Schubert dialoga con la vanguardia

Festival de Granada. Quartet Gerhard | Crítica

El Cuarteto Gerhard en el Crucero del Hospital Real / Fermín Rodríguez (Festival de Granada)
Pablo J. Vayón

29 de junio 2024 - 17:34

La ficha

QUARTET GERHARD

*** 73 Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Quartet Gerhard: Lluís Castán Cochs, violín I; Joel Bardolet Vilaró, violín II; Miquel Jordá Saún, viola; Jesús Miralles Roger, violonchelo.

Programa:

José María Sánchez Verdú (1968): Arquitecturas de la memoria (cuarteto de cuerda nº7) [2004]

Antoni Ros Marbà (1937):Quartet Tardoral [2021-22]

Franz Schubert (1797-1828): Cuarteto de cuerda nº15 en sol mayor D.887 [1826]

Lugar: Crucero del Hospital Real. Fecha: Sábado 29 de junio. Aforo: Tres cuartos de entrada.

El del cuarteto de cuerda es uno de los ecosistemas más delicados de la música clásica. Cuesta años de esforzado trabajo lograr la necesaria homogeneidad de sonido, el empaste y el equilibrio precisos para lanzarse al mundo, y todo eso puede arruinarse por cualquier nimiedad. Hace apenas cuatro días el Gerhard anunció a los organizadores que Judith Bardolet, la violinista segunda del grupo, no podía comparecer en Granada por un problema de salud. La sustituiría su hermano Joel, también violinista, y colaborador habitual del conjunto. Pese a que tiene más de una década de vida y es ya uno de los grandes del universo camerístico español, el Gerhard es un cuarteto aún joven, que sigue buscando su espacio en el hipercompetitivo escenario internacional. Quizás un conjunto más experimentado habría decidido cancelar su cita, pero para el Gerhard su presencia en Granada era muy importante y por eso el sábado cumplieron con lo programado y se subieron a la tarima del Hospital Real.

Su programa era complejo y atrevido: el último gran trabajo de Schubert para el género junto a dos obras de compositores españoles aún vivos. El diálogo no era a priori sencillo. Se abrió con Arquitecturas de la memoria de Sánchez Verdú, música que está continuamente bordeando los límites del silencio, que pone en tensión permanente al oyente, con sus discontinuidades, sus bruscas detenciones, sus repeticiones y una especie de aspiración a la mística que se alcanzaría a través de la inmovilidad y lo más intuido que dicho. Siguió una obra muy reciente de Antoni Ros Marbà, mejor conocido como director de orquesta, pero compositor desde su misma juventud. Su Quartet Tardoral es obra radicalmente diferente, ya que su lenguaje es más tradicional, claramente rastreable en el universo de la música del siglo XX: una querencia por el expresionismo no lejana a Bartók lo envuelve todo en una partitura siempre en el filo de lo tonal y que se disuelve en un largo y efectivo morendo final, espléndidamente expuesto.

Los chicos del Gerhard lidiaron bien con la parte contemporánea de su recital y lo pasaron peor en Schubert. Las veces anteriores que vi al cuarteto en directo (un par de conciertos) siempre me pareció un grupo aguerrido, que arriesgaba, con articulaciones afiladas y contrastes muy marcados. Tuve la impresión de que en este Schubert estuvieron más contenidos, conservadores, y es posible que en ello tuviera bastante que ver la inopinada sustitución de ultima hora. Menos popular que los anteriores (La muerte y la doncella y Rosamunda), el último cuarteto de Schubert es el más extenso y con vocación sinfónica de los suyos. Se abre con una introducción lenta que me pareció bien expuesta y capaz de crear la tensión armónica que va a dominar toda la pieza, ese juego ambiguo entre menor y mayor, entre tragedia y lirismo que vertebra la partitura de arriba abajo, pero en la entrada del Allegro molto moderato el empaste se resintió y, aunque las texturas resultaron en general claras, luego la tensión fue cayendo. Remontó en un Andante de pasta dramática, que les quedó oscurísimo, aunque se echó de menos en él algo más de relieve, de contraste dinámico. La articulación se hizo más cortante en el Scherzo, con un trío leve, pero más bien monolítico, poco grácil. El Allegro assai final fue llevado a un tempo fulgurante, pero ahí no estaban los acentos y los ataques atrevidos que yo recordaba por otras actuaciones del grupo, y la lectura terminó por resultar algo plana, quizá demasiado académica.

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