Rapsodias y colores de Hungría

ROSS. Gran Sinfónico 5 | Crítica

Eldar Nebolsin tocando como solita con la ROSS en el Maestranza
Eldar Nebolsin tocando como solita con la ROSS en el Maestranza / Marina Casanova

La ficha

REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA

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Gran Sinfónico 5. Solista: Eldar Nebolsin, piano. ROSS. Director: György Győriványi Ráth.

Programa

Franz Liszt (1811-1886): Les Preludes [1848/54] / Concierto para piano y orquesta nº2 [1839/1861]

György Ligeti (1923-2006): Concierto rumano [1951]

Béla Bartók (1881-1945): Suite de El mandarín maravilloso [1918-19]

Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 16 de enero. Aforo: Media entrada.

György Ráth es desde hace años uno de los maestros más apreciados por los profesores de la ROSS, hasta el punto de que su nombre sonó insistentemente hace no mucho como sucesor de Soustrot para la titularidad de la orquesta. Luego se cruzó Lucas Macías. Ayer, Ráth volvió a demostrar la estupenda sintonía que mantiene con el conjunto sevillano en una actuación por completo convincente, en mi opinión, la más redonda de la orquesta en lo que llevamos de curso. Ya en el poema sinfónico de Liszt que abría sesión, mostró Ráth dos virtudes esenciales desde el podio: el mantenimiento de la tensión durante toda la obra, una continuidad en el fraseo, una disposición de los acentos y las dinámicas, que le dieron a Les preludes un perfil orgánico, no fácil de encontrar, y la capacidad para el contraste. Esa forma que tuvo la cuerda de frasear en la sección amorosa de la obra (maravilloso, como luego en su pasaje obligado del concierto, el solista de violonchelo) y luego el arrebato disonante de la parte bélica dicen mucho de ello.

Ráth tuvo además un aliado: el uzbeko Eldar Nebolsin es un pianista enorme, de una facilidad virtuosística inusitada y una penetración expresiva apabullante. Sus pasajes en la octava más aguda del piano no los olvidaré fácilmente, ni sus cristalinos trinos. Nebolsin domina la obra desde una visión profundamente integral de sus partes que, como en el poema sinfónico, no es tan fácil de escuchar. El Concierto nº2 de Liszt es difícil en su integración del piano casi como una parte más de la rica textura orquestal, y en el arranque pareció que la orquesta se iba a engullir al solista. Fue cosa de unos pocos compases, pues enseguida el equilibrio y la transparencia dominaron una interpretación de poderoso aliento romántico y vibrante magnetismo.

Con el juvenil Concierto rumano de Ligeti, Ráth empezó a mostrar una tercera virtud que ratificó rotundamente en Bartók: la capacidad para conseguir una atractiva variedad de colores. En Ligeti, hubo una ligereza y un perfecto entendimiento del alma folclórica de la pieza, mientras que en Bartók, el maestro húngaro convirtió a la ROSS en un auténtico calidoscopio sonoro en el que no fue fácil decidir qué admirar más, si la brillantez tímbrica de todas las secciones, el empaste del conjunto o la energía indesmayable del trazo.

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