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"Los políticos le van a quitar el pan a los autores de novela negra"

Daniel Ruiz García. Escritor

El sevillano Daniel Ruiz García regresa con 'Todo está bien', una mordaz "fábula inmoral" a caballo entre la política, el periodismo y las redes sociales.

Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976), poco antes de la entrevista. / José Ángel García
Francisco Camero

19 de abril 2015 - 05:00

La sede del partido es una fiesta y no es para menos: otra vez se han ganado las elecciones. Y entre ríos de alcohol y tiritos en el lavabo, Olegario, el consejero de Fomento en funciones del Gobierno autonómico, se viene arriba: está bien situado para convertirse en el delfín del presidente y su mujer está en casa con los niños, muy mal se tiene que dar la cosa para no darse un revolcón muy cerdo con cualquiera. En algún momento de la noche, mientras da una vuelta en el coche para relajarse, después de tomar un desvío equivocado por ir soñando despierto, una prostituta se asoma por la ventanilla del Lexus y en fin, quién se va a enterar, si además la vida es ir ganando.

Con ritmo eléctrico, más gamberro que nunca, Daniel Ruiz García "echa a pelear" dos mundos en su nueva novela, Todo está bien: el callejero-lumpen que con tanto voltaje retrató en obras anteriores como Perrera, y el de "otro tipo de lumpen: el lumpen de arriba". El resultado es "un chiste, o un sainete, o una farsa", el divertido, frenético y ridículo descenso a los infiernos de un político infame que jamás se llamaría a sí mismo corrupto, aunque naturalmente lo es. "Es una novela realista porque lo que cuenta es perfectamente posible. De hecho hay ahora tramas, los ERE, la financiación ilegal del PP o lo del pequeño Nicolás, que superan con creces cualquier planteamiento novelístico. Los políticos están empeñados en quitarle el pan y cualquier posibilidad de sustento a los autores de novela negra porque consiguen levantar unas tramas de la hostia", dice este escritor (Sevilla, 1976) que tras muchos años de trabajo, paciencia y tranquila y talentosa trayectoria siempre en ascenso desembarca ahora en una editorial de referencia como Tusquets.

-La novela tiene algo de compendio de la estupidez actual...

-En el fondo es una novela sobre la crisis, no sólo económica sino también moral. Es una novela bastante pesimista, pero ¿hay motivos para ser optimista? La formulación que tiene, sin embargo, es muy canalla, muy sarcástica, nada moralizante. Puede ser incluso cínica, lo asumo. Yo quería escribir una especie de fábula moral a la manera de Esopo... pero que fuera inmoral.

-¿Cuánto se divirtió haciendo sufrir a ese consejero?

-Es la novela con la que mejor me lo he pasado porque me he desfogado. Me interesaba hablar mal de los políticos, me interesaba hablar mal de la comunicación y me interesaba hablar mal de las redes sociales. Me lo he pasado muy bien, sí, y creo que eso se nota.

-¿Tuvo que contenerse en algún momento?

-Creo que no, sinceramente. Y si lo he hecho, ha sido en beneficio de la trama, por una cuestión de equilibrio y eficacia narrativa. Hombre, a mí me apetecía ser aún más cafre, pero entendí que a la trama le convenía cierta contención.

-Se lo digo porque supongo es pronto, pero me pregunto si le ha llegado ya alguna reacción del mundo de la política, que usted conoce bien...

-No, no... Yo llevo muchos años trabajando como asesor de comunicación, con empresas y con políticos. Y entre los políticos me he encontrado de todo, es decir, que también hay mucha gente honesta y esto hay que decirlo también. El personaje es una suma de comportamientos, me interesaba retratar ese perfil muy concreto del político digamos de vieja guardia, muy institucionalizado, que está muy metido en la estructura del partido y del poder desde hace mucho tiempo, y que ya ni siquiera tiene discurso político porque lo único que quiere es medrar; uno de esos que son o pretenden ser gestores sin ideología, ni programa, ni nada, y que tan sólo se mueven por sus propios intereses.

-Uno de esos plenamente convencidos de que el poder es un fin en sí mismo y de que su principal deber por tanto es perpetuarse a sí mismo...

-Eso es. Normalmente son políticos de carrera, es decir, que no han hecho otra cosa en su vida, algo muy español por otro lado. Arribistas, en definitiva. Me propuse que el personaje no se identificara ni con el PSOE ni con el PP, porque obviamente está en el aparato de un gran partido. Pero podría ser perfectamente de Valencia, de Madrid o de Andalucía.

-Ha dicho que ésta es su novela más lograda. ¿Por qué?

-Porque hablo de cosas que son muy mías. Siempre he envidiado las novelas de Vázquez Montalbán o Mendoza, escritores capaces de hablar de la realidad social de una manera amena y divertida y con un pronunciamiento ideológico. He pretendido hacer eso en cierta medida, si lo he conseguido no lo sé. También creo que quizá he recuperado nervio y cierto músculo narrativo. Quería hacer una cosa muy uppercut, muy tajante, que es donde me desenvuelvo mejor porque creo que no soy un escritor de largo aliento, sino de novelas intensas y breves.

-La novela retrata también de forma muy certera el periodismo. Y más allá de la acidez del retrato, a ratos esos pasajes tienen casi un aire de elegía...

-Esa es la clave. Probablemente el personaje más amable de todos es Paco Almería [un veterano periodista con gran peso en la trama]. Claro que es un personaje elegíaco: es ese periodista cincuentón al que le han ido rebajando el sueldo de forma paulatina, que es dócil, que ha sido capaz de soportar muchas mierdas pero una de ellas no es el lenguaje 2.0, no está preparado para ese lenguaje de master en Comunicación. Él lo que tiene es olfato periodístico, precariedad, problemas con el alcohol y una visión del periodismo como sacerdocio. Encarna ese perfil en extinción en las redacciones porque vamos más al modelo del periodista joven, mal pagado y que hace lo que le echen, desde usar su Twitter personal para promocionar el periódico a grabar un vídeo, de todo menos ganar 1.000 euros.

-Los nuevos fenómenos virales de las redes sociales tienen una importancia capital en el libro. Usted tiene blog y Twitter, o sea que su rechazo a las redes sociales no es irracional, pero es obvio que no le entusiasman...

-Hice hace poco un curso de esos de social media y era pura diarrea inservible, una estafa, entre otras cosas porque el manejo de las redes sociales se aprende en dos mañanas. Pero ahora parece el nuevo maná. Todo ese espíritu buenista, ese buen rollo cercano a la bazofia del coaching, todas esas frases de Steve Jobs, Nelson Mandela y otros santones de la Filosofía Powerpoint de Preciosos Amaneceres, los tópicos manoseados del emprendimiento y el salir de la zona de confort, todo eso conforma una supuesta cultura muy sectaria y que en realidad está totalmente vacía. Y que está al servicio de una ideología más amplia...

-Tras el mantra del power to the people hay una ideología bastante poco neo-hippie, ¿no?

-Es un espíritu neoliberal puro. Es un sálvese quien pueda. Es la guerra de cada uno por su cuenta. Al final, bajo fórmulas aparentemente amables, no se busca otra cosa que formas de manipulación y publicidad algo más sutiles.

-Lleva muchos años escribiendo y siendo un autor admirado y celebrado por otros escritores, pero semisecreto para gran parte del público. Supongo que reconforta publicar ahora en Tusquets, con todo lo que conlleva...

-Sí, claro. Llevaba un tiempo algo cansado porque escribir me estaba dando menos satisfacciones que disgustos. Pero como de todos modos no puedo evitar estar escribiendo siempre... Publicar con Tusquets es un espaldarazo importantísimo, por supuesto. También porque es un sello de muchísima calidad, no sólo porque vaya a tener mejor distribución y más visibilidad. Yo tengo la etiqueta de autor minoritario y no es que vaya a dejar de serlo, porque los índices de lectura son los que son, pero evidentemente esto es una oportunidad para ver que, efectivamente, hay alguien más ahí, al otro lado.

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