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Crítica
‘El nacimiento de un mundo nuevo’. Jeremy D. Popkin. Traducción de Ana Bustelo. Galaxia Gutenberg, 2021. 720 páginas, 32 euros
‘Revolución, I: Libertad’. Florent Grouazel, Younn Locard. Traducción de Albert Agut. Planeta Cómic, 2021. 330 páginas, 35 euros
Nuestro siglo, generoso en convulsiones y espasmos, se vuelve con placer hacia las épocas de catástrofe. Si apenas un par de semanas atrás comentábamos un catálogo que abarcaba de las erupciones de Pompeya al calentamiento global, hoy nos toca encarar una de sus manifestaciones políticas más señaladas, la que dio origen a todas las otras: la Revolución Francesa. Sus guillotinas, chuzos, héroes y villanos siguen nutriendo la imaginación popular con suficiente energía como para producir pingües novedades editoriales a cada año que pasa, y es el turno de hablar de dos de ellas. La primera aborda el asunto desde un prisma teórico, externo y doctoral; la otra prefiere sumergirse en el barro y recurrir a lo confesional y lo anecdótico: ambas perspectivas son legítimas, y aun necesarias, para alcanzar la verdad histórica.
Antes de incurrir en la superstición del método científico, la historia era una variante de la literatura, auspiciada (igual que la astronomía) por las musas. En esa venerable tradición que se extiende de Heródoto a Gibbon, importaba menos el rastreo de excusas sociológicas, monetarias o porcentuales que la morosa descripción de los acontecimientos, de los personajes que les dieron forma: creo que es justo reconocer el derecho de Jeremy D. Popkin a pertenecer a dicha corriente. Felizmente avara en cifras, pies de página y pirámides de población, El nacimiento de un mundo nuevo nos entrega una crónica de la Revolución Francesa basada en el poder narrativo de la historia misma, sin necesidad de glosas académicas ni alambiques de erudito. El libro, magno en su alcance y dimensiones (setecientas páginas que abarcan de la subida al trono de Luis XVI a la de Napoleón Bonaparte), explica muy amena y didácticamente lo que aquel tumulto fue: un choque de voluntades que, después del inevitable chorreo de sangre, nos entregó el mundo en que ahora vivimos.
Una de las principales aportaciones de Popkin es la atención a ciertos aspectos marginales que hasta ahora sólo se habían abordado de pasada: concretamente, el papel de la mujer y la gente de color en el desarrollo de los acontecimientos. Lo concreto, lo minúsculo, lo banal ganan progresivo protagonismo en la redacción de la historia (ahí está la escuela de Ariès y Duby), sin entender que en ese sentido la literatura le ganará siempre por goleada. Nuestra segunda contribución es literatura en estado neto, y más concretamente, ilustrada: en Libertad, el primer volumen de una trilogía dedicada al asunto (de título genérico Revolución), Florent Grouazel y Younn Locard, ambos tanto guionistas como dibujantes, han querido llevar las cosas al terreno del cómic. Dentro de un vasto fresco que yuxtapone los espejos de Versalles y las catacumbas de las orillas del Sena, la calle y el gabinete, el horror y la chanza, asistimos al desenvolvimiento de las principales sacudidas de un terremoto cuyas ondas, a través del tiempo y la memoria cada vez más borrosa (pero no por ello menos potente), sigue sintiéndose todavía hoy.
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