URBANISMO
Las dos rotondas infernales de Eduardo Dato y Kansas City

Esas rumbas tan flamencas

mapa de músicas

La enésima recopilación del trío más famoso de la rumba urbana madrileña nos ofrece las claves de un país en crisis y en tránsito. Ni más ni menos. ¿Les suena (la canción)?

Esas rumbas tan flamencas
Juan Vergillos

18 de enero 2015 - 05:00

Fueron los héroes de al menos dos generaciones. De la de la Transición, porque supieron captar los anhelos y las cuitas del día a día de esos tiempos inciertos. Pero no me refiero, claro está, a los que protagonizaron en primera persona la época, sino a un protagonista colectivo. La generación que se enfrentó al miedo y al desasosiego, pero también a la ilusión, de un tiempo que se acababa, de la crisis del petróleo, de un tiempo nuevo.

Eso hay en estas canciones, mucha rabia y mucho deseo: Libre quiero ser, Ni más ni menos, Mi condena cumplí, De la salud y la libertad, Libertad … Los protagonistas individuales de estos himnos generacionales son espejos de toda una sociedad que salía del yugo y oteaba el horizonte en busca de tiempos mejores. Claro que el día a día era muy duro: Te tienes que vender, Amor de compra y venta, Niña ¿por qué lloras?, Calla chiquitín… Y, por supuesto, la evasión, bien en la fiesta, Noches de Barcelona, Bailarás con alegría; o en las adicciones, La cachimba, ¿Qué tendrá Marbella?, Amor y ruleta.

Cada uno de estos títulos es un himno, la mayoría de los mismos firmados por Juan Antonio Jiménez Muñoz, alias Jeros, o "el del medio de los Chichos" en afortunada expresión de los Estopa, trágicamente desaparecido, como si se tratase de una de sus canciones, en 1995. Los otros dos miembros fundadores del grupo, Julio y Emilio González, continúan de gira 42 años después: anoche mismo cantaron en la sala Yangtsé de Sevilla.

Los Chichos no tenían que buscar mucho para encontrar la inspiración de esa realidad cruda, sucia, paupérrima, suburbial: Jeros compuso su primer éxito, Libre quiero ser, en los calabozos de la Puerta del Sol. El trío vivía y moría en uno de aquellos asentamientos periurbanos de aluvión del Madrid de la inmigración de los 60 y 80. El paro, la heroína, la delincuencia, el alcoholismo, la prostitución y la violencia campaban por sus respetos y entraban a borbotones en la música del grupo. Por vez primera, al menos desde 1939, la realidad se colaba en la música popular española. Porque los cantautores, desde los años 60, estaban en otra: ellos sí que fueron protagonistas en primera persona de nuestra historia, como saben. Los Chichos no renunciaron a ir a Eurovisión porque nadie les pidió que fueran. Tampoco visitaron a Rafael Alberti en Roma ni cantaron en el Olympia parisino. No eran militantes del partido sino de la miseria.

Ellos mismos o sus vecinos, que nunca fueron a la cárcel por razones políticas a no ser que se considere como tales el robo por tirón, eran los protagonistas de su historia. Verdad de a puño, más allá de la corrección gramatical o política. Es la Transición que no han contado las series de televisión que explotan la nostalgia. Encontrarse con la música de Los Chichos es encontrarnos con nosotros mismos, los niños que entonces éramos.

Estas rumbas tan flamencas, de las que ofrece una selección este disco doble, son no sólo el resumen de la historia de la música popular en España sino la historia misma de este país, de los autos de choque a la crónica negra: El Vaquilla, Campo de la Bota … En A dos amigos se une la tragedia con la amistad y la crónica flamenca ya que en ella Jeros glosa la muerte de Farruquito, el hijo del bailaor Antonio Montoya Farruco, fallecido siendo un adolescente en un accidente de moto.

La edición recoge al completo Y esto es lo que hay de 1989, la última interpretación de Jeros junto a los hermanos González e incluye, por vez primera, una pista de vídeo con fragmentos del recital en directo del que procede el disco, producido por Joaquín Sabina. En ella podemos ver al propio Sabina junto a La Luna les canta, Carlos Cano o el tocaor Gerardo Núñez acompañando al mítico trío. Incluye abundante material gráfico de enorme interés aunque para datar las canciones hemos tenido que recurrir a los magníficos blogs de los aficionados a la banda, ya que tanto el disco como la página oficial del grupo ofrecen escasa información al respecto.

No sé si la España de los 80, época en que Jeros abandona el grupo a consecuencia de una larga crisis artística del mismo, patente en los dos últimos trabajos en estudio de la banda, estaba preparada para Los Chichos. La música de Jeros, y Emilio y Julio González era directa, como sus letras, suburbial y pobre, y España entonces empezaba a tener pretensiones de rica. La música de Los Chichos fue mermando en calidad incluso en sus arreglos ya que la brillantez de los vientos y las cuerdas de los primeros discos, cuyos arreglos firmó el clásico Torregrosa, cedieron ante la caja de ritmos y el sintetizador.

De la potente línea de bajo de La historia de Juan Castillo pasamos al teclado lánguido de Ojos negros, una de las composiciones menos inspiradas de Jeros. Lo cierto es que su último gran disco es Yo, el Vaquilla, la banda sonora de la película homónima firmada por José Antonio de la Loma, el canto de cisne del gran artífice del cine quinqui, denostada tendencia fílmica a la que se sumó en esa época el mismísimo Carlos Saura. La España de Almodóvar, Alaska y la Movida sepultó definitivamente a Los Chichos. Pero no del todo, claro. Ellos siempre tuvieron una vocación popular, marginal, de carretera. Su música se siguió vendiendo masivamente en los expositores de cassettes de los bares y la abundancia de anónimas y desinteresadas páginas de internet dedicadas al grupo, y lo completo de la información contenida en las mismas, salvando alguna libertad gramatical, da fe de ello. Les recomiendo que no se pierdan el forojerista.es. Esta recopilación nos da de bruces con nuestra historia y, quizá, con un presente menos colorista de lo que desearíamos. La rumba rabiosa, sucia, marginal, canalla, quinqui, libertaria. Y flamenca, claro está.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Mufasa: el Rey León | Crítica

El hiperrealismo mató a la fabula

Equipaje de mano | Crítica

Thriller con pinganillo

Lo último