ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica
La ROSS arde y vibra con Prokófiev
ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica
REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA
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Temporada 2024-25. Gran Sinfónico 4. Solista: José María Gallardo del Rey, guitarra. ROSS. Director: Karel Mark Chichon.
Programa
Noelia Lobato (1986): Ariel, el espíritu del aire [2015]
Joaquín Rodrigo (1901-1999): Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta [1939]
Serguéi Prokófiev (1891-1953): Romeo y Julieta Op.64 (selección de las suites I y II): Montescos y Capuletos / La joven Julieta / Madrigal / Minueto / Máscaras / Escena del balcón / La tumba de Romeo y Julieta / Muerte de Tebaldo [1935-36]
Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 21 de noviembre. Aforo: Tres cuartos de entrada.
No creo en la genética de las orquestas, pero en la temporada del debut de la ROSS, allá por 1991, uno de los conciertos que me dejaron huella fue justo con un Romeo y Julieta de Prokófiev. Esta vez fue una selección de ocho números extraídos de las dos primeras suites que el compositor sacó del ballet (hizo una tercera diez años más tarde) lo que levantó un concierto con una primera parte algo alicaída. Desde los sforzandi que Karel Mark Chichon –el maestro londinense criado en Gibraltar que debutaba con la orquesta– sacó de la cuerda en Montescos y Capuletos, el conjunto vibró literalmente con la música, mezclando pasión y lirismo (Escena del balcón), ligereza y coquetería (La joven Julieta) y un nervio y una tensión notables en números como La tumba de Romeo y Julieta o la Muerte de Tebaldo, con la que terminó el concierto, números marcados por una finísima articulación y apreciables contrastes dinámicos, compatibles con un mantenimiento de la claridad de los planos (estupenda en la escena de amor). Acaso sólo un arranque un tanto descontrolado del Minueto afearan una interpretación más que brillante en la que el maestro británico mostró un gesto siempre muy expresivo, visual, por momentos casi pictórico.
Antes Gallardo del Rey había dejado un Concierto de Aranjuez impecable en lo técnico, por articulación y digitación, con sus típicos floreos aflamencados bien integrados en la línea de la obra, pero de una frialdad que contagió a la orquesta (o fue al revés). Un Rodrigo, que sin duda fue el que convocó a más gente de la habitual al abono, sin mucha historia. Para empezar, el Ariel de Noelia Lobato se hizo más interesante cuanto más se separó del aire a banda sonora con el que la obra comienza y sus armonías se rarificaron en un ambiente sonoro de atractivas penumbras. Chichon, que estrenó la obra en 2015, se esmeró en cuidar cada matiz tímbrico de una orquesta que le respondió sin disensiones.
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