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Rafael Ortiz: cuando el arte insiste en lo humano

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La exposición 'Un silbido al viento' celebra en el Cicus los 40 años de la galería. Artistas, galeristas y críticos destacan la “calidez” con la que los responsables han desempeñado su oficio.

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Patricio Cabrera, cuya obra se aprecia en el centro, es uno de los artistas que forma parte de la exposición. / Juan Carlos Muñoz

El verano pasado, cuando tras una larga trayectoria Javier Buzón montaba su primera exposición individual en Rafael Ortiz, sentía que se cerraba un círculo: una de las colectivas en las que participó siendo joven fue precisamente en la galería Melchor, el proyecto preliminar con el que Rafael Ortiz y Rosalía Benítez dieron sus primeros pasos, ubicados todavía en la Plaza de Alfaro. “Era el primer sitio en condiciones donde se veía mi obra”, recuerda Buzón, que vivió décadas después “muy ilusionado” su incorporación a la galería “con más antigüedad y continuidad” de Sevilla, el espacio donde él y sus compañeros –Curro González, Ricardo Cadenas, Guillermo Paneque o Patricio Cabrera– asistieron “a lo que estaba funcionando” en la escena artística. Desde que abrió sus puertas en diciembre de 1984, sostiene Buzón, la sala de la calle Mármoles acompañó a una generación de creadores, les proporcionó parte de su educación sentimental, levantó para ellos, entre sus muros, algo parecido a un refugio o a un hogar.

El pintor y coleccionista Pablo Sycet, entretanto, empezó a exponer en Rafael Ortiz en 2014, cuando Geografía del amor doliente, su relectura del martirio de San Sebastián, llamó la atención de los galeristas. El onubense volvió como creador en 2022 con un cernudiano Jardín antiguo, pero antes organizó una colectiva inspirada en Il cielo in una stanza, la canción de Gino Paoli popularizada por Mina. “Se terminaba 2018, yo estaba en Sevilla y pensé en acercarme a saludar a la familia y ver la muestra que tuvieran. Pero un runrún sonó en mi cabeza: si la escalera que lleva al doblado tiene 19 escalones, me dije, les haré una propuesta para el año 2019. Y, efectivamente, así fue”, evoca Sycet, que valora como un “privilegio” su alianza con “la galería más sólida no ya de Sevilla, sino de Andalucía. Rafael y Rosalía proporcionan a los creadores una colchoneta para cuando tu ánimo está en caída libre y aparecen las dudas. Evitan que nos demos de bruces contra el suelo”.

Un silbido al viento, la exposición que acoge el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) y que conmemora los 40 años de Rafael Ortiz, ilustra a través de las piezas de los autores programados en la galería la poderosa red que han tejido estos profesionales entusiastas, ese “ecosistema cultural donde el intercambio de ideas y experiencias ha sido, y sigue siendo, esencial”, apuntan las notas de la muestra. La aventura ha dispuesto una suerte de argamasa que unía a la gente. “Rafael y Rosalía pusieron en relación a quienes tenían un perfil diferenciado en esta ciudad nuestra tan tradicional, en la comunidad, sacaron a la luz a muchos artistas de aquí, les abrieron una puerta al mundo, y además favorecieron un incipiente coleccionismo”, defiende el director del Secretariado de Patrimonio Histórico-Artístico de la US, Luis Martínez Montiel, que añade que los veteranos, lejos de haber despertado recelos, son percibidos con admiración por sus compañeros.

Los galeristas posan con Luis Méndez, este martes, en la inauguración de la muestra en el Cicus. / Juan Carlos Muñoz

Carolina B. Alarcón, de Alarcón Criado, se muestra de acuerdo con esta afirmación y sostiene que “Rafael y Rosalía ejercen el oficio de galerista de manera ejemplar. Ostentan los valores primordiales de la profesión: rigor, constancia y principios”. Con su dedicación, reivindica Alarcón desde su propia experiencia, Ortiz y Benítez han creado escuela. “Éramos estudiantes cuando visitábamos su galería y ahora nos sentimos orgullosos de ser colegas suyos”, asegura. Colegas no sólo en la ciudad, sino también en ARCO, donde ambas iniciativas conforman la única representación andaluza del gremio en la feria.

El crítico Sema D’Acosta resalta el “criterio, sentido común, naturalidad, discreción y saber hacer” de lo conseguido en Rafael Ortiz –“también por su hija Rosalía”– y ese olfato con el que han escrito un capítulo crucial del arte contemporáneo andaluz. “Han dado cobijo a diferentes generaciones, desde veteranos como Equipo 57, Carmen Laffón o Luis Gordillo, autores de mediana carrera como Miki Leal, José Miguel Pereñíguez y Fernando Clemente, hasta jóvenes como Jorge Thuillier o Sonia Espigares”, enumera el especialista. “Sin ellos, la trayectoria de muchos artistas del sur hubiese sido totalmente diferente”. A D’Acosta le admira que en esta empresa que abarca ya cuatro décadas prime “la calidez y lo humano. Han demostrado que el galerismo es una forma de vida donde la amistad y lo profesional se retroalimentan”.

Una de las salas, rematada por una llamativa escalera de Richard Wentworth. / Juan Carlos Muñoz

El sobrino de Carmen Laffón, Manuel, destaca esa cercanía en el trato, en el caso de los galeristas y su tía una proximidad también geográfica. “La casa de Rafael Ortiz era casi una prolongación de la casa de mi tía, un sitio de confianza donde ella dejaba sus llaves por si alguien las necesitaba. Entre ellos siempre hubo una amistad y una sinceridad importantes”, señala Manuel Laffón, que rememora entre las exposiciones la que se dedicó a La Viña “con esas maravillosas espuertas que compró la Junta” y aprecia en el perfil de Ortiz “un galerista a la antigua usanza. Yo era niño entonces, pero recuerdo que cuando mi tía Carmen trabajaba con Juana Mordó se respiraba allí una atmósfera como de familia, y aquí Rafael y Rosalía han construido lo mismo”.

El cariño con el que hablan Luis Gordillo y Pilar Linares prueba también que en la calle Mármoles el desempeño del trabajo nunca incurre en la frialdad burocrática. “En todas las gestiones con ellos la dignidad profesional ha ido de la mano de la calidad humana”, afirma Linares. Gordillo añade: “Todo lo que podría decir de ellos es bueno. En lo profesional, han estado abiertos al arte nuevo, en una ciudad y en un tiempo en el que han aparecido artistas muy interesantes. Hemos hecho muchas exposiciones, no puedo recordar ya el número, y catálogos, y han sido siempre muy generosos. En lo personal resaltaría que somos muy buenos amigos, que hay un lazo muy fuerte que nos une”.

Para Inmaculada Salinas, la permanencia de Rafael Ortiz a lo largo de cuatro décadas revela que “hay un trabajo y un esfuerzo detrás, y un compromiso mantenido en el tiempo”. La artista, una de las integrantes de la última delegación enviada a ARCO, argumenta que pertenecer a un proyecto de tal envergadura es “saber que estás en primera división, y que vas a contar con un apoyo y un respeto que son mutuos”. Una protección que le permite “experimentar con obras que de otra forma difícilmente se podrían concretar”, seguir “con nuevos planteamientos que en muchas ocasiones sobrepasan las tendencias del mercado”. Tras las piezas expuestas en el Cicus –hasta el 21 de marzo– se vislumbra esa tenacidad con la que los galeristas han arropado a los autores.

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