Acorralado en Luisiana

Algo escondida entre las novedades de septiembre de Netflix, Rebel Ridge confirma a Jeremy Saulnier como uno de esos buenos artesanos capaces de coger el género por los cuernos y manejarlo con solvencia hasta sus últimas embestidas, incluso en estos tiempos de guiones tramposos y trileros con escaso respeto por sus premisas y espectadores.

A Saulnier lo descubrimos con dos estupendos thrillers, Blue ruin y Green room, aunque su primera incursión en la plataforma de la N, Noche de lobos, supusiera un paso atrás en su esperanzadora carrera en la senda de un Jeff Nichols. Con Rebel Ridge, ambientada en la sureña Luisiana, recuperamos a un director con pulso firme ya sin demasiadas pretensiones atmosféricas y mucho más volcado en los resortes narrativos, la acción directa y la eficacia de una trama de extorsión, humillación y venganza justiciera que sitúa en su epicentro a un ex marine (Aaron Pierre, presencia sólida y arrebatadora) entrenado en artes marciales, primo lejano y afroamericano del John Rambo de Acorralado, dispuesto a enfrentarse él solito, apenas con la ayuda de una joven abogada adicta (Annasophia Robb), a las fuerzas del orden locales que han convertido un pequeño pueblo en un rincón para la corrupción.

La película lo sigue en su determinación impasible y en sus ágiles movimientos (en bicicleta) por un paisaje ya no tan denso pero igualmente abierto al justo desarrollo de las secuencias, los giros, las revelaciones y la persecución que lo empujan, siempre con verosimilitud y al ritmo preciso, en su particular combate moral y cuerpo a cuerpo contra el poder corrompido, trasunto de los vestigios del viejo orden racista encarnado en los agentes al mando de un Don Johnson que, tras su aparición en el cine de Tarantino o S. Craig Zahler, vuelve a reivindicarse como estupendo malo del viejo orden.