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'Mecánica popular'. Pedro Juan Gutiérrez. Anagrama, Barcelona, 2024. 176 páginas. 17,90 euros.
"Hace años que no escribía cuentos. No sé por qué. Creo que es lo que más me gusta escribir. Cuentos y poemas. Estos de ahora se desarrollan en las décadas de 1950, 1960 y 1970, en las ciudades de Matanzas, La Habana, Pinar del Río. Fueron años turbulentos y yo era un niño, un adolescente y un joven. Por supuesto, no son memorias. Son cuentos puros. Escritos en tercera persona. Hay un niño, Carlitos, que aparece constantemente. También su mamá, Nereyda". Estas palabras de Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950), escritas en su blog personal, podrían servir como una reseña corta de su nuevo libro, Mecánica popular. Como en sus cuentos, el autor cubano despliega esas habilidades innatas de la concreción y la brevedad para anunciar la obra que hace unos meses publicó la editorial Anagrama. De paso avisa de que hay otro conjunto de relatos cociéndose en el horno.
Mecánica popular se presenta con una portada que más bien parece sacada de un mueble de Ikea. De hecho, la ilustración que la preside son las instrucciones de montaje de una mecedora. Podría ser un símil válido, pues este libro de cuentos es como un todo desestructurado en el que todo termina encajando. Puede leerse como un libro de relatos clásico, en el que el lector puede seguir el orden que le dé la gana e incluso leer un par de episodios y soltar el libro, pero también, y seguro que disfrutará más, como una especie de novela moderna, pues el mismo personaje va apareciendo recurrentemente en varios de los textos en distintas épocas y momentos de su vida. El tal Carlitos debe ser un trasunto del autor, aunque éste no lo diga abiertamente.
Asistimos a la vida de un niño que juega, que va de pesca y sufre algún accidente, de un adolescente que empieza a tener fantasías sexuales con sus vecinas, de un joven que estudia Arquitectura y termina trabajando en el periodismo... todo mientras van pasando los años en una Cuba marcada por el régimen comunista, para el que el autor tiene palabras muy críticas. Hablamos de un escritor que sigue residiendo en la isla, que es uno de los principales escritores vivos del país, y que escribía siempre con una carga crítica que podía desprenderse de la indecencia de sus textos. Pero ahora lo hace de forma mucho más explícita y directa.
"Diciembre de 1969. No había muchas opciones para comer. Estaban en Santa Clara, una ciudad grande y moderna, pero, hacía años se sentía cierta parálisis en el país. No se sentía, era la realidad más inmediata y evidente. Escasez de muchas cosas, economía retenida y en retroceso. Un poco caótico y cambiante. Cada día había algo nuevo, como en una vorágine", escribe Pedro Juan en Asesinos en serie, uno de los mejores relatos del libro. En ese mismo texto, hay una pildorazo a la falta de libertad de prensa, pues una pareja de enamorados pasea tranquilamente por un parque sin saber que hay un grupo de criminales sueltos porque "aquí no hay crónica roja". Por si el lector no supiera de qué va eso, Pedro Juan utiliza el diálogo de sus personajes para aclarar al lector que son "noticias de asesinatos". "Hechos de sangre, aquí no hay", insiste.
Los relatos están plagados de referencias de este tipo. Hay crítica a la fealdad de los edificios de tipo soviético. Y también a la brutalidad de la URSS cuando aplastó las revueltas de la Primavera de Praga. Pero no es un libro político sino un conjunto de textos en los que Pedro Juan recrea la vida cotidiana en Cuba a lo largo de varias décadas. Y lo hace además con esa alegría de vivir caribeña, con ese vitalismo que se impone por encima de cualquier escasez, mordaza o régimen dictatorial.
Este es un Pedro Juan distinto al de sus grandes obras. La más conocida de ellas es la Trilogía sucia de La Habana, un texto tan duro como brillante que retrata a una persona al borde de la marginalidad, imbuido de una sordidez total que llevó a la crítica internacional a etiquetar al autor como el Bukowski caribeño y encasillarlo como el gran representante del realismo sucio tropical. Valga un aparte para compartir la reflexión de los amigos de Un libro al día (ULAD, esa página que tanto bien hace a los amantes de la literatura): "Con Bukowski ocurre un poco como con Maradona (y no, no me refiero a su afición por ciertas sustancias). Así como allá donde surgía un jugador con la mínima semejanza al astro argentino ya teníamos un Maradona "local" (el Maradona de los Cárpatos, el Maradona del los Balcanes...), allá donde aparece un escritor que hable sin tapujos de sexo, alcohol y demás ya tenemos al Bukowski "local" de turno. Es lo que ocurre con Pedro Juan Gutiérrez, quien en muchas reseñas y artículos, es nombrado como el Bukowski cubano".
En esta Mecánica popular, Pedro Juan se aleja bastante de Bukowski, Carver, Fante y compañía y se libera de cualquier etiqueta. No hay realismo sucio en estos relatos, sino un canto a la vida cotidiana y a la alegría y a la vitalidad cubana. Esto no quiere decir que el autor sea ahora un monje tibetano y no haga del sexo uno de sus temas principales. Pero es un sexo distinto al de la trilogía, menos bajuno, más amoroso. Que sí, que no puede ocultar que le ponen los pelos en el sobaco de su vecina y que le pide a sus amantes que no se laven porque quiere olerlas, pero son referencias mucho menos explícitas que las de antaño.
Hablando de sexo, hay un cuento estupendo (Mujeres maduras y tranquilas) sobre los amoríos de un Carlitos veinteañero con una cuarentona que todavía es "señorita", como llaman en Cuba a las vírgenes. "A Carlitos le gustaban las mujeres maduras. Desde siempre. Esas mujeres querían sexo, conversar, pasarla bien. Nunca hablaban de hijos y de matrimonio. Además, lo dejaban libre. No querían pasear y exhibirse con un muchacho que bien podría ser su hijo", escribe Pedro Juan, para a continuación centrarse en lo poco que le gustaban a la madre del protagonista las novias de su hijo.
Otro texto brillante es El corazón palpitante, un relato sobre un marino que volvió a Cuba para el funeral de su padre y mantiene una relación pasajera con una mujer cuyo marido está preso. Y el arranque del libro es precioso, con un cuento titulado Una voz radiofónica, sobre el matrimonio de una esteticién y un locutor. En definitiva, es un Pedro Juan más blandito que el de sus obras maestras pero igual de molón. Esto dice el autor en su blog: "A mí me gusta muchísimo, por supuesto. Estuve un año y medio trabajando en él y lo disfruté. Creo es un libro estimulante y fuerte pero no machacante ni venenoso".
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