"La política tiene que estar más en las casas y menos en las televisiones"
Pablo Alborán | Cantante
El malagueño presenta este sábado en el Estadio de la Cartuja de Sevilla su nuevo disco, 'Prometo'
"Ahora me bajo del escenario con ganas de volver a subirme, y eso no me pasaba antes", confiesa
Sevilla/-Siempre dicen ustedes que su último disco, en este caso Prometo, es el más personal, el mejor, del que más orgullosos están. ¿Por qué es cierto esta vez?
-Nos repetimos, es verdad. En este caso no sé si es mi disco más personal, pero importante sí, seguro. Y más libre, también. El primer disco lo hice con letras de cuando tenía 16 años, mezcladas con algunas que hice ya en plena vorágine. El segundo lo hice en mitad de una gira, y el tercero igual. Éste ha nacido en Málaga, con tiempo y calma. Es un disco de cable a tierra.
-Paró durante dos años porque estaba a punto de "pegársela", ha dicho. ¿Fue fácil? O dicho de otro modo: ¿es difícil controlar los intereses que se mueven alrededor de un fenómeno tan grande, léase tan rentable, como el que protagoniza usted?
-A mí no me resultó difícil, supongo que tuve suerte. Ahora estoy viendo la serie de Luis Miguel en Netflix y me he dado cuenta de que la industria musical tiene una fama realmente chunga. Obviamente hay muchos tiburones, los he visto, existen, pero no es mi experiencia. No encontré ninguna traba. Y en todo caso me hubiera dado igual: yo iba a parar sí o sí, porque no puedo escribir si no estoy bien, así de simple. No quiero darle mayor drama al asunto, porque no lo hay, pero si no paraba iba a acabar odiando mi profesión. Así que paré, y me vino genial. He podido estar otra vez con mi familia, con la que, con tanto trajín, tenía muchas conversaciones pendientes, pude estar con mis amigos de siempre, irme de fiesta, viajar a mi bola, estudiar, leer, porque sentía que me estaba volviendo tonto... A mi equipo le vino bien también. Habían pasado seis años desde el primer disco y, no nos engañemos, las cosas han cambiado: había que tomar conciencia de quién soy ahora. He aprendido a tener la cabeza donde tengo el cuerpo. A no volverme loco. A disfrutar. A decir que sí y a decir que no.
-¿Es fácil perderse en el trasiego de vuelos y hoteles?
-Mira, yo siempre he respetado mi profesión. Porque me lo ha dado todo. Desde chico he sido muy responsable, quería que mi familia estuviera orgullosa de mí... Con mi trabajo es igual. Uno debe pensar en el público que quiere música de verdad y letras de verdad. Por eso no estaba dispuesto a volver a escribir en un avión o en un tren o en un coche simplemente porque había que hacerlo para que la maquinaria no parase.
-Cuando anunció que se tomaba ese tiempo, muchos seguidores poco menos que entraron en pánico. ¿Da miedo a veces la exigencia del público?
-En su momento me tuve que reír al leer ciertos titulares. "¡Pablo deja la música!". Entiendo el morbo, pero hombre... Hay que tener cuidado, que el mundo no se para y hay muchas cosas en la vida. No me voy a poner como un coach, pero es importante saber que las cosas no duran eternamente.
-Una vez alcanzado su estatus en la industria y entre el público, la lucha ya no es sólo con uno mismo, componiendo, sino con las expectativas de los demás. ¿Es la parte fea del éxito?
-¡Buf...! En parte, sí. Pero lo que pasa es que yo tengo muy claro lo que me hace feliz. A lo mejor hay veces que puedo parecer un poco conformista, que no quiero seguir creciendo a nivel de ventas o de fama... Pero es que soy feliz. ¡Soy muy feliz ya! Y si resulta que las cosas no van a más, pues oye, qué bien estamos, ¿no?, qué cantidad de cosas hemos logrado, tenemos salud, nos queremos, entonces para qué tanta historia.
-Ha dicho alguna vez que no quiere encasillarse, pero, y me disculpará, lo pone usted difícil para no ser percibido como el cantante ultrarromántico...
-Es que eso en realidad no se puede controlar. Para algunos siempre seré el cursi que canta baladas. Eso antes me obsesionaba, ahora no. Al final, parece que sólo hay dos opciones: o vas de malote o eres un niñito educado que parece tonto, o el yerno perfecto que sólo quiere que llueva a gusto de todos... Pero ya sabemos que no hay sólo dos opciones. A mí eso ya es que me da igual. En lo puramente musical, sí es verdad que en el directo, al final, uno tiene que ser más osado, y eso es algo que antes me costaba, soltarme, abrir las alas, pero yo siempre tendía a pensar que la gente me conoció con mi piano y mi guitarra... Lo importante, de todos modos, es que ahora mismo estoy muy feliz, me bajo del escenario con ganas de volver a subirme y eso, la verdad, no me pasaba antes.
-Ha confesado que en el amor llega a ser muy frío. No me dirá que no se cree lo que canta...
-¡No, hombre! [risas] Me refería a que no soy tan detallista como la gente pueda imaginarse cuando escucha mis canciones. Que no vivo en un videoclip, vamos. Pero mira, sinceramente, dudo mucho que nadie, entre tantos que le cantan al amor, sea tan intenso en su vida personal. Yo soy realista y honesto, y a lo mejor cuando uno es honesto en las relaciones puede parecer frío, no lo sé...
-Sabrá que en muchos de sus conciertos la gente acampa durante noches enteras para poder verlo de cerca. ¿Usted por quién acamparía? Si es que estuviera dispuesto a hacerlo por alguien, claro...
-Por Marta Soto, Rosalía, Malú, Vicente Amigo, Pablo López... Por Alejandro Sanz, por Miguel Bosé. Yo qué sé, ¡por Triana, por Paco de Lucía, ojalá! Admiro a muchos y no pocos son ahora amigos. Es de locos, me emociona de verdad. Acamparía por todos ellos.
-Me dicen que lleva usted personalmente sus redes sociales. Y yo que tenía la sospecha de que eso de que las redes sociales acercan y conectan a los artistas a su público tiene bastante de mito promocional...
-La verdad, estoy un poco perdido con eso ahora mismo. Da la impresión de que en muy poco tiempo las cosas se han dado la vuelta. O a lo mejor es que tengo yo una visión de las redes un poco ingenua... Yo quiero pensar que me conectan con mi público, pero es verdad que se han convertido, en general, en un nido de basura, lleno de miedos, complejos e insultos.
-Se dice a veces, en el calor del escenario, que la música está muy bien porque ayuda a olvidar los problemas. ¿Sólo sirve para eso la música o podría, o incluso debería, ser algo más?
-La música sirve para lo que tú quieres que sirva, ¿no? Por eso es tan bonita. Tal como yo la siento, es una vía de escape, tanto para el que la hace como para el que la escucha. La libertad de poder hacer con tu música lo que te dé absolutamente la gana es la clave. Y en el arte en general.
-Ya que dice esto: ¿qué le pareció el famoso asunto del antes desconocido Valtonyc?
-¿Tú me podrías decir qué dijo? Es que he hablado de esto con mi gente, pero en realidad no he visto lo que dijo exactamente...
-Que recuerde ahora mismo: "Un día ocuparemos Marivent con un Kalashnikov". "Kale borroka al Ministerio de Educación, quiero a Gallardón en silla de ruedas". "Matando a Carrero ETA estuvo genial, a la mierda la palabra, viva el amonal". Y unas pocas más. Todas burdas, maniqueas e infantiloides. La cuestión es si el mal gusto debe ser perseguido penalmente...
-[Largo silencio] Bueno, a ver cómo me explico. Cuando tú tienes acceso al público, y el público te está escuchando de verdad, tú puedes tener la opinión que tú quieras, por supuesto, pero por mucho que a alguien las formas le den igual, las formas no dan igual. Entre otras cosas porque las formas pueden convertir tu argumento en algo completamente superficial e incluso vaciarlo de sentido. Y además puede provocar consecuencias que nadie quiere, porque evidentemente yo no quiero que nadie vaya a la cárcel por cantar. Con esas formas estás dando a entender que no tenemos argumentos. Y ojo, que puedo estar de acuerdo con muchas cosas que se puedan decir, pero si esas son nuestras armas, el insulto y cosas burdas, entonces vamos a perder.
-¿Vamos? ¿Está usted también indignado y cabreado?
-Vivimos en un momento en el que tú ves las noticias y parece que los políticos viven en una realidad paralela. Es difícil no cabrearse ni sentirse estafados por ellos. Los votos que les hemos dado para que nos representen, los usan pero sólo para representarse a ellos mismos. Es muy difícil no pensar que somos una sociedad manipulable, porque al final siempre queda la sospecha de que han contado con un montón de factores, menos con nosotros, con los ciudadanos. Desde luego no estoy de acuerdo en que nos gobierne un partido corrupto, eso debería ser el mínimo a partir del cual ya nos podemos sentar a debatir lo que haya que debatir. Por otro lado, tengo la sensación de que la gente de mi edad está completamente perdida, no tenemos donde agarrarnos. Claro, es que ves la educación, y bueno... ¡Y encima quitan la asignatura de Filosofía! Pero no lo digo por ponerme aquí bien puesto... Es que te juro que a mí, cuando estaba estudiando, esa asignatura me ayudaba de verdad a tener un pensamiento propio. Bueno, pues la quitan de los planes de estudio. Ya tienes que pensar: pues querrán que seamos una sociedad de borregos... El problema no es Valtonyc, el problema viene de antes, tiene otras raíces. No puedes pretender que tengamos argumentos cuando nos has quitado las herramientas para pensar y defender esos argumentos. Es un problema de educación. Sin una buena educación se va todo al garete, y ya lo estamos viendo. También te digo que, si algo bueno le encuentro a estos años que estamos viviendo, es que yo antes con mi gente no hablaba nunca de política y ahora es un tema de conversación muy presente. Yo creo que la política tiene que estar mucho más metida en las casas que en las televisiones. Tenemos que conseguir que hagan política para nosotros, no a costa de nosotros.
-No es precisamente su caso, que por lo que veo habla de todas estas cuestiones con mucha serenidad, pero ¿por qué cree que es tan difícil en este país hablar de política sin la vena del cuello hinchada?
-En general somos de A o B, del Madrid o Barça, del Sevilla o del Málaga, del PP o del PSOE. Y yo creo que sería fantástico que uno pudiera decir: mira, yo estoy de acuerdo con ciertas cosas de aquí y con ciertas cosas de allá... Pero entonces te llaman neutral y eso no se acepta. Yo veo constantemente a gente que quiere tener abanderados, y que tú por supuesto seas uno de ellos, y si no lo eres entonces ya te quieren machacar. ¿Y sabes qué pasa? Que mi madre es francesa, nacida en Marruecos, y mi padre ha nacido en Málaga, y yo he podido viajar mucho, y eso ya es de haber sido muy afortunado, pero es que encima eso me ha permitido ver las cosas con una perspectiva un poco más amplia. Entiendo que uno se desahogue cuando va al fútbol y a su equipo le están metiendo una manta de goles, o cuando juega un partido de pádel y pierde, pero la política es una cosa mucho más seria que eso, coño. No es un juego. Pero no nos enseñan a entenderlo desde chicos. Es una pena.
-Volvamos a la música para ir terminando. ¿Qué canción le gustaría haber escrito?
-¡Ostras! Pues mira, una que no tiene letra, Bolero a Marcos de Vicente Amigo. Cualquier banda sonora de John Barry, siempre que las escucho me inspiran muchísimo. O Ne me quitte pas y Rien de rien de Edith Piaf. Peces de ciudad, de Joaquín Sabina, es una canción que me vuelve loco, la acabo cantando siempre en las reuniones con amigos. Ahora estoy escuchando a Rosalía, que además es amiga y la quiero muchísimo. Su disco Los Ángeles es una maravilla. Es una niña superjoven que admira a los clásicos y a la vez es capaz de hacer cosas modernas y no se conforma. La adoro.
-Ya que habla de Rosalía, ¿qué piensa del debate (si es que ha llegado a ser un verdadero debate) que ha vuelto a aparecer después de su lanzamiento de la canción Malamente?
-¿Hay un debate sobre eso? No lo sabía. ¿Y cuál es el problema?
-Algunos puristas y periodistas de la izquierda hipster la acusan de apropiación cultural. O de expropiación, como prefieren algunos. Porque no es gitana, dicen, ni ha mamado el flamenco en su casa desde chiquitita, y por tanto, concluyen, se sirve de la estética pero sin conocer la esencia real del flamenco. Más o menos. Que está de turismo en el flamenco, vamos.
-Uf. Pues mira, resulta que el turismo es lo que nos da de comer muchas veces... Que la dejen en paz, joder. ¡Si además ella es la primera que dice que no se considera pura, que simplemente hace la música que quiere a partir de las raíces que le gustan y que ha elegido! Por otro lado, gracias a ella puede haber mucha gente que descubra el flamenco clásico, ¿o no? Y al que no le guste, que no la escuche, mira qué fácil. Hoy tenemos que vivir con las puertas abiertas, en todos los sentidos.
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