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Retrato del joven Sakamoto

Salir al cine

Llega a Filmin en una nueva versión restaurada el documental de Elizabeth Lennard sobre Ryuichi Sakamoto en el Tokyo de los primeros ochenta. El Arte, otro documental repasa la carrera de The Cure hasta su mítico álbum ‘Disintegration’

Ryuichi Sakamoto (1952-2023) en una imagen del documental 'Tokyo Melody'.

El pasado 2024 nos dejó dos extraordinarios documentales póstumos y de tono testamentario sobre el compositor japonés Ryuichi Sakamoto, fallecido a los 71 años en marzo de 2023 como consecuencia del cáncer: en Opus, dirigido por su hijo Neo Sora, lo veíamos en un minimalista blanco y negro en solitario al piano tocando su mejor repertorio en la que sería su última aparición pública en un auditorio, ya con las huellas de la enfermedad muy visibles en su cuerpo, sus gestos y movimientos; en Ryuichi Sakamoto’s Last Days, para la cadena de televisión japonesa NHK, se recogían a modo de diario íntimo sus últimos meses y sus reflexiones postreras sobre la vida y el arte, casi hasta el último suspiro aunque siempre con una encomiable distancia antisentimental no exenta, a la postre, de la emoción propia de una despedida anunciada.

Dos documentales que venían a unirse a otros trabajos recientes sobre su figura y su fértil trayectoria, Coda (2017), de Stephen Nomura, que repasaba su carrera de manera retrospectiva hasta la grabación de su disco async, o Live at the Park Avenue Armory (2018), donde lo veíamos interpretar en vivo algunas piezas de ese mismo disco. Puede decirse así que la vida y el trabajo de Sakamoto han quedado ampliamente documentados por el cine y la televisión. Empero, Filmin nos regala ahora en una versión recientemente restaurada en 4K el que posiblemente sea el primero de los acercamientos audiovisuales a su carrera, o al menos el primero hecho desde Europa, sobre todo después de que el compositor alcanzara fama internacional tras haber compuesto la banda sonora para Feliz Navidad, Mr. Lawrence (1983), el filme de Nagisa Oshima donde el propio Sakamoto aparecía como actor junto a David Bowie o Takeshi Kitano.  

Sakamoto y David Bowie en una imagen de 'Feliz Navidad, Mister Lawrence' (1983, Nagisa Oshima)

Encargo del INA (Institute National de l’Audiovisuel) francés a Elizabeth Lennard, Tokyo Melody: un film sobre Ryuichi Sakamoto nos lleva a la capital nipona en pleno 1984, justo cuando el compositor preparaba su álbum Illustrated Musical Encyclopedia y era ya toda una estrella nacional e incluso un icono de la moda y la publicidad después de su paso por la exitosa Yellow Magic Orchestra y sus primeros pinitos en el cine. El joven Sakamoto, por entonces con 32 años y con una imagen muy cuidada, venía de estudiar música en el conservatorio y de coquetear con las vanguardias, pero sus miras hacia la esfera del pop y la electrónica de masas lo convertían en el prototipo del artista posmoderno por excelencia en un Japón volcado a las nuevas culturas urbanas y a la absorción de las modas y tendencias occidentales.

En cierta medida, este Tokyo Melody nos recuerda en su vertiente sociológica a otro documental como Tokyo-ga, dirigido por Wenders apenas un par de años antes y en el que el cineasta alemán buscaba de las huellas de Yasujiro Ozu y su cine en un país que cambiaba su superficie a pasos agigantados.

Todo ese contexto se cuela por los márgenes y en el fondo del retrato del artista emergente en plena acción y proceso creativo. Así, vemos a Sakamoto escribir al piano, ensayar en el estudio los temas que darán forma a su nuevo disco, grabar y regrabar una y otra vez los loops minimalistas y samplers de sus composiciones, controlar la mezcla y la edición de cara al resultado definitivo. Pero también lo acompañamos en sus paseos o en el taxi que lo lleva por la ciudad mientras reflexiona sobre la tecnología y su incidencia en la música, los cambios sociales y culturales en su país, las influencias de los grandes maestros como Debussy, Messiaen, Dutilleux, Cage o Stravinsky, o su admiración por un icónico David Bowie que le enseñó a gestionar su propia imagen sin dejar de ser fiel a sí mismo como forma de sobrevivir en el showbusiness.

'Disintegration': un álbum, una banda, una generación

The Cure sacaron disco (Songs from the lost world) a finales de 2024 tras 16 años sin nuevas canciones suplidos por giras y conciertos, justo a tiempo para ocupar los primeros puestos de las más selectas listas con los mejores álbumes del año, de Pitchfork a Rockdelux.

La leyenda de Robert Smith sigue, pues, intacta, más grande si cabe, casi 50 años después del debut de la banda salida de Crawley, una ciudad residencial cuyo aburrimiento burgués iba a marcar el espíritu disidente, punk y sombrío de aquellos primeros discos que apuntalaron su fama de culto para raritos, góticos e inadaptados.

De aquellos orígenes da buena cuenta este documental de origen alemán recién llegado a las plataformas de Arte, un trabajo que recorre los primeros años de la banda hasta aquel mítico disco Disintegration (1989) que anunciaba tanto un cierre de ciclo como la apertura de uno nuevo que sigue vigente hasta hoy para apuntalar esa doble faceta, entre la luz y las sombras, entre lo diurno y lo nocturno, entre la felicidad pop y la depresión, que forman parte ineludible del ADN del grupo.

The Cure

El origen alemán y la coincidencia de la caída del Muro de Berlín con el lanzamiento de aquel disco y sus primeros conciertos en aquel país en trance de reunificación le dan un valor añadido al clásico recorrido ortodoxo y compensan unas entrevistas y testimonios (colaboradores de la banda y fans incondicionales) algo limitados por el formato de la vídeo-llamada.

The Cure aparecen así como la punta de lanza de la apertura del Este al Oeste, el grupo liberador de identidades singulares y represiones políticas y culturales, en un documental ineludible para seguidores e ilustrativo y bien contextualizado para los que se inicien en la mitología.      

El regreso de ‘Old Boy’

Si ‘The Brutalist’ y ‘Flow’ son los dos grandes estrenos del fin de semana camino del Oscar, no es menos acontecimiento el regreso a las salas de la cinta que abrió el camino de apreciación internacional del cine nuevo cine surcoreano, aquella ‘Old boy’ que encandilara a Tarantino en Cannes 2004 y que descubría a Park Chan-wook como barroco estilista de la venganza. Veinte años han sido suficientes para agrandar la leyenda de un thriller arrebatador y visionario.  

Old Boy (2003, Park Chan-wook)

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