Romeo y Julieta: un amor trágico en los años de la Guerra Civil
Teatro
La célebre tragedia de Shakespeare, dirigida y adaptada por Alfonso Zurro, se estrena este jueves en el teatro Lope de Vega, donde se podrá ver hasta el próximo día 13
A golpe de aplausos y de reconocimientos, la compañía Teatro Clásico de Sevilla se ha ido ganando con los años un merecido prestigio en el panorama teatral español. Una posición que lo lleva ahora, después de haber agotado las localidades en muchísimas funciones, a habitar durante diez días, del 3 al 13 de octubre, con su última producción Romeo y Julieta, el teatro Lope de Vega.
Su flexibilidad de compañía no estable le permite al núcleo que la mantiene y la impulsa, los productores Noelia Díez y Juan Motilla, elegir a los profesionales más idóneos para cada obra que deciden interpretar, si bien el éxito alcanzado por sus producciones y el entendimiento que ha nacido entre los profesionales que las han hecho posible, hace que muchos de ellos repitan título tras título hasta constituir un verdadero equipo.
Así ha sucedido con numerosos actores y con los que están fuera de la escena, como Alfonso Zurro, autor de la versión y la dirección, el escenógrafo Kurt Allen Wilmer, orquestador de las acciones con sus siempre dinámicas escenografías, el iluminador Florencio Ortiz, el músico Jasio Velasco o las diseñadoras de vestuario Carmen y Flores Giles.
Grandes profesionales que llevan meses trabajando para que los nueve actores que componen el elenco puedan hacerle llegar al público el cúmulo de emociones que contiene el texto de Shakespeare. O, como dice Alfonso Zurro, "para hacer que esas maravillosas palabras que nos envuelven, nos dominan y nos apasionan lleguen al espectador de hoy con la misma fuerza con la que se escribieron en el siglo XVI".
Tras los éxitos obtenidos (varios premios Lorca, Max, Fetén, Ade... y numerosas nominaciones) con piezas anteriores como La estrella de Sevilla, Hamlet, La Principita o Luces de Bohemia, la compañía sevillana asume ahora el reto de afrontar tal vez la pieza más popular del autor inglés, debido entre otras cosas a la enorme cantidad de versiones a que ha dado lugar: ballets como el de Prokófiev, óperas como la conocida Capuleti e Montecchi de Bellini, películas como la de Franco Zeffirelli de 1968 o la de Baz Luhrmann de 1996 (con Leonardo di Caprio en el papel de Romeo), o versiones televisivas como las de Estudio 1 (1972), protagonizada por Ana Belén y Tony Isbert, por no hablar de secuelas tan hermosas como el musical West Side Story (en cartel esta temporada en el Teatro de la Maestranza) o la imprescindible película de Rovira Beleta Los Tarantos (1963).
La pieza, como subraya Noelia Díez, se ha visto poco en los escenarios españoles. Sus numerosos personajes y las muchas tramas secundarias que caracterizan el teatro de Shakespeare ha hecho realmente difícil llevarla dignamente a escena, aunque el reto mayor sin duda es siempre el de encontrar a la pareja protagonista: dos actores muy jóvenes, pero con la experiencia suficiente como para afrontar tan ardua tarea.
Para lograrlo, Teatro Clásico de Sevilla organizó una audición a la que se presentó más de un centenar de aspirantes de todo el país. Los elegidos fueron Ángel Palacios, un joven asturiano que se vino a Sevilla para realizar el Laboratorio teatral que cada año organiza el Centro TNT, y Lara Grados, quien tras terminar en Sevilla los estudios de Arte Dramático, afronta con una enorme ilusión (y según cuenta, sin fijarse demasiado en otras julietas para que el personaje sea completamente suyo) el papel más importante de su aún breve trayectoria. Ambos destacaron la ayuda recibida del equipo durante el proceso de ensayos, sobre todo del director y de los actores más veteranos.
Cuatro de ellos son intérpretes habituales de la compañía: Manuel Monteagudo (Fray Lorenzo), Antonio Campos y Rebeca Torres (matrimonio Capuleto) y Amparo Marín que interpreta al Ama. Completan el elenco José Luis Bustillo, Santi Rivera y Luis Alberto Domínguez.
Respecto a la versión, Zurro dice que ha eliminado solamente a los personajes "más irrelevantes", respetando al máximo el poético texto original, aunque aspira a que "el público tenga siempre referencias contemporáneas". "Por eso he sacado la acción de Verona para llevarla a un país muy parecido a España durante los años 30 del siglo XX", explica.
Dice además el premiado director que, al igual que sucedió en la versión de Peter Brook, es la violencia, y sobre todo el odio, el verdadero motor de la obra: "Ya en el prólogo dice el autor que ésta es una historia de amor y de odio, que son las palabras que más se repiten a lo largo de la obra. Aquí hemos querido subrayar lo que puede ocurrir, lo que se puede destruir cuando se siembra odio. Porque si bien el amor y el lenguaje han cambiado radicalmente desde el Siglo de Oro, el odio se sigue cultivando hoy de la misma manera".
Desde esa perspectiva, no es la primera vez que Romeo y Julieta salen de Verona para enfrentarse, por ejemplo, al conflicto árabe-israelí o al apartheid sudafricano. En esta versión, su amor naufraga forzosamene en un país que se divide sin remedio y en el que el hermano está dispuesto a matar al hermano.
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