"¿Icónico yo? Quizás todos estos años delante del público acrediten que lo soy"

Raphael. Cantante

El artista de Linares celebra sus seis décadas sobre los escenarios con dos conciertos, el viernes y el sábado, en el Icónica Fest.

Movistar estrenará una serie documental sobre su carrera

Raphael, en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, donde presentó ‘Raphaelismo’.
Raphael, en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, donde presentó ‘Raphaelismo’. / Juan Herrero / Efe

La presentación hace unos días en el Festival de San Sebastián de Raphaelismo, una serie documental en la que Charlie Arnáiz y Alberto Ortega, que ya retrataron a Francisco Umbral en Anatomía de un dandy, abordan ahora la figura de Raphael, no dejó margen para las dudas, si es que aún quedaba algún escéptico en la sala: ante el carismático, arrollador intérprete de Linares palidece la más esplendorosa de las estrellas de Hollywood. Habrá que esperar para descubrir en esa producción, que Movistar+ estrenará en 2022, la intensa vida artística y personal del cantante, pero, mientras, sus admiradores pueden reencontrarse con él en Raphael 6.0, una gira en la que el músico celebra sus seis décadas sobre el escenario y que se presenta en la Plaza de España de Sevilla, dentro de la programación del Icónica Fest, con dos funciones: el viernes y el sábado.

–Usted parecía predestinado a estar en un festival llamado Icónica. Si a alguien de este país le preguntaran qué artista nacional considera un icono, seguramente diría su nombre.

–[Se hace un breve silencio]. Sí, me he quedado pensando porque no lo había asociado, pero gracias. Icónica es Sevilla. Estoy muy feliz de actuar en la Plaza de España, aunque no es la primera vez, hace mucho tiempo ya di otro concierto y tengo muy buenos recuerdos de aquella noche. ¿Icónico yo? No lo sé. Digamos que llevo una cantidad de años que así lo acreditan...

–El tiempo resulta muy elástico y confuso. Podemos recordar nítidamente un suceso de hace décadas y haber olvidado algo que pasó ayer. ¿Cómo resumiría estos 60 años?

–Pues diría que se han pasado volando, y no me he dado cuenta. 60 años son muchos, y uno repara en eso, especialmente, si se detiene a pensar en cuánto ha cambiado el mundo en ese intervalo. Ha ido todo tan rápido como si me hubiese montado en el AVE. Pero tener una edad es bueno, ¿eh? Lo malo es no tenerla, no llegar.

"Estas décadas se han pasado tan rápido como el AVE. Pero tener una edad es bueno. Lo malo es no llegar"

–Estos días, gracias a lo que se mostró en San Sebastián de Raphaelismo, se ha contado que usted no soportó el llevarse a su madre de gira por EEUU. Se vendió como un colapso, como un episodio de agotamiento, pero la verdad es que usted perdió la paciencia...

–Hombre, dicho así queda feo [ríe], pero no era buena la combinación de un chico de 21 años que quiere comerse el mundo y que está en Las Vegas con mamá. Esa combinación no puede cuadrar, y, de hecho, no cuadró. Se dijo que yo me puse malo, pero no fue así, es que estábamos descuadrados los dos. Ella andaba disgustada porque yo trabajaba muchísimo, ¡daba tres conciertos al día!, y me estaba ganando a un país inmenso. Y eso ella no lo comprendía bien, y era normal: se trataba de una madre que demandaba tiempo con su hijo, simplemente.

Raphael.
Raphael. / Icónica Fest

–Usted siempre tuvo la ambición de triunfar en el extranjero. La ph se la puso tras descubrir la marca Philips, que le dio una clave para sonar como un artista internacional.

–Le pregunté a mi mánager por qué se pronunciaba Filips y no Pilips, y él me explicó que la ph sonaba en inglés y en otros idiomas como la efe. Y yo andaba buscando añadir alguna letra o algo a mi nombre para ser diferente y presentarme al público sin ningún apellido, y ahí encontré la clave. Seguí mostrándole mis dudas a mi representante: ¿Tú crees que lo de la ph funcionaría? Y él me comentó: Bueno, así te van a saber leer en todos los países del mundo, en francés, en italiano, en alemán... Y a mí se me abrieron los ojos como platos, y dije: Pues eso. Mi mánager me advirtió: Pero vas a tener un problema, ¿eh? Que en tu tierra maravillosa van a llamarte Rapael. Pero yo confiaba en mis paisanos, y le dije: No creo. ¡Y nunca nadie se refirió a mí como Rapael! Bueno, nadie no, mi querida Rocío Jurado sí lo hacía [ríe].

–Otro documental, Raphael. Desde Rusia con amor, recordaba cómo más de cuarenta millones de rusos vieron su película Digan lo que digan, y usted fue recibido como un verdadero fenómeno. Y hablamos de los años 70, cuando el Telón de Acero hacía parecer imposible una proeza así.

–No me acuerdo ya apenas de ese primer viaje, aunque desde luego fue una experiencia para recordar, pero yo a Rusia he ido unas cuantas veces, 18 en total, y ha habido giras de 40 días. El mundo ha cambiado muchísimo, y no siempre para mejor, y la Rusia de mi juventud no es la de hoy, pero una cosa de la que me siento muy orgulloso es que allí hay mucha gente que habla español, que ha aprendido por escuchar mis canciones, así que ahora es más sencillo para mí hacerles una visita [los datos lo confirman: el aprendizaje del español en escuelas y universidades de la URSS aumentó un 60%] . Tenemos la idea de que el público ruso es frío, pero eso no se corresponde con la verdad: es muy romántico, muy entregado, algo que un artista agradece.

–Dejemos los recuerdos y centrémonos en la música. ¿Cómo concentra 60 años de carrera en los conciertos?

–Yo al público le doy lo que espera, eso por supuesto, pero también me gusta interpretar canciones nuevas, para que los espectadores vean que no me he quedado parado, que yo he seguido trabajando, he seguido estudiando y progresando. La gente sabe que a lo mejor empiezo con temas que no conoce y, de pronto, en la quinta canción empiezo con la ametralladora. Pum, pum, pum, uno detrás de otro, los éxitos que más celebran. Pero yo quiero sorprender, que la gente vea a un Raphael que no controlan del todo. Que salgan contentos porque no ha faltado su canción favorita, pero que exclamen también: ¡Oye, qué repertorio trae! Mucho mejor a que concluyan: ¡Este hombre, siempre con lo mismo! [ríe].

"Al público le doy lo que quiere, pero también busco sorprenderlo. Que no digan: 'Este hombre, ¡siempre con lo mismo!"

–En Mi gran noche, la comedia de Álex de la Iglesia con la que usted volvió al cine hace unos años, interpretaba a un divo que no soportaba a las nuevas generaciones. Usted, ¿cómo ve a los artistas más jóvenes?

–Prefiero no dar nombres, pero diré que, como en todas las generaciones, hay gente muy buena, gente regular y gente que, en fin, podía estar mejor. Pero eso pasa hoy y pasaba antes, no es nada nuevo. Hay que esperar a que lleven a cabo su carrera, su vida, para que podamos juzgarlos, dentro de unos años. Entonces podremos valorar qué labor hicieron, cuando hayan recorrido el camino. Sería injusto que yo dijera este sí, este no. Hablamos de jóvenes que tienen todo el derecho a equivocarse, que necesitan practicar, inventar cosas que no se hayan hecho antes, procurar no imitar a nadie, ser ellos... Es pronto para emitir un veredicto. Pero hay muy buen material, ¿eh?

–Se estará acordando mucho en estas semanas de Mario Camus, que le dirigió en tres de sus películas, Cuando tú no estás (1966), Al ponerse el sol (1967) y Digan lo que digan (1968), y que falleció el día 18.

–Sí. Aparte de tenerle admiración, yo lo quería mucho. Fue mi descubridor para el cine, hicimos tres películas seguidas. Trabajar con él era maravilloso: no había nervios ni histerias, rodar a su lado era un bálsamo, en parte porque se comportaba de una manera muy educada, correcta siempre, como hay que hacer las cosas para que salgan bien. Se va un maestro y un gran amigo, y una de las primeras personas que creyeron en mí.

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