Filósofos de antaño
Realidad | Crítica
Peter Kingsley reivindica en 'Realidad', partiendo de la distorsión que ha sufrido el pensamiento de Parménides, las tramas alternativas a la historia que nos contaron
La ficha
Realidad. Peter Kingsley. Traducción de Paula Kuffer. Atalanta, 2021. 640 páginas. 36 euros
Entre la banda de los filósofos presocráticos, que agrupa sin criterio claro a santones, físicos, charlatanes y poetas, cabe un lugar intrigante a Parménides de Elea, a quien se considera el padre de la lógica occidental. Pensador de una particular dureza, Parménides es responsable de un poema épico en el que se narra un viaje a otro mundo y el descubrimiento de una verdad de la pureza del diamante; la diosa a la que visita en su carro alado le informa, con todo el aparato metafórico que es de rigor, que el ser es y la nada no es. Esto se ha interpretado comúnmente, a lo largo de los veintiséis siglos que nos separan del suceso, como el establecimiento del principio de tercio excluso, base de la lógica racional: es imposible que algo sea y no sea a la vez. Pero los intérpretes siempre se sienten incordiados por una serie de espinas que no saben cómo extirpar: si todo se limitaba a la claridad y transparencia del argumento racional, por qué Parménides recurría a ese utillaje poético (inframundo, vehículos voladores, diosas y portales) y el lenguaje de predicador ambulante, en vez de limitarse a la prosa neutral de Anaximandro y otros de su cuerda. Peter Kingsley tiene la respuesta: todo es mentira. Parménides ha sido malinterpretado, Parménides no inventó la lógica, todo ha sido malinterpretado, la lógica es una estafa.
La tesis de Kingsley no es nueva. En su más reciente entrega en castellano, Realidad, prolonga la revelación que ya avanzó en Filosofía antigua, misterios y magia (2008), y, sobre todo, en En los lugares oscuros del saber (2006), y que consiste básicamente en lo siguiente. Los académicos y filósofos posteriores, preocupados por respaldar el pensamiento racionalista que tiene su fuente en Platón (más que en Sócrates), han presentado una versión distorsionada y parcial del poema de Parménides, que olvida un punto esencial. Parménides formaba parte de una estirpe de chamanes consagrados a Apolo, y el poema es el testimonio obtenido durante una sesión de incubación, o gran sueño, que le permitió viajar al otro mundo y conversar con las fuerzas sobrenaturales. Su enseñanza no se resuelve en una huera relación de conceptos sin alma, sino que nos anima, al estilo oriental, a abrazar la percepción inmediata de la realidad, del presente, sin el filtro de la consciencia abstracta que todo lo vacía y envilece. Así, Parménides se convertiría en uno de los bisabuelos del mindfulness y la religiosidad alternativa.
Los libros de Kingsley, que es doctor por la Universidad de Londres y miembro del Warburg Institute, abundan en erudición, ideas brillantes y sutilezas filológicas. Sus perspectivas sobre la filosofía antigua resultan, por novedosas, de gran interés, y sin duda hallarían más amplia acogida si estuvieran expresadas en un idioma distinto al de la homilía y el vendedor de crecepelo. Hecha esta salvedad, nunca está de más recordar que la historia que nos han contado (también la de la filosofía) no es sino una más entre tantas y que siempre caben tramas alternativas, prismas y miradores distintos desde los que asomarse.
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