Otra ración de 'Trainspotting'

Anagrama publica la 'precuela' de la obra maestra de Irvine Welsh, en la que el escocés cuenta cómo se engancharon sus personajes a la heroína.

El escritor escocés Irvine Welsh.
El escritor escocés Irvine Welsh.
Fernando Pérez Ávila

07 de septiembre 2014 - 05:00

Skagboys. Irvine Welsh. Trad. Federico Corriente. Anagrama. Barcelona, 2014. 672 páginas. 24,90 euros

Skagboys cuenta la historia de unos adolescentes escoceses que se enganchan a la heroína en los primeros años de la década de los 80. Seguro que les suena. Irvine Welsh (Edimburgo, 1958), su autor, se consagró hace dos décadas con una novela que iba más o menos de lo mismo. También tenía un título inventado, Trainspotting, un verbo creado por Welsh para describir cómo los chicos de su novela mataban el tiempo entre pico y pico viendo pasar el tren. Aquella maravillosa novela supuso una conmoción en las letras británicas. Un escritor salido del movimiento punk, que abandonó los estudios a los 16 años, retrataba los estragos de la heroína en los suburbios de Edimburgo. Lo hacía mezclando la jerga de los yonquis con un estilo gamberro y fresco, salpicado de notas escatológicas, que dotaban a la novela de una fuerte carga de humor sin renunciar a la denuncia social.

La película de Danny Boyle, considerada una de las mejores de la historia del cine británico, terminó de elevar a los altares al joven Welsh. Diez años y varias novelas y colecciones de relatos después, ninguna de ellas a la altura de su ópera prima, el autor escocés sacó del cajón a sus personajes favoritos en Porno, una secuela de Trainspotting en la que los protagonistas de ésta se metían a rodar una película porno. Muy divertida y muy escandalosa, pero la escritura de Welsh parecía haber perdido una pizca de frescura. ¿Se había vuelto políticamente correcto?

Con el paso de los años, y de novelas como Crimen y de recopilaciones de cuentos como Secretos de alcoba de los grandes chefs y Col recalentada, pareció confirmarse esa impresión. Welsh no renunciaba a los pilares básicos de su narrativa, pero se había ablandado algo. Sus personajes seguían siendo tipos violentos, marcados por las drogas, delincuentes, estafadores, marginados sociales, pero había un trasfondo un pelín más amable, quizás influido por la euforia de esos años previos a la crisis en los que Europa fue feliz.

O quizás sólo fuera la madurez propia de un escritor con un talento inmenso. Después de Trainspotting y Porno, Welsh demuestra que sus personajes favoritos pueden seguir constituyendo un filón por explotar. Veintiún años después de la primera novela y doce de la segunda, el autor escocés se inventa ahora una precuela de Trainspotting. Escribe un novelón de casi 700 páginas para contar cómo los Renton, Sick Boy, Spud, Begbie y compañía se engancharon al caballo. El título, Skagboys, puede traducirse como los chicos del jaco, en un guiño a esa jerga yonqui que sigue salpicando sus escritos.

Skagboys, que llega a España de la mano de Anagrama, sello que ha editado toda la obra de Welsh, tiene un arranque brutal, con una pelea entre obreros y policías en Glasgow. Son los primeros 80, los años más duros del thatcherismo. Y Renton es un tipo que está a punto de ir a la universidad, será el primero en su familia que lo haga, y tiene novia y una vida por delante... Y unas ganas de probar esa nueva droga que arrasa en las calles que llevan desde la New Town de Edimburgo a los callejones del puerto de Leith.

Y Welsh lo vuelve a clavar. Recrea escenas tan buenas, tan gamberras y tan divertidas como las de Trainspotting, de nuevo con una fuerte carga social y con una magnífica descripción de una época que empieza a repetirse demasiado en las creaciones británicas, más en el cine que en la literatura. Los años 80, la lucha obrera y los recortes sociales, el paro y el recurso a las drogas son a los cineastas de las Islas lo que la Guerra Civil es a los españoles.

El propio Welsh lo explicaba así en una entrevista con GQ: "Los 80 fueron un gran momento para nuestro país porque dieron forma a la cultura y a la política (el fútbol, la vivienda, los brokers...) tal y como las entendemos ahora. Seguimos haciendo este tipo de películas porque ambas parecen haberse anquilosado. Así que no tenemos mucha nostalgia de aquellos tiempos, pero tampoco ha sucedido nada más destacable". El problema es que el libro se hace demasiado largo y la sucesión de episodios puede llegar a cansar. Casi 700 páginas de más Trainspotting son demasiadas hasta para los fanáticos de Welsh.

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