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"Eso ya se lo hemos escuchado en la radio, cante usted cosas nuevas". Eso le espetaban los aficionados al bueno de Pepe Pinto en la década de los 30 cuando llegaba a un pueblo para actuar. La popularidad de la radio obligó al genio sevillano a contratar a poetas que le surtieran constantemente de nuevas letras, y de esa colaboración nace una de las obras más ricas y variadas del arte jondo. Esta anécdota ilustra la enorme difusión de la que gozó el flamenco con la aparición de la radio y la influencia que este medio ejerce en su historia y viceversa, que es precisamente de lo que trata Cien años de flamenco en la radio, el trabajo con el que el investigador y publicista Idelfonso Vergara Camacho celebra el centenario de aquella primera licencia de la Sociedad Española de Radiodifusión, en cuyo grupo corporativo trabaja. Un grueso volumen de más de mil páginas publicado por la editorial de la Universidad de Sevilla que reúne una cantidad ingente de información desde los orígenes del medio hasta nuestros días, con un ojo en la hemeroteca -de donde rescata revistas temáticas como Ondas, ilustrada con valiosas fotografías de los inicios de la radio española- y el oído en una fonoteca dispersa por los sótanos de las emisoras y las casas de los aficionados, que salvaron en cintas de casette buena parte del legado histórico y artístico de las ondas.
Vergara resalta la precocidad con que el flamenco aparece en un medio con el que los españoles iban a identificarse inmediatamente. "Hay flamenco desde la primera emisión de radio", aseguraba el martes durante la presentación del libro en la Fundación Cajasol, donde le acompañaron el profesor y divulgador flamenco Paco Escobar y Araceli López Serna, directora de la editorial de la US. La cercanía de los artistas propició que las horas de emisión se llenaran de cante, primero con actuaciones en directo en las que no faltaba el baile de estrellas como Carmen Amaya, mutando rápidamente en aquellos célebres concursos de las emisoras locales que llenaban auditorios de los que surgieron algunas de las figuras más relevantes del cante. De esa modalidad Vergara destacó La Saeta de Oro, mítico concurso de Radio Nacional de España donde los saeteros iban a consagrarse ante un jurado compuesto por personalidades como las de Joaquín Romero Murube.
Pero si existe un programa capital en la historia de lo jondo es aquella Tertulia Flamenca de Radio Sevilla, presentada por Rafael Belmonte y protagonizada por Antonio Mairena, donde el maestro de los Alcores "proyectó un canon estético", y propició la transición desde "el flamenco en la radio a una radio flamenca"; es decir, un tipo de programa en el que los artistas no solo actuaban sino que participaban del análisis y la divulgación de un arte que empezaba a estudiarse con métodos académicos. De esa experiencia surge una generación imprescindible de locutores, con Miguel Acal a la cabeza desde la frecuencia de La Voz del Guadalquivir, que hallaron en el flamenco un símbolo del andalucismo en los estertores de la dictadura, precisamente en un momento de gran efervescencia artística con la aparición de los festivales y el peñismo jondo, de los que las emisoras extrajeron valiosas horas de material.
A las emisoras de los pueblos andaluces dedica buena parte del texto Vergara, que ha añadido códigos QR con los que se accede a grabaciones que ilustran el viaje geográfico y diacrónico de esta monumental obra.
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