Marina Heredia en concierto | Crítica
Una cantaora brillante
Sevilla es muy dada a olvidar a los que le regalaron su talento y su trabajo para hacerla más universal, y en este sentido, tan recientes sus medallas y honores, Sevilla tiene una deuda imborrable con Gerardo Vera. La Expo 92 conmemoraba el quinto centenario del Descubrimiento de América, que era en realidad el primer mundo descubierto. A la gesta de Colón los organizadores del certamen, hoy completamente quimérico, más todavía en paralelo a unos Juegos Olímpicos en Barcelona, le dieron la vuelta para que en realidad se tratara de cómo el mundo descubría Sevilla. Y uno de los puntales de ese asombro doméstico, de ese pellizco de interiores, fue un espectáculo que se tituló Azabache y que fue el blasón artístico del certamen.
Todos recordamos el paso por la Cartuja de autoridades como Lady Di, Carolina de Mónaco, Fidel Castro, la reina de Holanda, Johan Cruyff, Miguel Indurain o Gabriel García Márquez, pero nadie se olvida de un repóquer de embajadoras: por orden cronológico, Imperio Argentina (1910-2003), Juanita Reina (1925-1999), Nati Mistral (1928-2017), Rocío Jurado (1944-2006) y María Vidal, la única superviviente del quinteto. A ese firmamento de estrellas se ha unido el hombre que las reunió para esta posteridad colombina o cartujana, Gerardo Vera, dramaturgo, cineasta, escenógrafo. Un madrileño que se metió en las entrañas el mundo de la copla con cinco voces tan heterogéneas.
Imperio Argentina, como Antonia Mercé La Argentina y Encarnación López La Argentinita, nació en Buenos Aires. Juanita Reina era una sevillana de la calle Parras y murió en puertas de la primavera de 1999 el mismo día que también se fue el poeta José Agustín Goytisolo. Nati Mistral era el punto del casticismo madrileño, tan universal, tan denostado en estos tiempos adversos, tiempos recios que diría Vargas Llosa. Rocío Jurado enviudó de un boxeador e hizo viudo a un torero. Las dos Españas apartadas por la cursilería de lo políticamente correcto, la cuadratura del círculo de un cuadrilátero y un coso taurino. Hija de Chipiona, descubrió América muchas más veces que Colón. Fue una de mis 26 entrevistas previas a la Expo. Aunque era la única mujer de esa colección, el libro lo titulé Azabache de talentos. María Vidal es la única de las cinco que vive. La volví a ver hace un par de Ferias en una caseta que le daba un premio a Albert Boadella.
El Azabache de Gerardo Vera fue tan internacional como los tres Quijotes de Maurizio Scaparro. Llevó Sevilla al mundo con estas relevistas de las olimpiadas del duende. El idioma que llegó a América y germinó en los textos de Borges, García Márquez, Carpentier o César Vallejo nos regaló las historias de Quintero, León y Quiroga. Gerardo Vera me dispensó un trato primoroso, abrió las puertas de su elenco para entrevistarlas a todas en el hotel Alfonso XIII, aunque la sesión fotográfica se hizo en una nave próxima a La Rinconada. Azabache es como un pabellón de canciones, una carabela de sentimientos, una isla hecha continente en la que fue fundamental la urdimbre de un hombre que se prestó a este juego de que con el pretexto de que Sevilla conmemorase el descubrimiento de América, el mundo entero descubriera Sevilla. La copla, esa pariente popular de la ópera que llegó al teatro de la Maestranza, frente a la torre del Oro y un barrio que se llama como el apellido de Marifé.
También te puede interesar
Marina Heredia en concierto | Crítica
Una cantaora brillante
Borgo | Crítica
Una mujer en Córcega
Raqa | Crítica
Herrero contra el ISIS (y contra el cine)
Lo último