Postales tangerinas

El paseo recupera la primera novela del escritor tangerino Ángel Vázquez, Se enciende y se apaga una luz, obra lírica y cosmopolita, teñida por la amargura, con la que ganó el Premio Planeta en 1962

Imagen del escritor Ángel Vázquez (Tánger, 1929 Madrid, 1980)
Imagen del escritor Ángel Vázquez (Tánger, 1929 Madrid, 1980)
Manuel Gregorio González

08 de septiembre 2024 - 06:00

La ficha

Se enciende y se apaga una luz. Ángel Vázquez. El paseo. Sevilla, 2024. 224 págs. 21,95 €

Se enciende y se apaga una luz es la primera novela de Ángel Vázquez, excelente autor tangerino hoy olvidado. En su Introducción, Rocío Rojas-Marcos destaca la particular formación literaria del escritor, fruto de la singularidad política y geográfica Tánger, entonces con el rango de ciudad internacional. Hay también otra distinción, de carácter vital, que pudiera desviar la atención de los méritos propios de su obra. Dicha distinción hace referencia a la dispsomanía del escritor y a la vida de escasez y desórdenes que precipitó su final, cuando aún no había cumplido los cincuenta y dos años. Rojas-marcos recoge aquí algunos ejemplos de la estricta bohemia de Ángel Vázquez, el más conocido de los cuales quizá sea el modo en que fue liquidando sus deudas, tras ganar el Planeta en 1962, hasta llegar a su ciudad natal sin apenas peculio en su bolsillo. La noticia del premio, por otra parte, encontró al autor sentado en el banco de un parque, mientras daba cuenta de un bocadillo.

Ángel Vázquez se vio influido por la literatura de Virginia Woolf y Katherine Mansfield

Esta semblanza de Vázquez, un tanto atropellada y pintoresca, no debe interferir en la consideración de su literatura. Rojas-Marcos destaca el influjo de autoras norteamericanas -Virginia Woolf y Katherine Mansfield-, así como su amistad con Jane Bowles y Carmen Laforet, quien vivió durante algunas temporadas en Tánger. También destaca Rojas-Marcos algunos autores españoles de su predilección, como son Cela, Delibes, Matutes y Aldecoa. Uno añadiría, especulativamente, el eco de una novela temprana de Truman Capote, cuyo mundo clausurado, tórrido y opresivo se corresponde razonablemente con esta obra de Vázquez, tan ambiciosa como leve. Me refiero a Otras voces, otros ámbitos (1948), del que acaso se tuviera noticia en el Tánger políglota y liberal de mediados del XX.

La obra más conocida de Ángel Vázquez es, indudablemente, La vida perra de Juanita Narboni. Este Se enciende y se apaga una luz es, en todo caso, su magnífico precedente. ¿Por qué la literatura de Vázquez, íntima, sofisticada, femenina, teñida por una mansa y lúcida amargura, no ha tenido la repercusión debida? No es posible saberlo. Sí puede aventurarse que hoy cabría una recepción más amplia y exacta de su novedad. Una novedad que implicó la delicada y ácida expresión de un deseo larvado.

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