La memoria forzada

Rita | Crítica

Sofía Allepuz y Paz Vega en una imagen del filme.
Sofía Allepuz y Paz Vega en una imagen del filme.

La ficha

** 'Rita'. Drama, España, 2024, 94 min. Dirección y guion: Paz Vega. Fotografía: Eva Díaz Iglesias. Música: Pablo Cervantes. Intérpretes: Sofía Allepuz, Alejandro Escamilla, Paz Vega, Roberto Álamo, Daniel Navarro, Paz de Alarcón.  

Para su debut en la dirección, Paz Vega se pone las gafas de pasta de autora joven buscando en la memoria autobiográfica de su infancia la materia prima para sintonizar con ciertas corrientes femeninas del último cine español y, de paso, sumarse al carro de la denuncia de la violencia de género y el régimen patriarcal como banderas inevitables de toda película que se precie de ser producida y recibida sin problemas.

Rita juega un doble y peligroso juego de puntos de vista entre la infancia inocente y de descubrimiento y un mundo adulto marcado por el maltrato, los abusos y el sometimiento de la mujer en el matrimonio. En su primera faceta, la película funciona más bien como una antología de recuerdos cotidianos (los juegos, los objetos, las costumbres…) sobre la Sevilla de barrio popular y clase trabajadora de los años ochenta, todo con su correspondiente tono sepia, su formato cuadrado, su mirada impresionista a ras de niña y su ambientación minimalista que permita la recreación de época sin demasiados esfuerzos de producción.

En la segunda, empero, el personaje del marido taxista que encarna Roberto Álamo apenas necesita una primera escena para apuntalar con trazo grueso un carácter violento que no va a hacer sino crecer hasta el desenlace mientras la esposa (Paz Vega en modo autosacrificial y sin maquillaje) y los dos niños (angelicales Sofía Allepuz y Alejandro Escamilla) asisten entre el temor, la ocultación y el desconcierto al desmoronamiento de una familia anclada más bien en un modelo arquetípico que en una realidad singular de aquel momento.

Así, de una perspectiva a otra, entre el coming of age y el panfleto retroactivo, Rita va calentando el ambiente adulto al tiempo en que idealiza la mirada infantil, en una estrategia que se antoja tan artera como manipuladora en los propósitos sensibles de un filme que, como no podía ser de otra manera, se cierra con una dedicatoria para que no quede la menor duda de su mensaje

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