"Con respecto a la mujer, ha cambiado la ley, pero no tanto los usos sociales"
ana fernández. actriz
La intérprete lleva la semana próxima a La Fundición, dentro de la oferta del Fest, 'El lunar de Lady Chatterley', un texto de Roberto Santiago inspirado en la heroína creada por D. H. Lawrence.
El escritor británico D. H. Lawrence moriría en 1930, tres décadas antes de que se autorizara en su país la publicación de su novela El amante de Lady Chatterley, que sí vio la luz en una edición sacada en Florencia en 1928. Lawrence, que con obras como El arco iris o Mujeres enamoradas ya había suscitado el escándalo, fue descrito por sus paisanos como un pornógrafo debido al atrevimiento de sus escenas eróticas, pero aquella narración despertaba el recelo de la sociedad bienpensante no sólo por sus pasajes de sexo: su protagonista, Constance, la esposa de un hombre inválido que mantiene una relación adúltera con un guardabosques, decidía dejar atrás las convenciones y liberar sus instintos reprimidos. El cineasta y dramaturgo Roberto Santiago se inspira ahora en este personaje en El lunar de Lady Chatterley, un montaje que la actriz Ana Fernández representa la próxima semana, del 12 al 15 de este mes, en La Fundición, dentro de la oferta del Festival de Artes Escénicas de Sevilla (Fest). La actriz de películas como Solas, Sé quien eres o Historia de un beso, que en teatro ha combinado a clásicos como Lorca, Pinter o Beckett con autores más próximos como Alfonso Zurro o Antonio Álamo, desentraña en esta entrevista a esta heroína enfrentada al juicio de los otros por haber elegido su libertad.
-Casi 90 años después de la publicación del libro, la figura de una mujer independiente sigue resultando incómoda.
-Claro. En los personajes que la ficción ha creado, las mujeres suelen estar reducidas a los márgenes de la acción. En ese sentido, El amante deLady Chatterley fue una obra completamente revolucionaria. Es la historia de una mujer que desafía las reglas sociales y se emancipa en un ejercicio máximo de libertad. Se salta el orden impuesto y sabe que va a perder la batalla, pero no puede hacer otra cosa. Las leyes hoy han cambiado, pero no tanto los usos sociales. Como mujer emancipada, Lady Chatterley sigue resultando incómoda.
-El espectador conocerá a la Constance que describió D. H. Lawrence, pero, ¿cómo ha concebido usted a su Constance?
-En consonancia con lo anterior, para mí, Constance es la portadora de lo que no se nos puede arrebatar: nuestra voz, nuestro cuerpo, nuestra palabra, nuestra expresión. Es lo único que nos pertenece si no renunciamos a ello. Mi querida Constance nos habla de fidelidad a una misma, de valentía, de la rebelión frente al aborregamiento. Es una mujer inteligente (más inteligente que yo), rápida (más rápida que yo), valiente (más valiente que yo), con un gran sentido del humor y de la ironía.
-La obra propone "una visión femenina del mundo". ¿Nos iría mejor si nos adaptáramos a ella?
-Más que hacer una afirmación yo me preguntaría: ¿Cómo sería el mundo si todas y todos actuáramos como Constance? ¿Cómo se reflejaría en lo personal, y en lo social, tal honestidad con el deseo propio, con la defensa de ese deseo ante los demás? ¿Cómo seríamos con esa actitud de fidelidad a una misma y a uno mismo, con valentía? Por otra parte, hay una bellísima propuesta en el texto de Roberto Santiago sobre el uso del lenguaje, que reivindica el adjetivo frente al sustantivo. El sustantivo acota, delimita; el adjetivo abre, es flexible y subjetivo. Para el personaje es fundamental este aspecto. Se refiere a la libertad que reclama. No necesita los sustantivos, la limitan, prefiere la relatividad de los adjetivos. Vive mejor en lo subjetivo, lo variable, los matices.
-Roberto Santiago es más conocido por su trabajo en el cine, aunque tenga ya una larga trayectoria en el teatro. ¿Cómo es como dramaturgo?
-Es un autor magnífico, y no sólo por esta obra, que está llena de ideas originales, sino por otros textos suyos que conozco y que me entusiasman. Seguro que sus obras serán muy representadas en los próximos años. En ésta consigue transmitirnos toda la complejidad del personaje original (inteligente, sensible, valiente y enamorada), que nos enteremos de su historia y que, sin ningún esfuerzo, lo traduzcamos directamente al hoy, a lo que está ocurriendo en nuestro tiempo y nuestra sociedad. Roberto imagina qué pudo ocurrir cuando acaba la novela, pero, no obstante, el espectador se entera de lo que ocurre en el libro, no hace falta haberlo leído para disfrutar de la obra. Lo que propone es fascinante.
-Interpreta a una mujer que se defiende ante un tribunal, pero usted puede sentir el mismo desamparo sola en escena. ¿En qué otros recursos se apoya, aparte del texto?
-Está la escenografía, que tantas sugerencias provoca; la iluminación, que me ayuda a estar en cada paso del proceso y, cómo no, el espacio sonoro... Pero todo ello no tendría la presencia escénica que se ha logrado sin Antonio Gil, amigo y compañero, que ha llevado a cabo una dirección precisa, sabia. Es el actor de teatro español más internacional, ha colaborado con grandes directores europeos como Peter Brook, Simon McBurney o Dan Jemmett, y actuado regularmente en teatros como el Royal National Theatre de Londres, el Théâtre de la Ville de París, o el Lincoln Center en Nueva York, y todo ese bagaje se nota.
-Usted se ha especializado en personajes llenos de coraje y de inteligencia. ¿Ha sido el azar o una decisión consciente?
-Elijo, dentro de lo que me ofrecen, teniendo en cuenta una serie de características del guión, del personaje, analizando el proyecto en su conjunto... Si el resultado es el que dice, pues qué bien, me alegro de que así sea. Siempre me ha atraído especialmente interpretar mujeres que yo denomino "heroínas de lo cotidiano", mujeres normales, ordinarias, que se convierten en extraordinarias cuando se encuentran en situaciones excepcionales.
-Este proyecto surgió de una iniciativa que llevaba al teatro heroínas del papel como la Lolita de Nabokov o la Emma Bovary de Flaubert. ¿Qué otro personaje de la literatura le fascina?
-Realmente ese proyecto del Nuevo Teatro Fronterizo, que dirige José Sanchis Sinisterra, resultó tan iluminador que una no sabe con qué personaje quedarse, aparte de mi querida Constance Chatterley. Quizás el Orlando de Virginia Wolf, la Molly Bloom del Ulises de James Joyce, la Margarita de El maestro y Margarita de Mijail Bulgákov…
-En sus últimos trabajos en el cine, La novia y La luz con el tiempo dentro, volvió a colaborar con Carlos Álvarez-Nóvoa. Hoy contemplará esos trabajos con emoción.
-Sí, desde luego. Carlos era, es, un maestro, un amigo, un compañero de la vida. Cualquier recuerdo suyo, más allá del dolor, es una ráfaga de alegría, de sabiduría, de entusiasmo. Así le recuerdo y le quiero recordar. Y no hay un solo día en que no lo recuerde.
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