Aquellos jóvenes díscolos y felices
'The Richard Channin Foundation'
El CAAC recuerda la trayectoria de The Richard Channin Foundation, el trío compuesto por Juan del Junco, Miki Leal y Fernando Clemente que revolucionó la escena artística sevillana
Salieron de la facultad con la premura por desaprender lecciones que consideraban decimonónicas y con la ambición de ganarse un hueco en el olimpo del arte contemporáneo. Desconocían el camino que debían seguir, pero fueron articulando un discurso desenfadado, atrayendo la atención con su comportamiento inesperado y díscolo, y, en un breve intervalo, en el tránsito del siglo XX al siglo XXI, demostraron que la creación no tenía por qué ser un cuerpo mortecino, sino un organismo dispuesto al gozo y al asombro.
Ahora, una exposición revive en el CAAC aquellos años vibrantes en los que The Richard Channin Foundation, el grupo formado por Miki Leal (Sevilla, 1974), Juan del Junco (Jerez de la Frontera, 1972) y Fernando Clemente (Jerez, 1975), sacudió la escena artística.
"Su irrupción significó un cambio con todo lo anterior", afirma el comisario Sema D’Acosta, que ha planteado una exposición "historiográfica, en la que es importante la investigación" para reconstruir la andadura de este grupo en apenas un lustro, los años que van de 1999 a 2004. Un momento "no sólo de renovación generacional, sino de regeneración de actitudes", señala el secretario general de Innovación Cultural de la Junta de Andalucía, Fernando Francés, que opina que los Channin recurrieron a "un componente que echo en falta en el arte contemporáneo: la fiesta, la alegría. Muchos colegas piensan que el arte tiene que ser triste".
Desde la inclusión en una subasta organizada por el Comité Anti-sida de Sevilla y las primeras apariciones en iniciativas como Arte comestible o PaseArte a la gran plataforma de difusión que le brindó Cavecanem en una recordada exposición, el CAAC rememora escenarios y episodios en la historia de este proyecto, como el centro de operaciones que sus componentes abrieron en la calle Macasta. Juan del Junco había regresado de una beca en Inglaterra, en la Winchester School of Art, y allí había descubierto que el arte no tenía por qué ser una experiencia casi onanista vivida en solitario y que un estudio podía ser un punto de encuentro y de intercambio colectivo, un lugar para exponer y debatir.
Desde aquella sede del barrio de San Julián los Channin se convirtieron en "agitadores culturales", evoca Miki Leal. "Íbamos a la facultad a buscar a gente que nos interesaba, como José Miguel Pereñíguez o Mariajosé Gallardo", explica el artista sobre aquellos días en un entorno por el que también se movían otros creadores como Cristóbal Quintero, Norberto Gil o Rubén Guerrero. "Lo importante no eran las obras que colgaban de las paredes, sino lo que se estaba generando", añade Clemente.
Porque uno de los rasgos que caracterizó a la Richard Channin Foundation fue la asombrosa red de relaciones que llegaron a tejer. "Teníamos un teléfono que funcionaba con una tarjeta, y por alguna razón el saldo no se acababa nunca. Nos facilitó llamar a todo el mundo, avisar de las exposiciones", cuenta Clemente.
La noticia de aquellas veladas que promovían los Channin se propagó por el país y a ellas acudía "gente de Madrid y Barcelona", recuerdan. "Magda Bellotti se interesó por nosotros. Le preparamos un dossier muy serio con las obras de cada uno, pero ella nos dijo: no, no, yo lo que quiero es la fiesta", relata divertido Juan del Junco.
Los integrantes de la Richard Channin Foundation añoran ese descaro con el que actuaban, esa audacia teñida de ironía con la que concibieron propuestas como La custodia del cubata o el Karaoke, presentes en la muestra. "Ese punto tonto, inocente, nos daba autenticidad y es difícil de repetir. Con el tiempo hemos perdido esa frescura. Yo, ahora, cuando voy a hacer una obra, pienso en Caravaggio, alguien en quien entonces jamás habría pensado", lamenta Leal, antes de desdecirse y defender que sigue tanteando y reinventándose. "Intento hacer cosas distintas: vídeo, cerámica... Necesito sentir que un artista está vivo", admite.
Juan del Junco observa en sus alumnos de la Universidad de Málaga una postura diferente ante el arte que la que ellos mantuvieron. "Están esperando que les llegue un comisario o el director de un centro. Pero yo les digo que monten sus exposiciones, que hagan ruido", declara. Del ruido que montaron en su día los Channin perdura un eco que puede oírse ahora en el CAAC.
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