Rosario Flores en Sevilla: el triunfo de la alegría

Un público extasiado arropa a la cantante en un concierto apoteósico que incluyó una veintena de grandes éxitos

Rosario Flores el sábado en el Cartuja Center
Rosario Flores el sábado en el Cartuja Center / José Ángel Muñoz

La alegría, ese estado de ingravidez, de presente absoluto, tiene una mensajera irrepetible en Rosario Flores. La noche del sábado se la trajo a raudales a las dos mil almas que llenaban el Cartuja Center CITE. Un ánimo que se enuncia en su eterna sonrisa, en un su porte indómito, en la hipnótica cadencia de su baile. Cuando alcanza el éxtasis, esa alegría se vale de un léxico que puede ser tan ligero e inconsistente como un "uyuyuy mi gato", un "tarachuru ruchuru" o un "pim pom fuera" que se explican por sí solos; y nos invitan a entregarnos al unísono, despreciando el servicio de nuestros asientos, a esos estribillos con la furia de quien anhela elevarse sobre la realidad y celebrar a Rosario a golpe de cadera, de tembleque de rodillas, de vuelo de melenón.

Como invocando esa energía, a la madrileña se la recibió en pie y con palmas por bulerías; y se la despidió dos horas después con el alma en la garganta, coreando su nombre y suplicando que vuelva pronto a este suelo que piropeó y acabó besando: "mi Sevilla de mi alma, gracias por sentirme, por hacerme artista". Venía Rosario a presentar Universo de Ley, su más reciente álbum, donde retoma sus mayores éxitos en colaboración con los grandes nombres del pop en español: de Alejandro Sanz a Sebastián Yatra, pasando por Maná y hasta Fito Páez. Una nueva vida para canciones tejidas con los rasgos del rock, la rumba, la bossa nova, el flamenco o el funk, que anoche defendió una banda de diez excelentes músicos, en una excusa perfecta para fundirse con el respetable.

Mi gato fue el primer hit de la veintena de canciones que iban a hacer las delicias de un público maduro y tremendamente fogoso, que la ovacionó largamente después de cada tema, en una muestra de cariño que emocionó a Rosario, tal y como reconoció después de dedicar El son del tambor a la memoria de su padre, Antonio González El Pescaílla, "el rey de la rumba catalana". Sudaba para entonces todo el graderío, que después de un arranque de alto voltaje rumbero, se templó con la suavidad de la melodía de Sabor Sabor, un tema que bien podría firmar Juan Luis Guerra.

Un interludio que incluyó las bulerías de dos bailaores, dio paso a un tramo más íntimo del concierto, con La Gaviota cantada en acústico, y la posterior colaboración de Soleá Fernández, quien fuera nuestra representante en Eurovisión Junior, con la que interpretó Gloria a tí, una balada a compás de bulería que es todo dulzura. El rock descarado de Mucho por vivir elevó la intensidad, que continuó con Estoy Aquí. Recalamos un instante en Agua y sal, pra coger aire antes del aluvión sentimental que iba a formar el tramo final del concierto, pues ahí esperaban Qué bonito, "la canción por la que se me recordará", y Cómo quieres que te quiera, que incluyó en playback la voz de Sebastián Yatra.

Para despedirnos, Rosario jugó a extasiarnos con una avalancha rumbera formada por Escucha primo, Una casa en el aire y el cénit de Muchas Flores, que daba a un Cartuja Center enloquecido apariencia de caseta de distrito a altas horas de la madrugada, hasta invocar la patá por rumba que salió a darse el Farru, padre de Soleá. Obligada a los bises, Rosario ofreció la coda de Te quiero te quiero, que el público hizo suya con linternita de móvil y balanceo de brazos, y por supuesto No dudaría, un himno patrio que la obligó a saludar repetidamente hasta que por fin, liberada ya del peso de su mensaje, Rosario nos dejó exhaustos, alegres y echándola de menos.

stats