Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
España se juega mañana el pase a la semifinal de la Eurocopa con el objetivo de vencer –por primera vez en su historia– a la selección anfitriona. Esto no es ni mucho menos una crónica futbolística, pero el arranque sirve para recordar a un jovencísimo Ricky Martin, de apenas 27 años, enfundado en pantalones de cuero y pegando caderazos a diestro y siniestro, convirtiendo La copa de la vida en himno del Mundial de Francia en 1998. Este éxito –“¡Tú y yo! Allez, allez, allez”– supuso un antes y un después para la carrera del puertorriqueño y para la historia de los himnos en eventos deportivos de calibre internacional. Ayer Sevilla fue partícipe de la euroforia que el intérprete –no pasan los años por su cincelada figura– sigue desparramando sobre el escenario. No sólo es cantante, no sólo es bailarín y no sólo es animador de eventos. O más bien sí. Es una amalgama de todo. Sin dejar de lucir una sonrisa a medio camino entre el canallismo galán y el compadreo verbenero consiguió que más de 9.000 personas cayeran rendidas a sus encantos y subió las temperaturas –más si cabe, preparen abanicos y botellas de agua– en la Plaza de España.
En la ciudad arrancó su gira Ricky Martin Live 2024. Un recorrido por las carreteras de la península durante julio. Afirmó recientemente que prepara dos tipos de conciertos: uno más tranquilo que apuesta por las baladas y el romanticismo y otro que se asemeja "a un circo". Lo de ayer fue –efectivamente– una muestra de la segunda opción.
Salió a las 22:39 con música épica y un vídeo con todos sus videoclips, etapas y enclaves en los que ha tocado –parece que se lleva esto de hacer el repasito de rigor– y arrancó la fiesta con "Que como decía mi madre bailando todo se arregla". El intérprete salió de riguroso negro con traje de chaqueta y pantalón de pata ancha.
La cosa era "montar un circo" y pasó de unir "los corazones" con Pégate a una descripción exhaustiva de María. Claro, público enloquecido con el clásico estribillo –de bodas, bautizos y comuniones– que dice “un, dos, tres, un pasito pa’lante María”. El espectáculo acababa de empezar y ya estaba sacando la artillería pesada. Sonidos de alarmas policiales para cantar la inconfundible Adrenalina. Con unos asistentes enfervorecidos, el cuerpo de baile –tres mujeres y cuatro hombres– lo dio todo en un arranque memorable.
“No saben la alegría que me da estar aquí. Mi primer concierto de la gira de verano por España tenía que ser en Sevilla”, dijo el cantante –que, de repente, salió con una gabardina plateada a pesar de la alerta naranja– y recordó la primera vez que pisó el real para quedarse “hechizado”. “Vamos a recordar mi historia, porque ustedes han sido parte de ella. Quiero que cantemos toda la noche, la pasemos bien y seamos felices”, enfatizó el puertorriqueño y bajó el ritmo para presentar Vuelve. Tema en el que destacó enormemente un maravilloso solo de guitarra.
Fuera gabardina y vuelta al lío de caderas con Shake Your Bon-Bon para pasar a preguntar a Lola “¿pa dónde vas?” y culminar “dando media vuelta” con La bomba. Aquí no se para. “Vamos mi Sevilla, unidos por la música” animaba el showman. Incombustible –más de uno, entre los que la cronista se incluye, estaría cansado con esta primera media hora–, se lanzó a cantar She Bangs animando a los presentes a mover los brazos a su son.
El “tengo millas de vuelo para ir a Pluton, tengo un club de fans en la Luna” de Asignatura pendiente dio paso al tramo más baladero en el que también interpretó Disparo al corazón y A medio vivir. Esta última con toques de jazz y con un Ricky bailando con el trompetista a distancia. Estampa curiosa. Enlazó con Fuego de noche, nieve de día y con Te extraño. Todo grandes –y antiguos– éxitos de un joven sufridor que vive en el perpetuo desamor.
“¿Otra o nos vamos pa casa?”, bromeó la carismática superestrella para seguir con el tramo melódico de Tal vez. Finalizo con Tu recuerdo con bailecito flamencobachatero incluido. Ahora sí que se escuchó al público entonando ese inconfundible “Tu recuerdo sigue aquí / Como un aguacero”.
Y ahora sí, tralla final. Último cambio de ropa para desatar la locura con La mordidita. Todo el público saltando en menos de un minuto. Caderas descontroladas con Por arriba, por abajo para alcanzar la dislocacion con Vente pa’ca y –por supuesto– con Livin’ la Vida Loca. Terminó como empezó esta crónica. Recordando esos 27 años con los que hizo historia gracias a La copa de la vida. Han pasado casi 30 desde entonces y mantiene el poder de seguir haciendo bailar y cantar al que disfruta de sus espectáculos. Como dice la canción, “El mundo está de pie ¡Go, go, go! Allez, allez, allez”.
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