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Rubén Guerrero, el pintor que odiaba aburrirse

Arte

El CAAC dedica al sevillano, hasta septiembre, una exposición con un centenar de obras entre pinturas, dibujos y maquetas y en la que el artista recorre sus diez últimos años de trabajo

Rubén Guerrero, ante dos de los cuadros que expone en el CAAC. / José Ángel García

La ficha

'Rubén Guerrero. Voluntad de objeto'. En el CAAC, hasta el 11 de septiembre

"Rubén Guerrero es un creador de imágenes reconocibles, de aquellas que al cerrar los ojos antes de dormir pueden aparecer en tu memoria sin saber muy bien de dónde vienen", escribe el crítico Juan Canela sobre la obra del pintor sevillano (Utrera, 1976) que, igual que anteriormente hicieron creadores como María Cañas, Salomé del Campo o Abraham Lacalle, protagoniza ahora una exposición de media carrera en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). "Imágenes compuestas de formas, colores y tonos", prosigue Canela, "que, sin terminar de saber bien qué son, te transportan a lugares familiares, o al menos a recuerdos de cosas que has visto o de espacios en los que has estado. Sucede que, al contemplarlas, uno se pregunta su procedencia, cuál es su origen, cómo se conforman. Suelen ser imágenes intrigantes que levantan el interés. Reconocemos ciertas formas, pero no las terminamos de identificar", analiza el especialista.

Consagrado desde hace tiempo como uno de los nombres fundamentales de su generación y un referente de la pintura española, Guerrero repasa en el CAAC, hasta septiembre, su producción artística de la última década, en una muestra en la que más allá de exhibir esa obra rotunda y sugerente comparte también con los visitantes sus métodos de trabajo y las maquetas que construye como un paso previo a sus cuadros.

Fue el cineasta Lars Von Trier quien le inspiró el título de su exposición, Voluntad de objeto. "En una entrevista", cuenta el artista, "el director decía que debías respetar la materia de la que se dispone. Que si partes de un material sigas con eso, no impongas otra cosa de forma rígida. Esa idea me interesó. Y el título puede tener también otra lectura: hay una voluntad de los objetos de convertirse en pintura, y de la pintura de convertirse en objeto", señala Guerrero, en cuyas creaciones laten las referencias más dispares: la colorida cortinilla que abría la serie de animación Looney Tunes, el traje cilíndrico con el que actuaba Hugo Ball en el Cabaret Voltaire, las marionetas que Paul Klee tallaba para su hijo Félix o el universo de otros artistas como Mondrian y José Miguel Pereñíguez, puntos de partida para una aventura en la que se cita con lo inesperado –"no trabaja con un concepto a priori, porque confiesa que acaba aburriéndose", informan desde el CAAC–, la chispa que una vez prendida llevará a la reflexión y al rigor. "Parece que sólo habla de pintura, pero en sus trabajos siempre hay capas y capas de información, multitud de lecturas", apunta la galerista Olga Adelantado, que asistió la pasada semana a la inauguración de la muestra.

Una obra inspirada en Paul Klee y Hugo Ball. / José Ángel García

Guerrero, presente en colecciones como Related Group Collection (Miami), Sammlung Friedrichs (Bonn) o la Fundación Caixa (Barcelona), exhibe por primera vez las maquetas que diseña como fase previa para la realización de sus cuadros. "Son como unas muletas en las que me apoyo para pintar, pero no se trata de un ejercicio de traslación y copia, no me interesa reproducir esa maqueta tal cual. Necesito que pasen cosas en la pintura, a veces me planteo problemas mientras estoy con ella", advierte el artista. Juan Antonio Álvarez Reyes, director del CAAC y comisario de la exposición, añade que no por casualidad se han colocado estas maquetas en horizontal y separadas de las pinturas en las que se materializarían, "para evitar la comparación directa, no queríamos eso. Es más como una información complementaria".

Una de las maquetas. / José Ángel García

Al periodista cultural y crítico Joaquín Jesús Sánchez le sorprendió este modus operandi al visitar el estudio del pintor. "Viendo la pintura de Guerrero, uno no se imagina que utilice modelos. Grandes superficies de colores planos, formas que se pliegan, como si fuesen carteles despegados o telas colgadas; multitud de elementos geométricos, el uso de colores vibrantes y de elementos de contraste para generar profundidades repentinas. Es sorprendente, como digo, descubrir que estas imágenes están planificadas en artefactos armados con la cacharrería más variopinta; que el airecillo de tramoya que hay en sus cuadros esté pintado del natural", afirma el investigador.

“Habla de pintura, pero sus obras tienen muchas capas”, dice la galerista Olga Adelantado

Una de las salas de Voluntad de objeto se centra en los dibujos de Guerrero. "Algunos de ellos se vieron, de forma tímida, en una exposición en Madrid, pero es la primera vez que muestro una selección tan grande", reconoce el autor, que percibe el dibujo y la pintura "como procesos independientes, puede que algo que haga en papel repercuta en el lienzo, pero no suele pasar".

Guerrero, que se alió con el veterano Luis Gordillo y con Miki Leal en Tríplex,Miki LealTríplex una exposición que se pudo ver en el Espacio Santa Clara y en la que los tres artistas llegaban a compartir lienzos y firmar obras conjuntas, continúa la "tradición pictórica" que siempre ha predominado en Sevilla. "No sé de dónde viene que en esta ciudad haya tantos pintores, aunque en mi caso se trata de una historia familiar. Sea como sea, hay muchas galerías españolas que recurren a artistas de aquí", declara.

La sala dedicada a los dibujos de Guerrero. / José Ángel García

El crítico Ángel Calvo Ulloa, por su parte, advierte que en el recorrido que plantea el CAAC la obra de Guerrero se ha ido decantando hacia el despojamiento. "Su proceso ha ido, en los últimos diez años, depurando su evolución formal en búsqueda de la reducción de los motivos al máximo. Si echamos un vistazo a algunos trabajos anteriores, las composiciones pasaban entonces por la inclusión de detalles extraídos de fotografías no necesariamente suyas", opina el estudioso, que compara las maquetas de Guerrero, "configuradas para no aportar una excesiva tridimensionalidad", con los decorados evocadores de los spaghetti westerns, esas fachadas tras las que se intuía "la vida de los personajes".

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