que está muy claro es que con la guitarra de su hijo Diego yo pienso que está la guitarra de mi Manuel a mi lado. Desde donde esté, yo creo que nos ha iluminado porque este disco es mágico, ha ocurrido algo. No es lógico que a las 11 o las 12 de la mañana, en Boston, a tantísimos kilómetros de Jerez, yo haya podido cantar así. Ahí, en esa iglesia de los masones ha tenido que pasar algo. A Moraíto, ni nadie lo va a superar, ni nadie lo va a sustituir. Creo que ha sido la mejor guitarra de acompañamiento que ha dado este país. Tengo la gran suerte de contar con su hijo Diego, pero mucha veces cuando lo jaleo en el escenario, en realidad estoy jaleando a su padre. Y digo: ¡vamos allá Morao!, porque no me hago a la idea de que ya no esté.
-¿Qué cree que pensaría Morao de este disco?
-Pues le daría 20 oles, sobre todo, a ese martinete, escuchando a su hijo cómo toca, con ese soniquete. Por ejemplo, la soleá no me parece Diego, me parece su padre porque hace las cosas más primitivas de la guitarra por soleá. Eso siempre va estar ahí, Morao-Mercé, Mercé-Morao es algo que no se va a poder borrar nunca. Nos hemos criado juntos, nos conocíamos de toda la vida, trabajamos juntos muchos años... Es una pareja que va a ser muy difícil de superar, venga quien venga, porque Morao siempre será Morao.
-El flamencólogo José Manuel Gamboa dice de Mercé que está en la cumbre de la movida jonda. Y aunque usted asegura que el flamenco no es de pelotazos, sin embargo, ha dado unos cuantos en discos como Aire, Lío...
-El flamenco no puede estar de moda. La música de raíz no puede ser pelotazo nunca. La música flamenca es eterna, algunas veces está más arriba, sale un disco que gusta a la gente, te hace ser más popular. No es pop, ni rock. La pena que tengo es que, aunque se le está haciendo mucho daño a la cultura en general, al flamenco se le hace muy poco caso. En España se le da más importancia a cualquier otra música que al flamenco, cuando es la única que se puede exportar fuera de nuestras fronteras.
-¿Cómo se trata al flamenco en su tierra natal, en Jerez?
-Diría que Jerez sigue siendo cuna del flamenco, pero que se deberían hacer más cosas por él. Pusimos la primera piedra de esa historia tan grande que se iba a hacer de la Ciudad del Flamenco, y ahí se quedó la primera piedra y la última. Es una pena. Se lucha poco por el flamenco. Por ejemplo, imagínate el tiempo que llevo yo sin cantar en Jerez. Afortunadamente trabajo en el mundo entero, pero me gustaría trabajar en mi tierra y las condiciones no se dan, no se me contrata...
-¿Es cuestión de caché?
-Puede que sea cuestión de mi caché. Los que llevan Cultura en Jerez lo sabrán. Y ya te digo, me encantaría cantar en mi tierra, pero lógicamente, a estas alturas, me tendrán que respetar mi caché, está claro.
-El flamencólogo Manuel Ríos Ruiz dice de usted que es "el milagro de lo jondo". Y Mercé asegura que todavía no ha encontrado a nadie que perpetúe el eco del flamenco.
-Desde la época nuestra de los años 50 no sale una voz flamenca, un eco, alguien que duela, que hiera. Hoy hay mucho cantaor aprendiz. Sí, echo en falta que salga un eco, alguien que te llegue, que te pellizque. No sé si es lo que comemos, porque las berzas de antes estaban más buenas que las de ahora, o la capa de ozono, no sé lo que ocurre que son todas voces muy lights. Se pierde mucha cultura cuando se dejan los barrios flamencos como Santiago, San Miguel, y nos vamos a los pisos, porque la vida evoluciona. Ya no se viven esas juergas en los patios de vecinos. Las criaturas, la gente joven, no tienen la culpa. Yo tuve la suerte de nacer en una época con una gran baraja en Jerez y digo siempre que si te quieres impregnar de flamenco escucha Canta Jerez con Terremoto, Sordera, El Serna, Diamante Negro, Romerito, Tío Borrico... Gente de una personalidad grandiosa, que había pasado muchas fatigas, trabajadores del campo, que llegaban después de todo el día, se lavaban la cara e iban a buscarse la vida. Los chavales de ahora escuchan lo que hay pero no cogen la base del cante, parece que eso no interesa. Incluso yo echo de menos la bulería de Jerez, porque ahora todo es como un cuplé.
-No estaría mal que publicara esa Gran Antología del Flamenco que prometió sacar tiempo atrás.
-Estoy en ello y, si Dios quiere, en cualquier momento doy la sorpresa y saco eso para afuera. Como es una cosa mía, de mi propiedad, no hay casas de discos, ni ayuntamientos... pues lo voy a sacar cuando yo crea.
-¿Cómo ha sido trabajar con Javier Limón o con Alejandro Sanz?
-Una maravilla. Javier es una persona que te deja hacer y deja tal como están las letras populares de la soleá, la zambra, el martinete. Este disco lo hemos hecho entre los dos.
-Está a punto de empezar la gira.
-Sí, comienza el 30 de noviembre en el Gran Teatro de Córdoba, el 1 de diciembre cantaré en Granada y al día siguiente en Cádiz, en el Teatro Falla; el 3 de diciembre estaré en Madrid en el homenaje a Enrique de Melchor, el 18 de enero en el Palau de la Música de Barcelona, y el 31 de enero en el nuevo Auditorio Fibes de Sevilla. Haremos una gira por toda España y en abril o mayo nos iremos para América. Porque el flamenco es para el mundo.
-Afincado en Madrid desde los 13 años, por la tradición flamenca que lleva en su sangre, sin embargo, no podría haber sido otro más que José Mercé, ¿verdad?
-Nací en el barrio jerezano de Santiago, en la calle de la Merced, fui niño cantor de la escolanía de la Merced, monaguillo. Me he criado ahí y lógicamente me pusieron niño de la Mercé, un niño que luego rompió en José Mercé y muy orgulloso que estoy de todo ello. De haber nacido en un barrio muy humilde, pero con una riqueza de espíritu y de corazón increíbles. Pero ahora voy a Jerez y no me parece Jerez. Ya no existe ese olor de los guisos, que era muy bonito. La idiosincracia ha cambiado mucho, no hay esa armonía, con niños jugando en la calle. Y esa iglesia de Santiago, ¡qué pena me da y qué poca solución le veo! Provengo de una dinastía: mi bisabuelo Paco la Luz creó una seguiriya, mi tío es Manuel Soto Sordera, mis primos, mi familia... es lo que he mamado desde chiquitito. También los principios que recibes en tu casa desde niño valen mucho. Y el haber nacido en una ciudad como Jerez ya también tiene un premio.
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