Entre la rendición y la denuncia

Julio Neira explora en la antología 'Geometría y angustia' la presencia de Nueva York en la poesía española.

El escritor Julio Neira durante un paseo por las calles de Nueva York.
El escritor Julio Neira durante un paseo por las calles de Nueva York.
Braulio Ortiz

25 de noviembre 2012 - 05:00

Geometría y angustia. Poetas españoles en Nueva York. Julio Neira Jiménez. Fundación José Manuel Lara. Colección Vandalia. Sevilla, 2012. 336 páginas. 19,90 euros.

Dejó escrito Rubén Darío en Los raros que Broadway provoca "casi una impresión dolorosa: sentís el dominio del vértigo", con sus fastuosas casas "que ostentan cien ojos de vidrios y sus tatuajes de rótulos", su "río caudaloso, confuso, de comerciantes, corredores, caballos, tranvías, ómnibus, hombres sandwich vestidos de anuncios y mujeres bellísimas". El asombro es tal cuando el visitante abarca "la inmensa arteria en su hervor continuo" que sacude al sujeto la incomodidad "de ciertas pesadillas". El testimonio del nicaragüense abre la antología Geometría y angustia. Poetas españoles en Nueva York, un volumen editado por la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia en el que el catedrático Julio Neira examina la profunda huella que ha dejado la urbe norteamericana en la literatura española. Una presencia que se observa no sólo en la gran cantidad de versos que ha inspirado la ciudad del Hudson, también en textos en prosa tan destacados como la conferencia que pronunció García Lorca sobre su experiencia neoyorquina o el bellísimo fragmento de Ocnos en el que Cernuda, tras sufrir al llegar a tierra las "molestias innumerables" de la burocracia, el "acoso del animal humano", cae extasiado ante una ciudad "toda tienda con escaparates brillantes y tentadores, como juguetes en día de reyes o día del santo, empavesada de banderas bajo un cielo otoñal claro que encendía los colores, alegre con la alegría envidiable de la juventud sin conciencia".

Nueva York es, como apuntó Dionisio Cañas, "un imán, un centro de gravitación, que atrae a todos aquellos que creen que con sólo por estar pegado a él sus vidas y sus obras van a adquirir un aura especial, diferente", y los creadores españoles han sido particularmente sensibles a este magnetismo: incluso el único poema "que se le conoce a Jardiel Poncela", informa Neira, "estaba dedicado a esta ciudad". Geometría y angustia agrupa así a un sinfín de voces rendidas a la espectacularidad de ese paisaje, una nómina que incluye a poetas del 27 como Pedro Salinas, Rafael Alberti y Jorge Guillén, autores posteriores como José Hierro, Luis García Montero o Juan José Téllez y escritores más jóvenes como Antonio Lucas, Andrés Neuman o Carmen Camacho. El antiguo director general del Libro de la Junta atribuye esta continuidad de la fisonomía neoyorquina en las letras hispanas a dos hitos "que hacen que la mirada al respecto sea particularmente intensa a partir de entonces": Diario de un poeta reciencasado, de Juan Ramón Jiménez, y Poeta en Nueva York, de García Lorca, "obras que abren un camino en la tradición literaria española", señala el especialista.

Neira, que presentó esta semana su libro en Madrid acompañado por Luis García Montero, refleja la "imagen dual" que los poetas españoles recogen de la capital. Los autores celebran las miles de referencias culturales que sus calles brindan al paseante, como ocurre con José Hierro en Cuaderno de Nueva York. "En un poema de Hierro pueden convivir Bach con Mahalia Jackson, porque es un lugar en el que los estímulos artísticos, sensoriales, se agolpan. Nueva York era una ciudad global antes de la globalización", opina el investigador. Pero la belleza de sus edificios, su grandiosidad, esconden un reverso "casi siniestro" cuando Manhattan es escogido como emblema del capitalismo más feroz, y los poetas se fijan en los desheredados que pululan por sus calles. "Pero incluso quien denuncia no puede dejar de consignar que la ciudad es una belleza", advierte Neira, que considera que "no están reñidas" la preocupación por la explotación del sistema y la capitulación ante sus prodigios. "García Montero, por ejemplo, ha reconocido que se acercaba a la ciudad con prejuicios, y ha asegurado que sólo hace falta un atardecer en Manhattan para librarse de ellos".

Los rapsodas españoles también se sintieron "conmocionados" con los atentados del 11-S. "Ofrecen distintas visiones de este episodio: quien hace una comparación con una mujer violada o quien se fija en las personas que se arrojan por las ventanas. Julio Alfredo Egea, por ejemplo, cuenta cómo vive el suceso mientras lo ve en el televisor". Neira argumenta que el ataque terrorista provoca "un cambio de perspectiva. La ciudad deja de ser sólo verdugo y se convierte en víctima, hay un movimiento de solidaridad que despierta empatía".

El autor, que ha publicado este mismo año el ensayo Historia poética de Nueva York en la España contemporánea, defiende que son tantos los versos que la ciudad ha inspirado entre los poetas españoles que se podría plantear un recorrido turístico partiendo de esta producción literaria. "Hace un mes fui con mi familia a Nueva York y estuve diciéndoles todo el rato: aquí se ambienta un poema de Ángel García López, aquí otro de Fernando Valverde..." recuerda Neira, que recomienda entre los parajes más impactantes de la urbe "el Promenade de Brooklyn, donde se contempla Manhattan de una forma maravillosa, o cualquier café del Greenwich Village".

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