La puerta abierta
Crítica de Flamenco
LUISA PALICIO
Baile: Luisa Palicio. Cante: Manuel Romero, Ana Gómez. Guitarra: Miguel Pérez. Lugar: Cicus. Fecha: Jueves 2 de julio. Aforo: Media entrada.
Respecto a esta bailaora hay una sola discusión posible: cuando deja de ser excelente para ser sublime. Como decía Buñuel en sus memorias respecto a la literatura, hay mucha gente que escribe bien. Pero eso no importa. Lo que importa es cuando el artista nos tira de las entrañas. Pues bien: hay mucha gente que baila excelentemente. Pero hay muy pocos bailaores capaces de rompernos por dentro. Luisa Palicio es uno de los cuatro o cinco nombres actuales de los que podemos hacer semejante afirmación.
Lo peor y lo mejor de ella es que es una bailaora completa, que domina todos los aspectos de la danza flamenca actual. Una bailaora de hoy. Ha puesta al día una cosa que nunca existió, la escuela sevillana de baile. Lo que existe es una actualización del baile de mujer de antes de la guerra: sevillanas, jerezanas, gaditanas, granadinas, murcianas, malagueñas... Todas bailaban con esa sutileza que acaricia el alma. Pero todo eso cambió, como tantas cosas en España, en occidente, en los años 30 y 40. De repente, el arte jondo femenino se hizo duro, radical, racial si quieren. Frío, técnico, maquinal.
Palicio es una bailaora de hoy y por eso en su arte cabe la técnica más feroz, la frialdad cibernética del baile actual. Palicio, a diferencia de La Macarrona o La Imperio, es una atleta. Por eso bailó en el Cicus los tangos de negros de Triana echando toda la carne, en el sentido más literal, en el asador. Por eso puede tener un zapateado frenético y una contundencia voraz. Pero es cuando se para, cuando se gusta, cuando deja de hacer y simplemente es, cuando se abre la puerta. Tres o cuatro veces se abrió en la noche del jueves. Y otras tantas volvió la malagueña a la tierra. Pero, ¡ay, esos instantes en los que voló y volamos con ella! No los olvidaremos porque en ellos vivimos más y fuimos mejores, y las cuitas y el tiempo se detuvieron. Es la puerta que separa lo excelente de lo sublime.
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