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"Los libros feministas mediocres tienen derecho a ocupar la primera línea editorial"

Rosa Berbel | Poeta

La joven escritora estepeña ha ganado el Premio Antonio Carvajal por su debut, 'Las niñas siempre dicen la verdad', un libro que cautivó a Fernando Aramburu y que acaba de quedar finalista del XXV Premio Andalucía de la Crítica que se fallará el próximo mes de mayo

La escritora Rosa Berbel (Estepa, 1997). / Carlos Gil
Isabel Vargas

12 de febrero 2019 - 06:10

Una mezcla de asombro y fascinación asoman cuando una servidora lee a Rosa Berbel (Estepa, 1997). Su debut, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018), muestra a una autora honesta, lúcida, honda y directa. En su poesía hay espacio para el desencanto, el humor negro, lo colectivo. Pero no para el yo, los sentimentalismos baratos o los peliagudos ejercicios estilísticos de los que presumen otros autores.

Afincada en Granada, la joven poeta sevillana habla en su primer libro del tránsito a la adultez, del mundo inhóspito que nos espera ahí fuera, de la precariedad en la que vivimos, de ser mujer en el siglo XXI, de esa ansiedad que muerde a los jóvenes. La escritora, Premio de Poesía Antonio Carvajal por este debut, acaba además de quedar finalista del XXV Premio Andalucía de la Crítica que se fallará a mediados del próximo mes de mayo.

-Habla de cosas durísimas en el poemario. ¿Los poemas surgen de una herida?

-Eso de hablar de cosas tan duras que quizá no me ha tocado vivir surge de una idea de poesía que tiene menos que ver con lo confesional y más con una construcción como ficción. Con proyectar situaciones, que aunque no las viva en primera persona sí que las veo en mi entorno y me interpelan de una manera u otra. Lo que escribo parte de entender la poesía no como un ejercicio de ir al psicólogo, sino como una construcción que va más allá de mí.

-Precisamente tengo por aquí unos versos a propósito de lo que dice: "Tenemos casa, hijos y demasiado miedo / a la muerte, a los contratos temporales, […] / Tenemos cuarenta años y un país que no nos nombra". Menuda radiografía hace de la clase media española...

-Ese poema, titulado Planes de futuro, describe la realidad que viven mis padres, esa generación a la que la crisis le ha desmontado las expectativas. Aunque también sirve para canalizar toda esa ansiedad que sentimos los jóvenes de mi generación, que vive esa encrucijada entre acabar los estudios e iniciar la vida adulta, y a la que nos angustia mucho vernos así en 20 años.

-Ha elegido un oficio muy precario, el de la escritura...

-La ansiedad de la que hablaba es generacional, y también contextual de los últimos años que hemos vivido. Es difícil vivir de la literatura, pero precisamente eso te da un espacio de libertad y de menos ansiedad que lo que me puede producir pensar en cual será mi trabajo estable dentro de 20 años. Afronto la literatura más que como algo de lo que vivir, como una actividad que me da mucha libertad, me permite crear y mezclar todas las cosas que me interesan.

-"No hay en sus versos raramente tranquilos coquetería de estilo, ni exhibición de músculo retórico, ni expansiones elegíacas, ni ese sentimentalismo de miel adolescente que hoy, para muchos, equivale a la poesía", escribió Fernando Aramburu en una columna sobre usted. ¿Cómo forja uno el estilo?

-El estilo es una cosa que va cambiando, que va evolucionando. No debemos caer en la zona de confort. Me han influido mucho poetas granadinos, autores de mi entorno, como Erika Martínez, Andrés Neuman, Juan Domingo Aguilar; y clásicos como Wislawa Szymborska y José Ángel Valente.

La joven autora reside en Granada, donde cursa estudios de Literatura Comparada. / Carlos Gil

-Está haciendo el grado de Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada. ¿Le ha influido en su escritura tener que estudiar a muchos autores de estilos y países muy diferentes?

-Sí. La perspectiva de la literatura comparada, más allá de la perspectiva de la filología, que es quizá más restringida, te da una mirada sobre el hecho literario que va más allá de la literatura. Te permite además nutrirte y dialogar con otras artes como el cine, la música. Eso es muy interesante.

-Recomienda en su poemario no olvidar los orígenes. "Escarba, si es preciso, la tierra de los parques / con manos de urbanita", escribe. ¿Qué ha aprendido de sus orígenes, de su padre y de su madre?

-Yo creo que todo. Mi padre y mi madre son de pueblos muy pequeños. Ellos me han transmitido esa admiración, ese amor por lo rural. En los pueblos pequeños se crea esa red de culturas, de cuidados. Sustentan parte de la economía aunque muchas veces se los menosprecien y se hable de la España interior, esa España vacía.

-Teje una serie de relatos poéticos con la mujer como protagonista en su libro. Hay una frase que impacta: "Nadie nos va a creer / decimos / fuera de aquí nadie nos va a creer". ¿Cuántas veces a lo largo de su vida la han cuestionado por ser mujer?

-Creo que todas las mujeres lidiamos con el machismo de una forma u otra en nuestro día a día. En el mundo de la cultura también hay mucho machismo. Se nota en ciertas actitudes paternalistas que no veo que se tengan hacia los hombres. Veo que lo hacen también con otras compañeras escritoras. El poemario parte de lo que significa ser mujer en el siglo XXI. Nosotras lidiamos con todas esas taras y esos lastres que implica ser mujer, tanto la que escribe como la que no, en un sistema patriarcal.

-Algunas editoriales se están subiendo al carro del feminismo con tal de vender. A diario nos llegan ensayos feministas infumables. ¿Qué opina de este fenómeno?

-Es interesante que sean las mujeres las que tomen la voz, y las que hablen de experiencias femeninas. Pero es cierto que el feminismo está siendo absorbido por el mercado completamente, también por el mercado editorial. Los relatos feminismo y todo este boom de la literatura feminista tiene que pasar por un filtro. No se puede publicar todo a cascoporro. Aun así, es interesante que se publiquen este tipo de cosas. Los libros feministas mediocres, al igual que los libros machistas, tiene derecho a ocupar la primera línea editorial.

-El poeta granadino Jesús Montiel decía en una entrevista reciente que "el fenómeno de los jóvenes poetas best-seller es la constatación de nuestra ruina". Él se refería a los grandes fenómenos poéticos nacidos al calor de las redes sociales, el click fácil y la cursilería llorona. ¿Ha sentido el recelo de algún autor consagrado?

-Es cierto que debido a esto de las redes sociales, a estos poetas con tantos seguidores, hay quizá un descrédito general hacia la poesía que hacen los jóvenes. Pero creo que la poesía joven va más allá del número de seguidores, de las redes sociales y de esas cabezas más visibles. Es algo mucho más profundo y que abarca mucha gente que está haciendo cosas muy interesantes. La poesía joven goza de buena salud.

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