A la tercera va la vencida
The Psychedelic Furs | crítica
The Psychedelic Furs ofrecieron un maravilloso concierto en la sala Custom, demostrando por qué son uno de los iconos del rock de los 80
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Se intuía que el concierto de The Psychedelic Furs anoche en la sala Custom iba a ser muy bueno. Y las predicciones se demostraron acertadas. La banda empezaba su gira ibérica el viernes en el Luna Fest de Coimbra y el sonido se estropeó en la tercera canción, dando el concierto por finalizado. El sábado, la fuerte lluvia que cayó en Granada hizo que se suspendiese el que tenían programado en la Alhambra. No era de extrañar que estuviesen deseosos de resarcirse de los males iniciales y dejar, por fin, una buena muestra del arte que poseen. Tan deseosos estaban que cuando comenzaron a tocar, a las ocho y treinta y ocho de la tarde, en la sala apenas estaba presente la tercera parte del aforo.
The Psychedelic Furs, iconos de la new wave británica, del post-punk, de cualquier otro género de los 80 y un par de décadas posteriores cuya etiqueta se te venga a la cabeza, subieron al escenario, ofreciendo una actuación cautivadora que mezcló nostalgia con rock crudo y emotivo; nos obsequiaron con una noche llena de energía contagiosa y destreza musical, a través de su sonido distintivo y sus letras poéticas. La banda de los hermanos Butler, aunque se formase en la fiebre post-punk de 1977, tenía una procedencia mucho más clasicista; eran rockeros artísticos hasta la médula. Tomaron su nombre de la canción Venus in Furs, de la Velvet Underground, y sus instrumentaciones del pop glamouroso de Roxy Music y, abrumadoramente, de David Bowie. Y eso deja marca.
Son solamente ellos, los Butler, quienes quedan de la banda original, Richard a la voz y Tim al bajo. Desde que tras su disolución allá por 1992, decidiesen volver con el inicio del nuevo siglo, en The Psychedelic Furs ha habido hasta nueve cambios de componentes, siendo los que les acompañaron en nuestra ciudad Rich Good a la guitarra, la genial Amanda Kramer a los teclados, dejando entrever por qué la quisieron a su lado Siouxsie Sioux, Lloyd Cole o los Eurythmics; a la batería Zack Alford, el miembro más reciente de todos, aunque el de mejor pedigrí, porque antes de ahora había puesto su percusión al servicio de, entre otros, los B-52's, Bruce Springsteen y David Bowie; además de un segundo guitarrista sorprendente e inesperado, como sexto miembro de refuerzo, que era nada más y nada menos que Richard Fortus, al que pudimos ver hace apenas dos años en el Benito Villamarín con los Guns N' Roses, que hizo subir muchos enteros la musicalidad de las canciones cuando dejaba la guitarra por un rato para tocar el contrabajo eléctrico.
El ambiente estaba cargado de emoción mientras esperábamos relajadamente la salida de la banda, fuera de la sala. Los más espabilaos supimos entrar justo cuando surgían sobre el escenario para comenzar un viaje a través de toda su discografía. Bueno, de toda no, porque echamos en falta alguna canción de World Outside, el disco tras el que se separaron de manera luego demostrada provisional. Cuando Richard Butler apareció con su figura enigmática, su distintiva voz ronca y su carismática presencia, un líder de la vieja escuela tremendamente convincente y poseedor de una arrogancia imperiosa y triunfadora, dejó patente desde el principio su declaración de intenciones: yo soy el tío que inventó el rock and roll: desde los días que pasé drogado, desde el dolor sin sentido, desde la oscuridad sin estrellas, desde las lágrimas, la falta de aliento, la noche eterna, el baile borracho y suicida, la sensación de que todo se va a desmoronar; yo soy… Ese The Boy That Invented Rock & Roll fue la canción que abrió el concierto, igual que abría su disco Made of Rain, el último, en 2020, tras casi los treinta años que habían pasado desde el anterior, World Outside. A partir de ahí, la actuación de The Psychedelic Furs fue un testimonio de su perdurable relevancia en la escena musical, con cada canción interpretada con pasión y precisión. So Run Down fue la segunda, una de las del Talk Talk Talk -palabras repetidas en su letra-, su segundo disco, del que escuchamos también en la recta final Mr. Jones y Pretty in Pink, una canción que no solo inspiró la película de John Hughes del mismo nombre de 1986, sino que también ha influido en innumerables bandas, desde The Cure hasta The Killers, desde Green Day hasta Dave Grohl. Anoche la voz disfónica de nicotina de Butler seguía siendo una maravilla en su interpretación.
Actitud y aspereza en The Psychedelic Furs al comienzo, para irrumpir enseguida en la corriente de los años 80, cuando abrazaron la inteligencia pop, las melodías asesinas. Típica de ellas fue el meloso The Ghost in You con el que continuaron, una fantástica porción de pop noir suave y siniestro. A lo largo del set, la banda equilibró de manera experta las piezas rockeras optimistas con baladas introspectivas, creando una experiencia dinámica y atractiva para la audiencia. Sus canciones mostraron la capacidad que tienen para combinar lirismo reflexivo con melodías contagiosas, provocando aplausos y silencio contemplativo entre los que estábamos casi llenando ya el recinto. All That Money Wants fue un single del 88 con atmósfera muy a lo Heroes, otra clase magistral de rock emotivo, que dejó al público entusiasmado y conmovido al final de su presentación. La iluminación tenue, simple, pero efectiva, complementó la estética de la banda. La atención se centró directamente en la música y la entrega emotiva de cada canción, creando una atmósfera inmersiva en ellas. El amor pulido de los Furs por la nueva ola apareció ahora en Only You and I, la primera canción que recordaron del Forever Now, su tercer disco, de 1982, mostrando con ella una fuerte inclinación hacia material más enérgico con infusión de rock.
Del Book of Days, el disco del 89, trajeron solamente House, la siguiente de este concierto, de musicalidad deliciosa. La lista de canciones estaba siendo fantástica, sabiendo cuándo subir el tono un poco y cuándo dejarlo fluir. Por eso volver de nuevo a su último disco tenía mucho sentido y lo hicieron con Wrong Train, que encajaba muy bien con los temas anteriores, más familiares. Aquí el rango vocal de Butler alcanzó el cielo mientras las guitarras de Good y Fortus nos atacaba los sentidos y los golpes de Alford eran una amenaza para la integridad de su batería. Love My Way fue su manera de darnos un bienvenido respiro y Highwire Days nos hipnotizó como la primera vez que la escuchamos cerrando el disco Mirror Moves. Con All the Law recalaron en el Midnight To Midnight del 87, inquietantemente atmosférica, llena de la alquimia de terciopelo espinoso que la banda solía invocar en sus mejores momentos; fue en la que mejor sonó el bajo de Tim, resonando en el contundente aislamiento de la canción. No Easy Street y President Gas cayeron muy bien ahora; las dos del Forever Now. La segunda fue escrita específicamente con Ronald Reagan en mente -a veces viene por la izquierda, viene por la derecha… es el infierno sin el pecado- y es interesante cómo han pasado casi 42 años desde su lanzamiento y de nuevo se podría aplicar perfectamente a Donald Trump: El presidente de chiste es candidato a presidente.
La recta final se inició con las dos canciones que mencioné al principio de Talk Talk Talk, para seguir con Heartbreak Beat, extraída de nuevo del Midnight To Midnight, la única canción que la banda consiguió meter en la lista de los 40 Principales de ellos. El set llegó al final con Heaven, trayendo al Butler más amanerado de la noche y los acordes más mágicos de la guitarra de Good. Cuando parecía que nos quedábamos también sin alguna de las buenas canciones de su primer disco, iniciaron los bises con la adrenalina de India en uno de los mejores momentos del concierto, casi transfigurados en los Public Image Ltd de John Lydon en una terrible batalla. Y se despidieron definitivamente con Forever Now inyectándole luz a las sombras de la canción anterior.
El concierto de The Psychedelic Furs fue una celebración triunfal de su influyente música y su legado perdurable. Desde la energía contagiosa de sus éxitos clásicos hasta la profundidad introspectiva de sus baladas, la banda ofreció una actuación que resonó entre los seguidores antiguos y nuevos, que de todos ellos había en la sala. El hambre, la intensidad y el deseo siguen siendo abundantes en la banda y eso se manifestó con creces en lo que fue un espectáculo redondo, con canciones que, al igual que ellos, han envejecido bien. Si tienen ustedes la oportunidad de experimentarlos en vivo, no se la pierdan, porque mañana en Valencia y después en Bilbao, Madrid y Barcelona, continuarán demostrando por qué son una de las bandas más veneradas del post-punk y la new wave… y de cualquier otro género de los 80 y un par de décadas posteriores.
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