El rey
NUEVA York, 1981. Greenwich Village. Entramos en el viejo café de la calle Bleecker & Mac Dougal St.: Le Figaro. Sentados en la misma mesa donde Bob Dylan y Jack Kerouac planearon su asalto a la cultura popular, el gran Sabicas pidió por enésima vez one tomato soup. ¿Por qué pide siempre lo mismo?, le pregunté a Paco de Lucía: porque no sabe pedir otra cosa en inglés, me contestó con sorna. Aquel día y con el espíritu de Ginsberg flotando como testigo, les prometí a los dos maestros de la guitarra que algún día produciría la mejor película de flamenco que jamás se hubiese hecho.
Pasaron los años, y aquella mañana Paco no contestaba a mis llamadas. Yo estaba ansioso por comunicarle los estupendos resultados de sus análisis clínicos que exigía la aseguradora de la película Sevillanas, y a los que él, hipocondriaco, se había opuesto con vehemencia. Al final pude comunicarle la buena noticia y quedamos para celebrarlo con Carlos Saura. Pasadas las seis de la tarde y en la efusión de la sobremesa, en medio de abrazos, los tres nos juramos que una vez pasado el mal trago no habría ya motivos ni nada que nos impidiera llegar a los cien años.
Ayer, querido amigo, incumpliste por primera y única vez tu palabra. Sabes, no me atrevo a llamar a Manolo Sanlúcar: lleva toda el día llorando. Nos dejas con el corazón encogido en esta mañana azul y melancólica que amenaza lluvia sobre los tejados de tu querido Barrio de Santa Cruz.
Así pasen mil años, la humanidad disfrutará de tu arte y de tu genio, y el mundo flamenco te recordará ya para siempre como lo que eres: su rey.
Juan Lebrón fue productor de Sevillanas y Flamenco.
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