Cantar la soledad y el desamor

LA VOZ HUMANA | CRÍTICA

Mercedes Gancedo y la falsa esperanza de Ella.
Mercedes Gancedo y la falsa esperanza de Ella. / Luis Ollero

La ficha

***Programa: ‘Les chemins de l’amour’, ‘Voyage à Paris’, ‘Hôtel’, ‘Intermezzo’ nº 2 en re bemol mayor, ‘La dame de Monte-Carlo’ y ‘La Voix Humaine’, de Francis Poulenc. Intérpretes: Sara Carmona (canciones y La dame), Mercedes Gancedo (Elle), Julius Drake (piano). Director de escena: Marc Busquets. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles, 19 de febrero. Aforo: Un tercio.

Los dos monólogos líricos de Poulenc ofrecidos esta noche tienen en común el tratar de la soledad. La de la dama en el Casino de Montecarlo, que enjuga la amargura de su existencia solitaria en las mesas de juego aparentando una frivolidad que no es más que una máscara. Y la de Ella afrontando una ruptura que sabe de antemano inevitable, con el teléfono como hilo de supervivencia emocional. Dos mujeres, dos vacíos de sentimientos, dos clavos ardiendo a los que asirse desesperadamente, el juego y el teléfono.

Para ambos monodramas Poulenc recurre a textos de un Jean Cocteau que ya ha borrado de su producción literaria los excesos vanguardistas a los que él mismo puso freno con su famoso manifiesto Le Rappel à l’Ordre y su vuelta a un clasicismo que no rehuye la exploración de los sentimientos íntimos.

Tanto en las canciones como en La dame de Monte-Carlo, Sara Carmona pasó de puntillas, con una voz aún en formación, de limitado brillo, blanquecina en algunos momentos. No llegó a aprovechar la languidez elegante de “Les chemins de l’amour” y en el monólogo dejó escapar la oportunidad de instalarse en un fraseo sinuoso, detallado, que hiciese del color un elemento expresivo.

Todo lo contrario que Mercedes Gancedo, que se enfundó a medida el personaje de Ella para plegar la voz a los cambiantes momentos afectivos, siempre con voz bien colocada, con cuerpo, cuidando minuciosamente los parlatos. Al otro lado del teléfono, un Julius Drake magistral que parecía hablar con Ella. Sólo por verlo y oirlo hacer del piano un personaje merecía la pena asistir a este espectáculo. Busquets planteó una escena comedida, con los elementos imprescindibles y los movimientos justos para no caer en el exceso sentimental.

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