La reinvención del Amor
'De la primavera al paraíso'. Jaume Vallcorba. Acantilado. Barcelona, 2013. 104 páginas. 11 euros
Antes y después de convertirse en uno de los nombres de referencia de la edición española contemporánea, al frente de Quaderns Crema (fundada en 1979) o de Acantilado (1999), Jaume Vallcorba se dedicó durante décadas a la docencia universitaria. Doctor en Filología Románica, el editor catalán fue discípulo de Martín de Riquer y es obligado referirse a su maestro -autor de un monumental estudio sobre Los trovadores, disponible ahora en Ariel- a la hora de comentar este precioso opúsculo que tuvo su origen en dos recientes conferencias (Du printemps au Paradis) impartidas en el Collège de France. Es costumbre referirse a la poesía trovadoresca de los siglos XI a XIII como uno de los momentos fundacionales de la tradición lírica europea, pero más allá de las nociones escolares conviene profundizar en su sentido y en el modo como la cansó provenzalevolucionó por obra de los poetas estilnovistas o ha persistido hasta hoy en el imaginario de Occidente. Es lo que hace Vallcorba en este ensayo divulgativo que analiza la sustancia y el potencial renovador de una estilizada forma de poesía cuyos ecos llegan hasta Pound, Eliot o Auden, Joan Brossa o Jaime Gil de Biedma.
Reflejo de la realidad feudal, el "amor cortés" -la expresión fue acuñada por Gaston Paris (1883) para definir lo que los trovadores llamaban la fin'amors, dado que en la hermosa lengua occitana el amor era nombre femenino- se sirvió del lenguaje jurídico para enaltecer la figura inaccesible de la amada como objeto de culto. El poeta vasallo celebra las virtudes de la dama y de ese modo -buscando el pretz que cifra los valores de la sociedad caballeresca- accede a una transformación personal que toma cuerpo en su poesía, inspirada por el Amor y con la primavera como metáfora o emblema. Vallcorba reivindica esta lírica frente a quienes la han calificado de artificiosa o falsaria y sigue su desarrollo hasta la Vita nuova de Dante, donde confluyen la declinante tradición cortés y una reafirmada espiritualidad cristiana. Al final de este proceso, Beatrice es menos una mujer idealizada que la imagen misma de la divinidad.
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