La rebelión del tío que se come las moscas

Renfield | Crítica

Nicolas Cage se desmadra en el papel de Drácula. / D. S.

La ficha

* 'Renfield'. Comedia / Terror, EE UU, 2023, 93 min. Dirección: Chris McKay.

Guion: Robert Kirkman, Ryan Ridley. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Mitchell Amundsen. Intérpretes: Nicholas Hoult, Nicolas Cage, Awkwafina, Ben Schwartz, Adrian Martinez, Shohreh Aghdashloo, Bess Rous, Brandon Scott Jones, Jenna Kanell, Caroline Williams.

Renfield, para entendernos, es el tío encerrado en un manicomio que se come las moscas, las cucarachas y todo ser viviente que se cruce en su camino, esperando que llegue su amo, que no es otro que Drácula. En el Nosferatu de Murnau lo interpretaba Alexander Granach (cambiándole el nombre, como al vampiro, para eludir el pago de los derechos de adaptación), en el Drácula de Lugosi lo interpretaba Dwigth Frye (aunque el guión se tomaba libertades que no hubieran gustado a Bram Stoker) y en la versión de Coppola lo interpretaba el cantante Tom Waits. Aquí Renfield es Nicholas Hoult y, para su desgracia y la de los espectadores poco fans de él, Drácula es Nicolas Cage. Un Cage que tras auto parodiarse en El insoportable peso de un talento descomunal parece haber perdido los pocos complejos que tuviera, y con ellos cualquier freno, para entregarse a una orgía de autocomplacencia y desenfreno gestual que entusiasmará a sus fans y a quienes encuentren graciosa esta parodia gamberra del cine de terror que parece moverse más por los senderos de las parodias de películas de terror Abbot y Costello o del Brácula,con B de Barbate de nuestro gran Chiquito -eso sí: después de haberse metido de todo- que por los de Mel Brooks.

La originalidad de la propuesta reside en que Renfield está hasta las narices de su insoportable amo y se rebela contra él e incluso se somete a terapia para librarse de la tóxica relación de servidumbre. La idea tenía posibilidades que se malogran por la exageración grosera y el humor burdo que juega con el trazo grueso gore. La comedia de terror, género dificilísimo en el que han triunfado el ya citado Brooks de El jovencito Frankenstein, el Tourneur de La comedia de los horrores, el Corman de La tienda de los horrores o el Burton de Bitelchús, tan difícil que el mismísimo Polanski se estrelló con la en su día apreciada pero tan mal envejecida El baile de los vampiros, exige gracia para el humor negro derivado a lo truculento. Chris McKay, cuyos paupérrimos créditos son haber dirigido Batman: la LEGO película y La guerra del mañana, está sobrado de truculencia, pero totalmente carente de gracia y humor. Quiere jugar al exceso y al desmadre, pero lo hace burdamente y desaprovechando la idea de la sublevación de Renfield, los apuntes de crítica de la corrección política e incluso la autocombustión de Cage quemándose, una vez más, a sí mismo.

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