Richard Ford: un hombre en los pasillos del hotel de la vida
Literatura
El autor de ‘El periodista deportivo’ y ‘Canadá’, uno de los nombres capitales de la narrativa actual, participa en el festival Escribidores
El olvido en vida
Un museo a base de poemas
Son muchos los lectores, también los especialistas, que citarían a Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944) como uno de los nombres capitales de la literatura actual, pero el autor de El periodista deportivo o Canadá admite que eligió su profesión por descarte. "Tenía 23 años, iba a casarme con Kristina, era el momento de decidirme y todo lo que había hecho antes se me daba mal", resumió, con humildad e ironía, el norteamericano en una conversación en la sede sevillana de la Fundación Unicaja, programada dentro de su participación en el festival Escribidores que también llevó esta semana al narrador a Málaga.
Pese a la falta de ínfulas con que despacha su vocación, Ford mostró en todo momento, en su charla con Raúl Tola, director de la Cátedra Vargas Llosa, el compromiso con su obra, esa intuición de los creadores para encontrar el oro que arrastra el río de la vida. El norteamericano lleva consigo siempre, allá donde va, una libreta en la que apunta reflexiones y esboza escenas de sus próximos libros. Este viernes desveló ante el auditorio unas líneas que había anotado esa misma mañana, en el desayuno: en su inventiva cobraba relieve una figura, el "decano de una facultad pequeña, el drama que podía estar experimentando: tiene miedo de que lo despidan", expuso mientras leía su cuaderno. Su paso por Escribidores fue una lección magistral de literatura y un testimonio fascinado por las contradicciones y los enigmas del ser humano.
Ford está descubriendo en estos días, junto a su esposa, el sur de España. "Como mi editor estaba en Cataluña, siempre he ido para allá", dijo el novelista, que también viajó a Oviedo en 2016 para recoger el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Esta nueva expedición le ha permitido desplazarse a un destino por el que albergaba curiosidad: Gibraltar. "No sé muy bien por qué quería ir allí, pero me atraía", aseguró. "Esa colisión de culturas es siempre interesante. Si uno siempre sabe adónde va, nos perderíamos la sorpresa", manifestó antes de brindar una descripción del peñón impregnada de literatura: "No creo que los habitantes piensen lo mismo, pero a mí me ha parecido un lugar misterioso al que la gente va para esconderse del mundo, para refugiarse, con la esperanza de no ser reconocida. Esa fue la sensación que tuve".
El creador de Frank Bascombe, un personaje del que apareció el pasado verano en EE UU su quinto libro y que vuelve a las librerías españolas este año de la mano de Anagrama, confesó que los trayectos que hizo en su infancia con su padre, viajante, y el hotel de su abuelo en Little Rock en el que se instaló con 16 años, cuando su progenitor falleció, le inocularon el asombro por las historias insospechadas que deparaba cualquier enclave por pequeño que fuera. "Mi abuelo me enseñó en qué consistía la humanidad", recordó sobre su adolescencia en ese hotel. "Él me llevaba a una habitación en la que un tipo se había suicidado porque quería que lo viera; si una persona se equivocaba de cuarto y acababa con la compañía equivocada, también yo era testigo. Durante un tiempo me encargué del servicio de habitaciones y aquello era una manera de observar el mundo. La galería de personajes que te encuentras a las ocho de la mañana es única. Todo lo que supe de los adultos en ese hotel era maravilloso... y daba miedo".
Ford habló también de su "lentitud" como lector. "No aprendí realmente hasta los 20 años, y aún leo muy lento", reveló, antes de definir ese rasgo como una virtud. "Hay aspectos del lenguaje que un lector más rápido no percibe. Yo me fijo en la longitud de cada palabra, en cuántas veces se repite un sonido, en dónde coloco las vocales", señaló sobre una costumbre más propia de poetas, esa preocupación por la cadencia de cada frase. "Pero yo tengo ese impulso de expandirme de los novelistas, y el poeta lo concentra todo en unos versos", matizó un narrador que niega poseer un sello propio. "Renzo Piano dijo que el estilo es bueno, pero puede ser el cielo o un techo dorado. No puedes imitarte a ti mismo. Yo intento dejar siempre atrás mi último libro e inventar algo nuevo".
El novelista rebatió una teoría que le había escuchado el día antes a "mi amiga, casi hermana" Joyce Carol Oates, otra de las invitadas a Escribidores, aunque la autora de Blonde o La hija del sepulturero participara en streaming en este festival organizado por la Cátedra Vargas Llosa, la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte y la Fundación Unicaja. "Joyce decía que todos los escritores tienen que desarrollar su voz, y en mi opinión eso no es necesario. Todos nos expresamos de maneras distintas con el cura, con el peluquero, con el psicoanalista. Hablas de maneras distintas con uno y con otro. Por eso yo no tengo nada predefinido, voy variando cuando escribo".
En sus novelas, también en las hermosas semblanzas que dedicó a sus padres, Ford ha brillado en la observación lúcida y concienzuda de la vida cotidiana. El fallo del Premio Princesa de Asturias de las Letras aludió en su momento a la "épica irónica y minimalista" de su obra, una etiqueta ante la que el estadounidense expresa sus reticencias. "Yo soy más bien maximalista, me cuesta quitar cosas cuando escribo, nada que ver con mi amigo Carver que era mucho más conciso. Pero si alguien se lee un libro mío hasta el final, está en su derecho de decir lo que quiera. Y si al jurado del premio leerme le sugirió aquello, adelante".
Ford ha sido traducido "a 35 idiomas, se me lee en lenguas tan distintas como el español o el farsi, lo que me hace pensar que aunque usemos palabras distintas unos y otros sentimos lo mismo: en mi corazón y en el tuyo hay miedo y hay esperanza", manifestó. Para el narrador, "la traducción es reimaginar el libro en otra cultura. Tengo confianza en buenos traductores y hablo con ellos de la elección de las palabras. He aprendido a respetar su labor".
Preguntado por qué le pedía a la vida un autor en la cumbre, distinguido con premios como el Pulitzer, el PEN/Faulkner y el Femina, Ford señaló a su mujer, Kristina, aquella chica con la que pactó de joven dedicarse a la escritura, presente en la sala, y exclamó: "¡Más de ella! Eso pido". El amor y la literatura, lo ha dicho el autor en estos días, son formas de resistirse a la muerte.
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