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A la revolución por la inocencia

Emma Reverter y Máriam Ben-Arab publican 'Politik', un grito muy civilizado contra la mediocridad política

Ben-Arab y Reverter, durante una visita a Sevilla.
Francisco Camero

09 de febrero 2011 - 05:00

En el inmortal cuento de Andersen, es un niño el que grita que el emperador va desnudo, que su traje nuevo, además de carísimo, es de hecho inexistente; es un niño quien obliga a sus mayores, a la multitud congregada en las calles para vitorear al rey, a aceptar la triste farsa de tal desfile y la hipocresía colectiva que mueven las manos que aplauden al orgulloso gobernante. Mucho antes que el danés y por supuesto también después, la mirada infantil ha sido usada recurrentemente por autores de todo tipo como un bisturí tan inocente como implacable para diseccionar la estupidez y la extrañeza del mundo adulto, las mentiras aceptadas tácitamente por todos, las medias verdades que nos van consolando, las inercias autocomplacientes y el pensamiento viciado y un tanto cínico que tantas veces se hace pasar por pragmatismo.

En la estela de célebres precedentes -las autoras citan El Principito, El pequeño Nicolás, Mafalda, Charlie Brown y Calvin y Hobbes- el cómic Politik. El manifiesto gráfico, escrito por Emma Reverter y dibujado por Màriam Ben-Arab, se propone como un grito mesurado y constructivo contra la degradación intelectual de la política y como señal de advertencia de las consecuencias peligrosas del divorcio entre la ciudadanía y la clase política, latente ya en la propia existencia de la expresión clase política. "Creemos que el lector ideal de Politik sería alguien que se haya frustrado escuchando la radio o viendo la televisión con las discusiones improductivas de los políticos que tenemos", aseguran las autoras, que no descartan prolongar la vida de Apolo, el niño de cinco años que protagoniza la obra. "Somos sus madres, así que durante muchos años compartiremos la custodia de nuestro hijo. Y aunque no crezca esperamos que viva muchas aventuras más, todavía tiene mucho que decir", afirman Reverter y Ben-Arab.

No hay ni rastro de los padres de Apolo en las páginas de este libro que habla también de cómo se educan ahora los más pequeños. El gran preguntón pasa los días con sus abuelos, que tienen nombres inspirados -como el suyo- en la mitología clásica. Ella, Rea, es moderna, culta y sabia, el oráculo de la familia y la encargada de apaciguar con reflexiones matizadas los estallidos de ira de su nieto cuando éste no entiende por qué las cosas son como son; él, Cronos, un cruce de Albert Einstein y el actor David Kelly, siempre está reparando relojes y expresándose en versos de los que el niño extrae pequeñas pero necesarias enseñanzas.

"Teníamos ganas de hacer un cómic sobre política y participación ciudadana, un poco siguiendo la pista de Mafalda en los años 60 y 70, cuando la sociedad era muy distinta", dicen las responsables de esta obra dibujada en blanco y negro para que la estética resulte "más potente". "Intentamos reflejar que los políticos estan muy alejados de las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos. Y al mismo tiempo también tratamos de abrir la puerta a soluciones. Nos gusta pensar que es posible hacer otro tipo de política", señalan.

Para Reverter y Ben-Arab, las cosas empezarían a funcionar mejor "si los ciudadanos pudieran participar en la elección de los candidatos, porque precisamente la estructura del partido, eso que se llama la maquinaria, es lo que más se aleja de la agenda del ciudadano y lo que más se acerca al sectarismo. Los intereses de un partido nunca coinciden con los intereses del ciudadano".

"Nos haría mucha ilusión que políticos de diferentes ideologías leyeran el cómic y nos dieran su opinión. Y si pudiéramos tomarnos un café con ellos les preguntaríamos por qué son tan ecológicos y están reciclándose todo el tiempo", dicen con sorna las autoras sobre los profesionales de la cosa pública, satirizados sin contemplaciones en el libro, aunque la abuela nunca deja de recordar que no todos son iguales y el tono de las críticas, indignado pero irónicamente sonriente, nunca se desliza hacia el sarcasmo avinagrado.

Con el periodismo, precisamente porque las autoras defienden su papel crucial en una sociedad libre y madura, Politik tampoco es muy indulgente. "Dicen que hay crisis, culpan a internet / y les sorprende haber perdido lectores / y yo les diría: / sus noticias no tienen el menor interés, señores", declama el abuelo en uno de sus poemas. "Emma es periodista, y muchos de sus amigos lo son. De hecho, el superperiodista que aparece en el cómic está basado en un amigo suyo que falleció. Lamentablemente, la prensa escrita está pasando por un momento muy difícil, y los periodistas saben que su puesto de trabajo peligra y probablemente no puedan ser tan arriesgados como en el pasado", dicen.

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