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Recién nacidas | Crítica

Una imagen del último filme de los hermanos Dardenne.
Una imagen del último filme de los hermanos Dardenne.

La ficha

** 'Recién nacidas'. Drama social, Bélgica-Francia, 2025, 96 min. Dirección y guion: Luc y Jean-Pierre Dardenne. Fotografía: Benoît Dervaux. Intérpretes: Elsa Houben, Babette Verbeek, Janaina Halloy, Lucie Laruelle, Samia Hilmi.

Da un poco de miedo volver a revisar hoy las primeras películas de los Dardenne, aquellas La promesa, El niño, El hijo o incluso Rosetta, su primera Palma de Oro, pensando que tal vez se parezcan demasiado a estas últimas que nos agotan ya en sus cansinas dinámicas sociales y en sus apreturas argumentales, que ponen siempre a sus personajes contra las cuerdas en busca de una pequeña luz final que los redima, o a veces ni tan siquiera eso.

Recién nacidas, caprichoso título español para el mucho más preciso Madres jóvenes del original, plantea una pequeña novedad sobre el viejo esquema de los belgas: se trata ahora de desdoblar su trama en cuatro para seguir y acompañar, siempre de cerca, a cuatro adolescentes que han sido madres tempranas en distintas circunstancias, todas ellas malas, precarias, marginales, indeseadas o, a la postre, sobrevenidas.

La película nos traza así un panorama desalentador y siempre a contracorriente, multiplicando por cuatro las penalidades, obstáculos, dudas, decepciones y fracasos de cuatro chicas reunidas en torno a un centro de acogida (ejemplar en su funcionamiento y en el trato humano de sus funcionarias), enfrentadas a sus respectivos fantasmas sobre el amor, la familia, el desarraigo, el aborto, la droga o la adopción donde se redoblan sus traumas. Lo malo es que se multiplican también las costuras a la vista e incluso un insólito bajo nivel interpretativo entre actores naturales y profesionales.

El recuento de peripecias y giros se hace extenuante, en ocasiones casi hasta lo obsceno, y no deja respiro a los personajes ni, por supuesto, al espectador, arrastrado a la dictadura de un camino moral pre-trazado donde no hay espacio para la respiración, no digamos ya para el humor o para una mínima brizna de aire. Se trata, decíamos, de aguantar hasta la meta para liberarse. Lo hacemos, qué remedio, pero exhaustos y derrotados.

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