‘Los restos del pasar’: un niño ante las grandes preguntas

Los cordobeses Luis (Soto) Muñoz y Alfredo Picazo ambientan en la Semana Santa de Baena una película sobre la tradición y la memoria que presentan el filme este jueves en Sevilla.

'Los restos del pasar', la infancia entre olivares.

Un hombre recuerda ya avanzado el camino los días en que empezó todo, aquella infancia en que las imágenes de la Semana Santa condensaban el mundo en su belleza atravesada por el dolor, los días de juegos y de carreras por el pueblo que daban paso a una noche oscura en la que el niño rezaba para aplacar el miedo, saberse a salvo. Los cordobeses Luis (Soto) Muñoz y Alfredo Picazo regresan a los orígenes en Los restos del pasar, la película que han rodado en su Baena natal y por la que optan al Premio Asecan a la mejor dirección tras varios galardones en los festivales de Gijón y Sevilla y la preselección en los Premios Feroz. Una obra en la que abordan cuestiones como el peso de la tradición y la memoria o el despertar a la idea de la muerte, y que su equipo presenta este jueves, a las 20:30, en un pase en los cines MK2 Cinesur Nervión de Sevilla.

“Tanto Alfredo como yo habíamos hablado de volver a las raíces y hacer una película. Sabíamos que Baena tenía cierta potencia plástica, porque su casco antiguo está muy bien conservado, y al irnos a Madrid la distancia fue edulcorando el recuerdo de esos paisajes. Cuando surgió la posibilidad de hacer este proyecto no quisimos decir que no”, cuenta el realizador, que atrajo la atención de la crítica con su anterior largometraje, Sueños y pan.

Picazo describe todo lo que ha rodeado Los restos del pasar como un feliz reencuentro. “Yo dejé Baena en su momento con cierta liberación, lo confieso. De adolescente piensas que estás encerrado en el pueblo y sientes que tienes que irte a una gran ciudad. Reniegas no sólo de la parte religiosa, también de las costumbres”, admite el cineasta. “Pero este rodaje nos ha movido muchas cosas por dentro. Yo antes participaba en la Semana Santa por inercia, no es que abandonara el tema pero sí le di la espalda. Que ahora nos abrieran las puertas para la película fue muy impresionante. Más de una vez me entraron ganas de dejar la cámara a un lado, ponerme la túnica y procesionar”, asegura el director.

Los directores Luis (Soto) Muñoz y Alfredo Picazo. / D. S.

Los restos del pasar se sirve de la poderosa liturgia de las cofradías para ilustrar una toma de conciencia: la de un chaval que comprende que la vida es una travesía limitada. “Con la Semana Santa estás acostumbrado a imágenes mortuorias, funerarias, que se pasean por la calle”, comenta (Soto) Muñoz, “pero de niño no terminas de entender esa semántica hasta que un familiar se muere, y entonces esas escenas cambian de sentido. Es un momento que marca, porque ahí la fe de uno se potencia o se disipa”, defiende el guionista del filme, que ha volcado en el libreto “elementos autobiográficos, pero lo que tratamos son temas universales”. “La cronología de la Semana Santa termina con la Resurrección”, apunta por su parte Picazo, “pero nosotros no la mostramos, porque vivimos en el mundo real. Los restos del pasar es una película sobre la conciencia de la muerte”.

Los creadores recogen embelesados, en un sobrio y expresivo blanco y negro, la belleza atemporal de las calles de Baena, pero también la dignidad del trabajo artesanal: plasman a los hombres y las mujeres del pueblo amasando repostería, trenzando mimbre, cogiendo los pinceles. “Nos inspiramos en la obsesión por las manos de Bresson [un interés al que Kogonada dedicó una pieza documental], porque si hablamos de la memoria y la tradición teníamos que plasmar cómo la pintura, la artesanía, la cocina, se esfuerzan para que esas costumbres no se pierdan, no se olviden. Lo que hacemos con las manos, en realidad, es una lucha contra el paso del tiempo”, reivindican.

El pintor Paco Ariza, que participó en el proyecto como actor, representa esa sabiduría que se transmite de generación en generación y que él inculca al niño protagonista. “Su familia creía que no se le había hecho justicia a su trabajo y nos sugirió que habláramos con él”, revela (Soto) Muñoz. “Su personalidad nos fascinó, y fue un lujo filmar algunas pinturas suyas que no habían visto la luz. Tuvimos en mente El sol del membrillo, en la que Erice captaba el proceso creativo de Antonio López, compañero de generación de Paco, pero la forma de rodar estuvo condicionada por cómo era él: nosotros le dábamos un guión escrito y nos lo rompía en la cara. No quería amoldarse al dispositivo canónico de cómo se ruedan las películas, y en cierto modo nos hizo un favor. Estábamos con él ocho horas y filmábamos una: le escuchábamos, observábamos lo que hacía... Fue un trabajo muy tranquilo. El ritmo de un rodaje es frenético, pero aquí nos adaptamos a sus circunstancias”, rememoran los cineastas, que manejaron otras referencias como Kiarostami “en el modo de retratar la infancia y los olivos”, y Sergio Leone, “en el uso de las lentes y cómo aplastaba los rostros”, enumera Picazo, que reproduce aquí “un planteamiento de El nombre de la rosa: la relación entre un maestro en la madurez y un niño que aprende y que crece”.

(Soto) Muñoz advierte que Los restos del pasar es “radicalmente distinta” al homenaje al cine quinqui de Sueños y pan. “Esta nueva película tiene un tono más serio, la veo como una rara avis en el camino que quiero seguir, pero no podía desaprovechar esta invitación a volver a casa”.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último