Retazos del pasado para una sola voz
Un error sublime | Crítica de teatro

La ficha
*** ‘Un error sublime’. Needcompany. Texto y dirección: Jan Lauwers. Intérprete: Gonzalo Cunill. Música: Rombout Willems. Dramaturgia: Elke Janssens. Escenografía: Jan Lauwers. Lugar: Teatro Central, Sala B. Fecha: Viernes 21 de marzo. Aforo: Casi lleno.
Dos años después de aquel Billy’s Joe que firmaba su hijo Victor Afung Lauwers, Jan Lauwers, líder de la Needcompany desde los años 80, regresa a España, a Sevilla, con un ejercicio puramente teatral y de pequeño formato.
Por primera vez en mucho tiempo, el creador ha dejado de lado su pasión por los grandes espectáculos, por la mezcla de lenguajes escénicos. Ha renunciado a reunir en el escenario a un montón de actores-bailarines y performers que proceden de distintas culturas y hablan lenguas diferentes y ha escrito un texto de tintes autobiográficos para uno de sus actores fetiche: el argentino afincado en Barcelona Gonzalo Cunill.
En un alarde de dominio escénico, y con una parsimonia admirable, Cunill dará voz a tres personajes: él mismo, que ha muerto y se encuentra en su velatorio, y sus amigos Alex y Christine.
Así, navegando entre uno y otro, entre metáforas e hipérboles, entre lo poético y lo mordaz, entre la cruda realidad y una fantasía que roza el absurdo, van brotando retazos de un pasado que los tres compartieron y que, sin grandes pasiones, les dio para ser moderadamente felices.
Un río de palabras, de reflexiones y declaraciones que fluye lentamente, sin un ritmo claro, dibujando meandros que los espectadores tratamos de seguir sin hacernos demasiadas preguntas.
Junto al texto, que huele al de otros personajes masculinos de Lauwers, resalta en el centro del escenario, como única escenografía, una instalación con objetos de vidrio; un guiño tal vez a esa gran obra de vidrio soplado que el también artista plástico -además de actor, autor y director de escéna- realizara para la última de sus grandes obras presentadas en el Central: All the good (2019).
Para crear algunas puntas en el lento discurrir de casi hora y media de la pieza, un brillante Gonzalo Cunill invitó a varios espectadores a compartir algunas de sus acciones y disquisiciones.
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